Navidad en patera

(Juan María Laboa– Profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas)

“Una Iglesia de la que se desprenden y alejan los miembros de una sociedad satisfecha y autosuficiente, pero que sigue siendo lugar de sentido, de apoyo y de inculturación para cuantos se encuentran desarraigados y perdidos en esta sociedad. Si lográramos presentarnos de esta manera, no sólo ayudaremos eficazmente a cuantos lo necesitan sino que potenciaremos nuestra misma comunidad”

Nació la niña en una patera junto a la playa de la isla Alborán en vísperas de la Navidad, rodeada por otros 33 emigrantes también africanos, que buscaban con su madre un futuro mejor. La imagen que ha impactado más mi imaginación es la del agente de la Guardia Civil que durante dos horas mimó a la recién nacida pegada a su pecho con el fin de que mantuviera el suficiente calor para sobrevivir. Sobrepasó las obligaciones de su ministerio y actuó como un ser humano preocupado por el bienestar de sus semejantes. Llegaron a Motril y la niña se encuentra atendida en una clínica.

Quisiera imaginar que el agente solícito representa lo mejor de la comunidad católica española, que acoge a tanto emigrante desconcertado, que busca en tierras y culturas desconocidas, un sustento y un futuro que no encuentra en su tierra. Muchos serán católicos, muchos podrían serlo, todos son hermanos nuestros y sobre nosotros resuena el mandato de Jesús de ser buenos samaritanos con quienes son tan queridos por nuestro Padre.

La Iglesia de Jesús como espacio de comunión, de acogida, de integración de tanto desheredado y marginado. Una Iglesia de la que se desprenden y alejan los miembros de una sociedad satisfecha y autosuficiente, pero que sigue siendo lugar de sentido, de apoyo y de inculturación para cuantos se encuentran desarraigados y perdidos en esta sociedad. Si lográramos presentarnos de esta manera, no sólo ayudaremos eficazmente a cuantos lo necesitan sino que potenciaremos nuestra misma comunidad, dotándola de una sensibilidad que se está difuminando en nuestra vida diaria y religiosa.

Celebraremos la Epifanía litúrgicamente y comulgaremos con devoción, pero nada tendrá sentido si no la convertimos, en nuestra vida, en una manifestación de la misericordia de Dios y de su comunidad de fieles.

En el nº 2.736 de Vida Nueva.

Compartir