“Que el amor de Dios haga perseverar a los cristianos”

Los ataques en Egipto, Irak, Nigeria y Filipinas empañan las Navidades vaticanas

(Antonio Pelayo– Roma) Unas Navidades en claroscuro, las que ha vivido este año Benedicto XVI, y con él, toda la Iglesia. Las oscuridades provenían, por una parte, del escándalo de la pederastia, que, saneado en sus raíces, todavía colea con sus funestas consecuencias; y por otra, de las persecuciones y asesinatos de que son víctimas los cristianos en diversas partes del mundo. Las luces, obviamente, vienen del Portal de Belén, cuya actualidad el Papa proclamó en su mensaje Urbi et orbi: “Dios se ha hecho hombre, ha venido a habitar entre nosotros. Dios no está lejano: está cerca, más aún, es el ‘Emmanuel’, el Dios-con-nosotros. No es un desconocido, tiene un rostro: el de Jesús. Es un mensaje siempre nuevo, siempre sorprendente, porque supera nuestras más audaces esperanzas. Especialmente porque no es sólo un anuncio; es un acontecimiento, un suceso que testigos fieles han visto, oído y tocado en la persona de Jesús de Nazaret”.

Llamó la atención que el 22 de diciembre, recibiendo en la Sala Regia del Palacio Apostólico a los cardenales y a los integrantes de la Curia romana y del gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano, dedicase una parte notable de su alocución a los abusos sexuales a menores por miembros del clero católico, los calificase como una de las “grandes angustias que durante este año nos han afectado” y reconociese que le habían turbado las “dimensiones inimaginables para nosotros” de tales actos “cometidos por sacerdotes que convierten el sacramento en su contrario y, bajo el manto de lo sagrado, hieren profundamente a la persona humana en su infancia y le provocan daños para toda la vida”.

El Papa evocó una visión de santa Hildegarda de Bingen en la que esta mística alemana del siglo XI contempló a la Iglesia como una mujer bellísima, “pero su rostro estaba cubierto de polvo, su vestido estaba rasgado en la parte derecha: también el manto había perdido su belleza singular y sus zapatos estaban sucios”. “Así lo hemos visto este año –añadió–. Hemos de acoger esta humillación como una exhortación a la verdad y una llamada a la renovación. Sólo la verdad salva. Hemos de preguntarnos qué podemos hacer para reparar lo más posible la injusticia cometida. Hemos de preguntarnos qué había de equivocado en nuestro anuncio (…). Hemos de hallar una nueva determinación en la fe y en el bien. Hemos de ser capaces de penitencia. Debemos esforzarnos en hacer todo lo posible en la preparación al sacerdocio para que algo semejante no vuelva a suceder jamás.”

Para ser completo en su análisis, Joseph Ratzinger se refirió al “contexto” en el que se ha generado tan triste fenómeno: el mercado de la pornografía infantil, el turismo sexual que amenaza a toda una generación de niños y niñas, el comercio de los cuerpos y almas en las grandes ciudades del mundo, el problema de la droga, la dictadura de la riqueza y del placer que pervierten al hombre, la fatal tergiversación de la libertad…

En este discurso-balance del año eclesial, el Pontífice dedicó también algunos párrafos al Sínodo de los Obispos sobre Oriente Medio, donde “los cristianos son la minoría más oprimida y atormentada”, y a su viaje al Reino Unido. De éste, subrayó el discurso que pronunció en el Westminster Hall, en el que denunció el peligro de sustituir la razón moral con una mera racionalidad finalista. “Ésta es –se lamentó– realmente una ceguera de la razón para lo que es esencial. Combatir esa ceguera de la razón y conservar la capacidad de ver lo esencial, de ver a Dios y al hombre, lo que es bueno y verdadero, es el propósito común que ha de unir a todos los hombres de buena voluntad. Está en juego el futuro del mundo”.

La celebración de la Navidad se desarrolló según el esquema tradicional: el Santo Padre celebró la Misa del Gallo en la Basílica vaticana, y el 25 de diciembre compareció en la “loggia de las bendiciones”, el balcón central de la Basílica que se asoma a la Plaza de San Pedro, donde se apiñaba una multitud muy variopinta a pesar de la lluvia y del frío, para proclamar su mensaje Urbi et orbi. A las 12 h., las cámaras de Mundovisión enfocaban a la persona del Papa flanqueado por los cardenales diáconos Agostino Cacciavillan y Jean Louis Tauran. Le rindieron los honores de ordenanza la Guardia Suiza y una representación del Ejército italiano, cuyas bandas interpretaron sucesivamente el himno pontificio y el italiano.

