De Santa Clara a ‘Iesu communio’

La comunidad de Lerma se convierte en un nuevo instituto religioso

(Fran Otero) Hace poco más de una semana, saltaba la noticia. Las clarisas de Lerma-La Aguilera, conocidas por la gran cantidad de vocaciones jóvenes que reciben, dejaban de serlo para convertirse en un instituto religioso. Ellas mismas lo comunicaron: “Queremos confirmar que hemos recibido la notificación oral de la decisión de Su Santidad Benedicto XVI de aprobar nuestra forma de vida y erigir nuestra comunidad como un nuevo instituto religioso de derecho pontificio denominado ‘Iesu communio’”.

Es la culminación a un proceso que se inició en 2009, cuando la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada les había animado a procurar definir con claridad la forma de vida a la que se sentían llamadas. Así, y después de que el arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, presentara la documentación pertinente, y los organismos competentes la estudiasen, se decidió la creación de una nueva institución. “La aprobación que ahora se nos comunica contiene la gozosa novedad y la fuerte responsabilidad de confirmarnos en la vida que Dios había suscitado entre nosotras desde hace tiempo”, justifican.

Luces y sombras

Mientras no se publican los documentos oficiales las religiosas rehúsan ofrecer una información más detallada y se limitan a “expresar su alegría y acción de gracias”. Pero la noticia, con sus luces y sombras, ha generado cierta sorpresa y preocupación en altos cargos de la Vida Religiosa tanto en el Vaticano como en España, según ha podido saber Vida Nueva. También plantea algunas cuestiones que no han quedado demasiado claras y que conviene sean explicadas.

En primer lugar, lo que no se puede negar es el florecimiento vocacional que se produce en Lerma-La Aguilera, que cuenta con 181 religiosas, todas muy jóvenes; sobre todo, porque la situación de la Vida Religiosa en general no se le acerca ni de lejos. Tampoco se puede obviar el carisma de la que fuera maestra de novicias y actual abadesa, sor Verónica Berzosa, que ha sido un factor importante en el resurgir de vocaciones. Además, son muchos –reciben numerosas visitas los fines de semana– los que certifican que transmiten una alegría difícil de describir.

En cambio, estas virtudes se ven oscurecidas en cierto modo por cuestiones que no están del todo claras y que pueden ser objeto de reflexión. Por ejemplo, se percibe que se ha fraguado una reforma en la clandestinidad, algo que ha provocado malestar en la orden franciscana, que se une al que ya existía cuando callaban ante las peticiones de hermanas para socorrer monasterios que lo necesitan.

Dos religiosas en La Aguilera

A estas dudas se unen preguntas sin contestar: ¿dejarán los monasterios que ocupan? ¿En qué diócesis se establecerán? ¿Serán monásticas o de vida activa? ¿Nace algo nuevo? Sobre esta última cuestión, fuentes consultadas por Vida Nueva señalan que “no parecen tiempos de nuevas fundaciones sobre carismas de radicalidad”, al tiempo que no creen que la nueva institución “suponga un plus carismático sobre la inspiración secular de santa Clara”.

Un aspecto que ha sorprendido es que se les haya concedido ser un instituto de derecho pontificio (tienen jurisdicción plena), cuando instituciones de este tipo suelen pasar un filtro y constituirse primero como de derecho diocesano. Al menos, según apuntan las mismas fuentes, “es un agravio comparativo con otras congregaciones” y denota que han tenido el apoyo de muy altos cargos del Vaticano y de la Iglesia en España.

Entre otros aspectos, también habría que analizar, según las fuentes consultadas, la vinculación del monasterio con algunos movimientos, la madurez o posibles casos de seguimiento en masa de las candidatas y el silencio en torno a las religiosas que abandonan la comunidad.

EL FENÓMENO LERMA

Que jóvenes con estudios universitarios y buenos puestos de trabajo decidan enrolarse en la Vida Religiosa hoy es significativo, porque no viene siendo lo normal. Y si son muchas en pocos años, como es el caso en Lerma-La Aguilera, todavía más. Se ha calificado como fenómeno o milagro lo que allí sucede, porque la mayor parte de los religiosos pasan dificultades, porque los monasterios se vacían y porque los jóvenes no ven atractiva la religión.

Muchos achacan este renacer vocacional de Lerma a la abadesa, sor Verónica, y es responsable en gran medida. De hecho, el florecimiento no se puede entender sin su figura. Desde que se convirtiera en la responsable de la comunidad, las vocaciones no dejaron de crecer. Tanto que la comunidad se dividió en dos por problemas de espacio y una gran parte se trasladó a La Aguilera. El fenómeno continúa, pero con otro nombre, ‘Iesu communio’.

En el nº 2.734 de Vida Nueva.

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