Vender la hipoteca

(José Luis Corzo– Profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid)

“Con todas las direcciones a mano, cada uno busca la suya sin aprovechar para darnos un garbeo por el Evangelio hipotecado. Estamos en deuda con él. Tras invertir en ladrillos con dinero ajeno, España quiere vender su deuda ¡que ya es vender! para pagar lo urgente. Vendamos la hipoteca de la Buena Noticia, porque urge la esperanza para los que sufren”

Están pasando cosas muy raras y nuestra ignorancia es tanta que ya todo parece posible, aunque seamos incapaces –qué digo de explicarlo– hasta de entenderlo. Ya sé que cuentan con ella, pero tanta ignorancia no puede ser buena. Ni genera humildad, ni ganas de saber; al contrario, un relativismo corrosivo y amargo. Muy similar al que me entra de repente cuando, al volante por la autovía, busco orientarme y leo con todas sus letras lo que allí pone: todas direcciones. ¡Qué horror! me digo, no es posible: a Calcuta, a Torrelodones, a La Roda, al mismo Kansas City… tirando a la derecha. No es posible.

Hace años vimos a Juan Pablo II oponerse a la invasión de Irak y salió su portavoz a interpretarle según la doctrina tradicional de la guerra justa. Ahora sale una entrevista con Benedicto XVI y hay que saber leerla para que sea imposible entender nada nuevo. Ya era duro aceptar que estos chismes de la guerra y del preservativo formasen parte de la tradición y el magisterio; pero para siempre jamás… Las nuevas guerras, con riesgo nuclear y más civiles muertos que militares, dejan obsoleta la guerra defensiva, había dicho el papa polaco. Tampoco ahora necesitan controlador las palabras en el avión del Papa a Compostela; las oímos todos: que basta de chocar contra el laicismo, que hay que encontrarse con él.

Y es que, con todas las direcciones a mano, cada uno busca la suya sin aprovechar para darnos un garbeo por el Evangelio hipotecado. Estamos en deuda con él. Tras invertir en ladrillos con dinero ajeno, España quiere vender su deuda ¡que ya es vender! para pagar lo urgente. Vendamos la hipoteca de la Buena Noticia, porque urge la esperanza para los que sufren.

En el nº 2.733 de Vida Nueva.

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