La luz de la Navidad

Comentando la frase del evangelio de Juan “Y el Verbo se hizo carne”, Benedicto XVI reafirmó que la luz de esta verdad sólo se manifiesta a quien la acoge con la fe, porque es un misterio de amor: “Sólo los que se abren al amor son cubiertos por la luz de la Navidad. Así fue en la noche de Belén y así es también hoy. (…) Si la verdad fuera sólo una fórmula matemática, en cierto modo se impondría por sí misma. Pero si la Verdad es amor, exige la fe, el sí de nuestro corazón”.

Mensaje ‘Urbi et orbi’, el día de Navidad

“El anuncio de la Navidad –siguió– también es luz para los pueblos, para el camino conjunto de la humanidad. El ‘Emmanuel’, el Dios-con-nosotros, ha venido como Rey de justicia y de paz. Como sabemos, su reino no es de este mundo; sin embargo, es más importante que todos los reinos de este mundo. Es como la levadura de la humanidad; si faltara, desaparecería la fuerza que lleva adelante el verdadero desarrollo, el impulso para colaborar por el bien común, al servicio desinteresado del prójimo, a la lucha pacífica por justicia. Creer en el Dios que ha querido compartir nuestra historia es un estímulo constante a comprometerse con ella, incluso en medio de sus contradicciones”.

En la parte final del mensaje, el Pontífice expresó sus deseos de paz para la tierra de Jesús, Tierra Santa, para Irak, para Oriente Medio. También recordó a los habitantes de Haití castigados todavía por las consecuencias del terremoto y de la epidemia de cólera, y a los de otros países (Colombia, Venezuela, Costa Rica y Guatemala) víctimas de otras calamidades.

“Que la celebración del nacimiento del Redentor –concluyó intencionadamente– refuerce el espíritu de fe, de paciencia y de valentía en los fieles de la Iglesia en la China continental, para que no se desanimen por las limitaciones a su libertad de religión y de conciencia, y, perseverando en la fidelidad a Cristo y a su Iglesia, mantengan viva la llama de la esperanza. Que el amor del ‘Dios con nosotros’ otorgue perseverancia a todas las comunidades cristianas que sufren discriminación y persecución e inspire a los líderes políticos y religiosos a comprometerse por el pleno respeto de la libertad religiosa de todos”. Finalizada la lectura del mensaje, comenzó la letanía de las felicitaciones en diversas lenguas; este año fueron 65.

El domingo 26 se prolongó la atmósfera natalicia en la Ciudad Eterna. Decenas de miles de fieles se congregaron en la Plaza de San Pedro, a la hora del Angelus, para escuchar las palabras del Papa, que propuso a los esposos de hoy el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret. “Esto es lo que necesitan los niños: el amor del padre y de la madre. Esto es lo que les da seguridad y lo que, al crecer, les permite descubrir el sentido de la vida”.

También manifestó su tristeza por los atentados contra católicos en Filipinas, Nigeria y otros países: “Deseo expresar mi más sentido pésame a las víctimas de estas absurdas violencias y repito una vez más el llamamiento a abandonar el camino del odio y a encontrar soluciones pacíficas a los conflictos y dar a las poblaciones seguridad y serenidad”.

Comida compartida con los pobres en el Vaticano, el 26 de diciembre

A las 13 h. ya estaba Joseph Ratzinger en el atrio del Aula Pablo VI para participar en la comida que ofreció a unos 350 pobres que son habitualmente atendidos por las comunidades de las Misioneras de la Caridad, de cuya fundadora, Madre Teresa de Calcuta, se cumple ahora el primer centenario de su nacimiento. Lasaña a la boloñesa, ternera al horno con patatas, panettone y café fue el menú ofrecido. El Papa, acompañado por el prefecto de la Casa Pontificia, James M. Harvey, y su secretario particular, Georg Gänswein, compartió su mesa con quince comensales de diversos países. La superiora de las Misioneras, sor Mary Prema, le impuso sobre sus hombros una guirnalda de flores blancas y amarillas, como es costumbre en la India. Él, en sus palabras, recordó a Madre Teresa: “Su figura pequeña, con las manos juntas o mientras acariciaba a un enfermo, un leproso, un moribundo, un niño, es el signo visible de una vida transformada por Dios. Al hombre, que a menudo busca felicidades ilusorias, vuestro testimonio de vida –les dijo a las religiosas que habían servido a la mesa– les muestra dónde se encuentra la verdadera felicidad: en compartir, en dar, en amar con la misma gratuidad de Dios que rompe la lógica del egoísmo humano”.

