Disolución de ETA y plegarias por la paz

Los obispos del País Vasco y Navarra piden a la banda terrorista que deje las armas y a los fieles que intensifiquen la oración

(Fran Otero / Vicente L. García) El río llevaba sonando desde hacía bastante tiempo. Algo se cocinaba en el entorno de la banda terrorista ETA, algo que salió a la luz tras las vacaciones navideñas. Anunciaba un alto el fuego “permanente, general y verificable”. Así se expresaba: “ETA ha decidido declarar un alto el fuego permanente y de carácter general, que puede ser verificado por la comunidad internacional. Este es el compromiso firme de ETA con un proceso de solución definitivo y con el final de la confrontación armada”.

Además, la banda establece una suerte de condiciones que debe cumplir el proceso. En primer lugar, según dice, éste debe “superar todo tipo de negación y vulneración de derechos y resolver las claves de la territorialidad y del derecho de autodeterminación”.

Apunta también que corresponde a los agentes políticos y sociales vascos alcanzar los acuerdos para “consensuar la formulación del reconocimiento de Euskal Herria y su derecho a decidir, asegurando la posibilidad de desarrollo de todos los proyectos políticos, incluida la Independencia”.

Finalmente, exige que, como resultado del proceso, la ciudadanía vasca debe tener la palabra, y que todas las partes deben comprometerse a respetar los acuerdos y decisiones adoptados. Reitera también la necesidad de alcanzar una solución justa y democrática al conflicto.

Una vez escuchado lo que ETA tenía que decir, las reacciones políticas no se hicieron esperar. La desconfianza y la prudencia fueron la tónica general desde todos los sectores, que animaron a la banda a dejar definitivamente las armas.

Ni diálogo, ni condiciones, advertía el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero en una entrevista. Desde el PP señalaron que no cambiaba nada.

José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián

Por su parte, la Iglesia, una de las voces más esperadas, emitió un breve comunicado a través de los obispos del País Vasco y Navarra. Se limitaron a pedir a la banda su disolución y a los fieles que intensifiquen la oración. “Tras haber conocido la declaración efectuada por ETA, manifestamos nuestro anhelo y esperanza de paz, y reiteramos la exigencia moral de su disolución definitiva e incondicional. Pedimos al pueblo cristiano que intensifique en estos momentos su oración, invocando a Cristo como príncipe de la paz, y a María como consuelo de los afligidos y de todos cuantos sufren a causa de la violencia”, publicaron.

De esta forma ya se había mostrado uno de los obispos firmantes justo un día antes de la comunicación de ETA. El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, habló del reto de la paz en la celebración de la Festividad del Bautismo del Señor, justo cuando se cumplía un año desde que llegara a la capital guipuzcoana. Dijo que es el momento “de la disolución definitiva de ETA para encarar el reto de la sanación de tantas heridas generadas por la violencia”.

Menos incisivos fueron sus homólogos en Bilbao y Vitoria –Mario Iceta y Miguel Asurmendi–, que en alguno de sus discursos navideños reiteraron los deseos de que la paz llegue cuanto antes.

Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid

Días antes también, el que fuera obispo de Bilbao y actual arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, explicaba en una entrevista a la Agencia Efe que si ETA dejase las armas, “la sociedad española sería generosa” a la hora de facilitar la integración social de las personas que forman parte de la organización. También se mostraba convencido de que la paz llegaría pronto, porque se están produciendo, a su entender, signos en ese sentido.

Mientras tanto, Blázquez pedía que continuase la deslegitimación de todos los motivos que los terroristas esgrimen para mantener su actividad, labor en la que la Iglesia católica está en primera línea de batalla. En concreto, el también vicepresidente de la Conferencia Episcopal dijo que la institución ejerce como “rompeolas” de la deslegitimación.

Habrá que esperar ahora si la Conferencia Episcopal –el anuncio cogió a los obispos en su semana de ejercicios espirituales– emite algún tipo de comunicado valorando la decisión de ETA o si da por fijada su postura con el comunicado de los obispos vascos y navarro, y si se producen otras declaraciones episcopales.

Los que sí han reaccionado han sido numerosas asociaciones eclesiales que vienen trabajando por la paz y recogen la llamada a la oración. Pero no es algo nuevo, a lo largo de la historia han sido muchas las iniciativas de oración por la paz llevadas a cabo por comunidades, grupos y movimientos de la Iglesia en el País Vasco y Navarra.

Iniciativas eclesiales

En los últimos tiempos, desde las comunidades religiosas y los conventos de clausura se constata un continuado interés por la paz, lo que hace que esté presente diariamente en los momentos de oración y celebración de la comunidad.

“Seguiremos orando por la paz como lo venimos haciendo hasta ahora”, señalan las fuentes consultadas por Vida Nueva en aquellas diócesis. Otras manifiestan que aún es pronto para decidir acciones concretas y específicas; no obstante, éstas, de existir, seguramente vendrían convocadas desde los obispados o desde colectivos. También hay voces que opinan que iniciativas particulares diocesanas no serían secundadas de igual manera, particularmente en Guipúzcoa, por lo que una propuesta unificada sería más efectiva.

Algo parecido sucede en centros educativos como Deusto, donde se mantiene el compromiso de diez minutos de oración por la paz (todos los miércoles a las 11 horas en la Capilla Gótica de la universidad) durante el periodo escolar y hasta que llegue el final del terrorismo.

Marcha por la paz celebrada en Armentia en 2001

Se recuerda estos días, además, la marcha por la paz celebrada en el “espíritu de Armentia”. Se desrrolló el 13 de enero de 2001 bajo el lema Entre todos, paz para todos, y asistieron más de 50.000 personas. Juan Pablo II se sumó en una nota leída por Fernando Sebastián, mientras que el comunicado final lo leyó Juan María Uriarte. Ahora se considera prematuro repetir una convocatoria similar.

A lo largo del curso, se sucederán actos como la marcha a Arantzazu, en San Sebastián; la subida a Ziortza, que se celebra desde hace tres años en la diócesis de Bilbao; o la marcha noctura al Santuario de Estíbaliz, patrona de Vitoria, en cuyos orígenes y espíritu incluía una llamada al encuentro y a la paz. También en Vitoria, la pastoral con jóvenes celebrará el próximo 31 de enero un encuentro por la paz en el marco del aniversario de la muerte de Ghandi. Por su parte, la recientemente inaugurada Adoración Perpetua al Santísimo en Bilbao inició al día siguiente de la nota la demanda de los obispos de orar por la paz.

En resumen,  la sensación general es que aquellos colectivos que venían orando por la paz, lo seguirán haciendo, que la petición expresada por los obispos no tendrá una respuesta específica, salvo en algún grupo particular, y que muchos esperan una convocatoria general, liderada por los obispos, similar a la de Armentia, aunque quizá todavía no haya llegado su momento.

En el nº 2.737 de Vida Nueva.

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