Nuevos vientos para la Iglesia en Europa

Visita de Sarkozy a Roma en 2007

(Pedro Aliaga– Trinitario. Historiador) Tras la reciente victoria electoral de CiU en Cataluña, el dirigente Duran i Lleida ha concedido una entrevista para un diario en la que, preguntado por los primeros pasos del nuevo Gobierno catalán, tras señalar los principales desafíos de la sociedad (paro, fracaso escolar y crisis financiera), la mayor parte de la respuesta se centra en la crisis de valores profunda: “Cataluña, como toda España –afirma–, tiene una crisis de valores profunda. Hay un afán de amparar y promover el laicismo, de expulsar el hecho religioso de la sociedad”.

En el Reino Unido, los tories del joven y ecologista David Cameron han hecho uno de los puntos focales de su programa de gobierno el We do God (Dios nos importa), lema en claro contraste con un no muy lejano We don’t do God de Tony Blair en sus tiempos de primer ministro. La nueva presidenta de los tories, Sayeeda Warsi, afirmaba hace dos meses que Dios juega un rol importante en las políticas de su Gobierno.

En cierta manera, y al menos cronológicamente, se puede dar a Nicolas Sarkozy la primacía entre la reciente generación de mandatarios europeos que se han puesto manos a la obra para hacer de la laicidad del Estado un concepto positivo. Cuando era ministro del Interior, en su libro-entrevista La República, las religiones, la esperanza y expresando su acuerdo con las tesis de Tocqueville, afirmaba que quienes atacan las creencias religiosas siguen sus pasiones y no sus intereses, pues es el despotismo quien puede pasar de la fe, pero no la libertad.

Encrucijada histórica

La Iglesia en Europa se encuentra en los comienzos de una nueva encrucijada histórica o, al menos, eso parecen indicar los políticos. Habrá que ver en qué consiste esa colaboración auspiciada por los gobiernos, y habrá que estudiar qué precio hay que pagar, en contribución de trabajo y en situación libre y autónoma de los creyentes en el conjunto de las fuerzas sociales.

La aportación de Ratzinger (antes y después de su elección pontificia) a este nuevo horizonte para la Iglesia europea es, a todas luces, de un valor y tempestividad excepcionales. La creación de un dicasterio para la Nueva Evangelización, que mira precisamente a Europa, y a cuyo frente se ha puesto a un prelado familiarizado con los entresijos de la política (y de los políticos), confirma la oportuna sagacidad católica.

Más información en el nº 2.736 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea el artículo íntegro aquí.

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