En la tarde del 31 de diciembre tuvo lugar (siempre en la Basílica vaticana) la celebración de vísperas en la Solemnidad de María Santísima y el tradicional Te Deum de acción de gracias por el año transcurrido. Ceremonia solemne pero, en mi opinión, demasiado hierática; impresión reforzada por los imponentes ornamentos con los que revistieron al Papa, algunos de los cuales parecen querer remontarnos a la Edad Media. Al final de las vísperas, el Santo Padre hizo una breve visita al Belén monumental montado, como todos los años, en la Plaza de San Pedro.

Libertad religiosa y paz

Desde que en 1968 Pablo VI decidiese unir el primer día del año con la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, han pasado más de cuatro décadas, a lo largo de las cuales se ha reforzado el valor de esta intuición montiniana. La solemne Eucaristía la concelebraron este año el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone; el presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, cardenal Peter Kodwo A. Turkson; el sustituto de la Secretaría de Estado, Fernando Filoni; el secretario par las Relaciones con los Estados, Dominique Mamberti; y el secretario del citado Consejo, Mario Toso. La parte musical estuvo a cargo de los ‘Pueri Cantores’, cuya Federación Internacional ha celebrado en Roma su 36º Congreso con la participación de coros del mundo entero.

La homilía de Benedicto XVI, después de haberse explayado con abundancia sobre la maternidad de María, aludió al Mensaje que con este motivo ha hecho público y que lleva el título La libertad religiosa, camino para la paz: “Frente a las amenazantes tensiones del momento, especialmente frente a las discriminaciones, a los abusos y a las intolerancias religiosas que hoy golpean de modo especial a los cristianos, una vez más dirijo un apremiante llamamiento a que no se ceda al desaliento y a la resignación. Exhorto a todos a que recen para que lleguen a buen puerto los esfuerzos realizados en diversas partes para promover y construir la paz en el mundo”.

La sorpresa fue el anuncio de la decisión de conmemorar el 25º aniversario de la Jornada Mundial de Oración por la Paz, convocada por Juan Pablo II en Asís en 1986, con una peregrinación de su sucesor a la ciudad de san Francisco, “invitando a que se le unan en este camino los hermanos cristianos de las diversas confesiones, los exponentes de las tradiciones religiosas del mundo e, idealmente, todos los hombres de buena voluntad”. Por ahora no se conocen más detalles de esta nueva “cumbre” interreligiosa por la paz, pero la iniciativa, en todo caso, desmiente a quienes en su día presentaron al cardenal Ratzinger como reticente ante la profética iniciativa de Karol Wojtyla.

A propósito del ecumenismo, Benedicto XVI se hizo presente en el 33º Encuentro Europeo de Jóvenes de la comunidad de Taizé, que ha tenido lugar en Rotterdam (28 de diciembre-1 de enero). “¡Que Dios os conduzca a las fuentes de la alegría!”, exhortaba el Papa en el mensaje que envió a los cerca de 30.000 participantes, en clara sintonía con el llamamiento del hermano Alois, prior de Taizé: “Que la alegría, la compasión y el perdón inspiren vuestras vidas”.

Atentado en Egipto

Pocas horas antes del discurso papal antes citado, se producía en Alejandría (Egipto) el ataque a una Iglesia copta, que causó 22 muertes de inocentes. “Este vil gesto de muerte, como el de poner bombas ahora también cerca de las casas de los cristianos en Irak para obligarles a irse, ofende a Dios y a toda la humanidad, que justo ayer rezó por la paz y ha iniciado con esperanza un año nuevo. Ante esta estrategia de violencia que tiene como punto de mira a los cristianos y tiene consecuencias sobre toda la población, ruego por las víctimas y sus familiares y animo a las comunidades eclesiales a perseverar en la fe y en el testimonio de no violencia que nos viene del Evangelio. Pienso también en los numerosos agentes de pastoral asesinados durante el 2010 en diversas partes del mundo [23 en total, informa la Agencia Fides]: a ellas va igualmente nuestro recuerdo afectuoso ante el Señor. ¡Permanezcamos unidos en Cristo, nuestra esperanza y nuestra paz!”.

