Año nuevo: tiempo de leer el futuro

Su lectura cuenta con instrumentos más confiables que los tarots y los horóscopos

(Texto : VNC– Fotos: Archivo SM) El grupo de colombianos que se reunió durante 14 días en tres períodos del año 1998 en el recinto Quirama, cerca de Rionegro, enfrentó un ejercicio desafiante: leer el futuro del país y consignar en cuatro escenarios los resultados de esa lectura. Aplicaban unas técnicas que han venido perfeccionándose desde la segunda guerra mundial, cuando los estados mayores de los ejércitos, con base en datos de inteligencia, planeaban sus movimientos futuros y preveían los del enemigo. Estos comienzos de la prospectiva les servirían a las empresas petroleras, la Shell en especial, para programar sus tareas de exploración y de expansión industrial y comercial.

Fue todo un reto creativo la idea de aplicar la prospectiva a un propósito político como el de propiciar la paz en Suráfrica, pero fue allí en donde esta lectura del futuro  tuvo su más notorio éxito. Los escenarios previstos orientaron las acciones de paz, porque  al seleccionar entre ellos el más deseable de todos, tuvieron una guía para las tareas políticas, pedagógicas y de acción social.

Cuando llegó a Suráfrica, la paz no tomó a nadie  por sorpresa. Los surafricanos sabían por dónde entraría, porque así lo habían mostrado sus lectores del futuro.

Esto mismo  intentaron los 43 colombianos convocados por “Destino Colombia”. Años después de esas reuniones, siguieron con sorpresa el cumplimiento de las predicciones de su tercer escenario difundido bajo el título de “Todos a Marchar”. Había sido previsto un líder de mano fuerte, se habían anunciado sus acciones exitosas contra la guerrilla y el apoyo de la opinión pública.  El escenario había adelantado, además, las gestiones del líder para cambiar la constitución y obtener un nuevo mandato, el desarrollo de ese mandato y la declinación de ese gobierno por sus desganadas políticas sociales.

Hoy los miembros de ese grupo y quienes han seguido la historia de sus escenarios se preguntan si esta etapa posterior al “Todos a Marchar” corresponderá al siguiente escenario: “La unión hace la fuerza”. ya implícito en el proyecto político del presidente Santos de la Unidad Nacional.

Las costumbres les han dado a las prácticas sociales e individuales de comienzo de año, un carácter de lectura del futuro inmediato. Sólo que rituales como  el de las uvas que se comen al ritmo de las doce campanadas de la media noche de año nuevo, o la interpretación de las líneas que deja el chocolate en la taza vacía y otros agüeros semejantes, han perdido importancia y solo son parte de unas celebraciones folclóricas.

Hoy la lectura del futuro  cuenta con instrumentos más confiables que los tarots y los horóscopos y es claro que el futuro ya  no es más una carga que se le impone al ser humano sin su consentimiento. Para el hombre de hoy es claro que el futuro no se debe esperar de un hado ciego, ni de una voluntad tiránica, que no estamos sujetos como marionetas a la conjunción de los astros, ni a la fatalidad de un signo del horóscopo, ni al cambio de humores de algún dios, sino que la historia, para bien o para mal es hechura de la voluntad humana. Condicionar  y orientar el futuro con el mismo impulso certero con que el piloto marca la dirección de una nave, es un poder del hombre.

Los grandes momentos de la historia han sido aquellos en que la acción de un hombre, llámese Von Braun con su proyecto de llegar a la luna, o Colón con su empeño de llegar a las Indias o Pasteur y los esposos Curie con su visión científica,  con vigorosos timonazos condicionaron el futuro y le señalaron rumbos distintos. Fueron hombres que usaron el poder de cambiarle el rumbo a la historia colectiva.

El futuro entra en la agenda de los humanos, bajo la forma inocente de ordenar y cumplir los compromisos de cada día, el hombre de hoy siempre está programando el futuro; el hecho es que el presente apenas si tiene importancia porque  hoy se vive en función del futuro. El presente  resulta un espacio demasiado limitado, casi una prisión, de la que escapa cuando proyecta el futuro. El hombre hiperactivo de hoy está preguntando de continuo por la agenda de mañana o del próximo fin de semana, o del mes que viene,  y maneja el tiempo que vendrá como un recurso que remedia las limitaciones del presente. Habla de ventas a futuro, del inmediato y largo plazo para lograr resultados o para pagar cuotas, o de planear acciones, porque la dimensión dominante del tiempo es el futuro, que es prioritario respecto del pasado.

El tiempo encuentra su verdad en el futuro, escribía Hegel, en cita de Hannah Arendt, quien  trae a cuento el rechazo del hombre por el presente cuando  mira los días que corren,  como malos herederos del pasado o al presente  como una prisión estrecha de la que huimos los humanos para refugiarnos en lo que vendrá, que se nos figura como un promisorio guiño de luz que parpadea en el horizonte. Pero el futuro no es esa realidad distinta y gratuita. Así como en la memoria duermen las imágenes, voces, sensaciones y pensamientos del pasado, en la voluntad del ser humano está latente el futuro. Arendt llama a la voluntad el órgano del futuro  y advierte sobre la ambivalencia del inglés  en la palabra will, que es a la vez la partícula auxiliar para construir el futuro de los verbos, y el verbo que significa un acto de voluntad. Sabiduría del lenguaje que expresa la conexión entre la voluntad y el futuro.

