Sí a la ley de muerte digna, no a su trampa

(Vida Nueva) El Gobierno acaba de anunciar una nueva ley sobre cuidados paliativos y muerte digna. ¿Qué aspectos deberían contemplarse para no abrir la puerta a la eutanasia? Reflexionan sobre este tema el profesor Francisco Alarcos y el obispo Mario Iceta.

El anuncio de una ley con diferentes escenarios

(Francisco José Alarcos Martínez– Profesor de Teología Moral en la Facultad de Teología de Granada y director de la Cátedra Andaluza de Bioética) Habría que distinguir cinco escenarios que, con demasiada frecuencia, se confunden: eutanasia, suicidio asistido, limitación del esfuerzo terapéutico, rechazo de tratamiento y sedación paliativa terminal y en la agonía.

La palabra eutanasia se refiere a aquellas actuaciones que, entre otras condiciones, producen la muerte de los pacientes y se realizan a petición expresa y reiterada en el tiempo del paciente. El segundo escenario se da cuando, en este mismo contexto, la actuación del profesional se limita a proporcionar al paciente los medios para que sea él mismo quien se produzca la muerte. Ante la eutanasia y el suicidio asistido, la posición moral de la Iglesia católica y del resto de grandes tradiciones religiosas es de rechazo y condena.

El tercer escenario es la limitación del esfuerzo terapéutico (LET). El cuarto escenario, el del rechazo de tratamiento, está estrechamente vinculado al consentimiento informado, en el que actualmente se sostienen todas las relaciones sanitarias. El quinto escenario, el de la sedación paliativa terminal y en la agonía, forma parte de la buena práctica en cuidados paliativos, los cuales son reclamados por la Iglesia en el nº 2279 del Catecismo.

Si el anuncio de la nueva ley no contempla los dos primeros escenarios y se sitúa prudentemente en los tres últimos para profundizar en ellos, contará con un amplio consenso social y un alto apoyo moral. Si utiliza los tres escenarios finales para abrir la puerta a la eutanasia y al suicidio asistido, encontrará muchas resistencias, pues la disponibilidad de la vida personal nunca puede ser transferida ni moral, ni jurídicamente.

Los cuidados paliativos, respuesta a la enfermedad terminal

(Mario Iceta– Obispo de Bilbao, doctor en Medicina y Cirugía y experto en Bioética y Ética Médica) El sufrimiento, la enfermedad y la muerte constituyen un misterio que apenas alcanzamos a comprender, pero que, de un modo u otro, a todos nos afecta. Pero también surge en nosotros la experiencia de que son realidades que, vividas bajo la mirada de Dios, que es amor, lejos de dañar la dignidad del hombre y de su libertad, constituyen una ocasión excepcional en la que se nos revela la grandeza de nuestra existencia.

Ante la enfermedad terminal o incurable existen, a mi modo de ver, dos respuestas que se sitúan fuera del ámbito de la Medicina. Tales respuestas son la obstinación terapéutica y la eutanasia. Por un lado, debe rechazarse, por inadecuado, lo que se conoce como obstinación terapéutica, que alarga inútilmente la agonía de un enfermo en estado terminal o mortifica innecesariamente a un enfermo incurable.

En el otro extremo se sitúa la eutanasia. Ésta constituye, asimismo, una respuesta inadecuada a la enfermedad terminal. La eutanasia constituye una acción u omisión que, por su naturaleza y en la intención, causa la muerte. Además, sitúa al profesional sanitario en un ámbito que no le corresponde: decidir sobre la vida y la muerte. La eutanasia, en definitiva, propone la muerte como respuesta razonable ante la enfermedad incurable o terminal.

Quisiera recordar el famoso aforismo que fundamenta el quehacer de los profesionales de la salud: curar, al menos aliviar, siempre consolar y nunca abandonar. Los cuidados paliativos constituyen, a mi modo de ver, la respuesta adecuada, digna y deseable de la Medicina ante el ocaso de la vida de toda persona y, de modo particular, en las situaciones de enfermedad terminal.

Más información en el nº 2.733 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea los ‘Enfoques’ íntegros aquí.

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