Creación de la Autoridad de Información Financiera

En otro orden de cosas, el día 30 se hizo público el motu proprio de Benedicto XVI para la prevención y el control de las actividades ilegales en el campo financiero y monetario; se crea la Autoridad de Información Financiera (AIF) y se promulgan diversas leyes para evitar el reciclaje de dinero sospechoso, la financiación del terrorismo y otros delitos.

Sin entrar en detalles técnicos, digamos que la Santa Sede adopta todas las medidas que exigen los organismos internacionales para incluir a los Estados en la llamada white list por su comportamiento impecable ante los flujos monetarios de origen criminal. Desde ahora, todas sus entidades tendrán que atenerse a una severa reglamentación que impida camuflar operaciones fraudulentas. Por supuesto, el Instituto para las Obras de Religión (IOR) se somete a esta nueva reglamentación y todos los movimientos de capital que opere tendrán que ajustarse a las normas y ser autorizados por la AIF. Se pasa, pues, página a un pasado que dejaba bastante que desear en cuanto a la “transparencia, honestidad y responsabilidad”.

Con estas tres palabras comentaba la noticia el director de la Sala de Prensa. “Desde siempre –afirmaba el P. Lombardi– las actividades ilegales han demostrado poseer una capacidad extraordinaria para infiltrarse y contaminar el mundo económico y financiero, pero su desarrollo a escala internacional y el uso de las nuevas tecnologías las han hecho cada vez más omnipresentes y capaces de camuflarse, por lo que, para combatirlas, ha adquirido máxima urgencia constituir redes de control y de información mutua entre las autoridades responsables de la lucha contra ellas. (…). Los organismos del Vaticano serán menos vulnerables al riesgo constante que inevitablemente se corre cuando se maneja dinero”.

UN BRASILEÑO, NUEVO PREFECTO PARA LA VIDA CONSAGRADA

Hon Tai-Fai

Celso Morga

J. Braz de Aviz

Antes del final del año, el Papa hizo algunos nombramientos en la Curia: el sacerdote español Celso Morga, hasta ahora subsecretario de la Congregación para el Clero, pasa a ser el nuevo secretario de éste. En la Congregación para la Evangelización de los Pueblos que rige el cardenal indio Ivan Dias se ha producido un cambio muy significativo: para el cargo de secretario (‘número dos’) ha sido nombrado el salesiano chino Hon Tai-Fai, de 60 años. Nacido en Hong Kong, doctor en Filosofía por la Universidad de Londres, doctor en Teología y miembro de la Comisión Teológica Internacional, dará mucho juego en las turbulentas relaciones chino-vaticanas.El 4 de enero se hacía público el nombramiento de João Braz de Aviz, arzobispo de Brasilia (Brasil), como prefecto de la Congregación para la Vida Religiosa, en sustitución del cardenal Rodé.

‘PUERI CANTORES’, por Antonio Pelayo

Perdonen un recuerdo personal: en 1960, el arriba firmante asistió en Roma a un Congreso Internacional de los ‘Pueri Cantores’. Formaba parte de la ‘Schola Cantorum’ de la Universidad de Comillas que dirigía el exquisito jesuita José Ignacio Prieto. Fue su primera visita a la Ciudad Eterna.

Comprenderán mi emoción al ver, cincuenta años después, a miles de muchachos y muchachas de los cinco continentes recorrer entusiasmados las calles de esta ciudad y enriquecer con sus voces la Basílica de San Pedro.

Después de los desbarajustes producidos por una precipitada y errónea aplicación del Vaticano II, es hoy más necesario que nunca revitalizar y ennoblecer la música litúrgica. Los ‘Pueri Cantores’ son, en ese sentido, una punta de lanza que hay que sostener y apoyar.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.736 de Vida Nueva.

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