Tanto en la vida personal como en la vida social un acto de voluntad cambia el futuro, que es tanto como decir que altera la historia, al modificar un rumbo y sustituirlo por otro . Esto es lo que ocurre, por ejemplo, cuando una  persona se decide por una carrera profesional o técnica y no por otra, o cuando una sociedad toma decisiones políticas que corrigen el presente y le dan  una fisonomía  precisa al futuro. Las costumbres de comienzo de año, más allá de su folclorismo y banalidad, descubren esa vocación humana de conocer y controlar el futuro.  Son las  fechas escogidas para hacer el balance del año que termina y para trazar el perfil del que comienza con programaciones, propósitos o proyectos que son las formas de tomar posesión del futuro y de poblarlo, como si fuera tierra de colonización, con las propias decisiones.

Entre las actividades humanas hay tres que de manera más vigorosa arrancan al hombre de la cierta seguridad del presente y lo arrojan a la incertidumbre y al gozo del futuro, son el proyecto, la promesa y el perdón. Estas tres actividades  ponen el futuro en la agenda de las personas.

Un proyecto es una forma de hipotecar los sueños, de parcelar y entregar acciones futuras, de condicionar la vida con exclusión de otros posibles. Es una manera de ofrecer el futuro propio y de influir en los futuros ajenos.

La promesa se construye sobre un ofrecimiento de futuro, que así queda amarrado a los términos de lo prometido. Al prometer, se clausuran otras posibilidades y se entrega, atado de pies y manos, el futuro. Las promesas tienen esa fuerza y ese rigor. La vida, como esos ríos domesticados por cauces profundos tallados en la roca, sigue el curso que señala la promesa. El perdón, a su vez, rompe las compuertas del pasado para que la vida siga su curso hacia el futuro. Perdonar es comprometerse con el tiempo futuro e impedir que el pasado inmovilice y contamine el presente y la vida que vendrá.

Son tres actividades humanas que explican por qué y cómo, el futuro está en nuestras agendas, quizás sin que tengamos clara conciencia de ese poder de la voluntad del hombre. El fin y el comienzo del año por tanto, se convierten en una ocasión propicia para fortalecer el dominio del hombre sobre el tiempo futuro a través de los proyectos para el año que viene, de las promesas que las personas se hacen a sí mismas, a sus allegados o en su trabajo pero, especialmente el perdón se revela como una apertura al futuro.

El perdón subvierte la sumisión al tiempo y preconiza el poder del ser humano  para dirigir su curso; así el tiempo de la venganza deja de ser  definitivo e inmodificable; esta apertura al futuro rompe el inmovilismo del odio y continúa su marcha, porque así lo quiere quien ha recibido la ofensa; o en el caso de una sociedad, porque la voluntad colectiva decide que el futuro es más importante que el inmovilizador momento de la ofensa.

Esta cualidad del perdón subvierte, además, nuestros hábitos mentales y nuestras prácticas, introduce otra mirada sobre el presente, que ya no será un pasado que termina sino un futuro que comienza; nos da otra versión de los hechos, que aparecerán preñados de consecuencias, disipa el terror del futuro o la incertidumbre por lo que vendrá y, en su lugar, se instala la convicción de que el futuro no les pertenece a los dioses, ni a las estrellas, ni a los espíritus de las tinieblas, sino a cada hombre, que con sus acciones de hoy determina las realidades de mañana.

La unión hace la fuerza (resumen)

Restablecida la confianza de la sociedad y garantizada la seguridad de los inversionistas y empresarios, los indicadores de la economía tuvieron una previsible evolución positiva y retornaron a las tendencias de largo plazo que habían tenido antes de la intensificación del conflicto armado. Al fortalecer efectivamente las regiones cambió lo social y se puso en marcha el proceso para hacer un Estado descentralizado con participación de la comunidad. El efecto más visible de esa dinámica fue la participación creciente de la ciudadanía en los asuntos públicos.

El interés internacional comenzó cuando la ciudadanía irrumpió en masivos pronunciamientos a favor de la paz y en respuesta a cada acto atroz, exigiendo respeto a los derechos humanos y el fin de los conflictos armados. El repudio ciudadano a la narcoeconomía y a la narcopolítica contribuyó a la valoración de Colombia en el mundo.

La sociedad civil, consciente del daño tremendo que hizo a toda su estructura social la presencia extendida del narcotráfico, recuperó su sentido ético y le cerró las puertas. Se combatieron, desde las instancias legales y el mismo gobierno, los fortines políticos que estos habían instalado en el poder, y las prácticas conexas, que como el lavado de dólares y el contrabando, habían deteriorado tanto nuestra economía.

Tanto las víctimas de la delincuencia política, como las de la delincuencia común, se redujeron sustancialmente en este nuevo clima nacional. Fue una tarea difícil que, como ninguna otra, requirió un esfuerzo de largo plazo y unos profundos cambios en la mentalidad individual y colectiva. Ante los resultados obtenidos y al cambiar el mapa de las relaciones entre los colombianos, comprendimos por qué había sido tan difícil el proceso. Y por qué no se había intentado antes. Suponía una inmensa fe en nosotros mismos y el cambio de una vieja manera de ser. Pero este proceso nos reveló a la vez la gran causa de nuestros males: la inclinación a trabajar divididos y aislados y nos descubrió también nuestra verdadera fuerza: la unión. Destino Colombia.

En el nº 17 de Vida Nueva Colombia.

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