Ángel Olarán: “La Iglesia no debe imponer, ni querer vivir de privilegios”

Misionero en Etiopía

(José Carlos Rodríguez Soto) “En todas partes hay pobreza, pero si para mucha gente aquí es difícil llegar a final de mes, allí lo difícil es llegar al final del día”. Cuando Ángel Olarán habla de “allí” se refiere a Wukro, el lugar del norte de Etiopía adonde llegó hace 17 años. “Lo más acuciante es poder comer. Ves a un niño de cuatro años y te parece que tuviera uno o dos”.

Este religioso de 72 años, natural de Hernani (Guipúzcoa), perteneciente al instituto de los Misioneros de África (Padres Blancos), desborda energía, que se hace evidente en el cúmulo de obras sociales que desarrolla en Wukro: “Tenemos una escuela de FP, damos cursos de mejora de técnicas agrícolas, construimos canales de riego, tenemos un programa de reforestación, atendemos a unos mil huérfanos, 200 ancianos y 150 mujeres con niños en situación precaria, administramos un proyecto de microcréditos para 500 mujeres …”. Oyéndole, no se puede evitar la impresión de que se debe de haber dejado bastantes más cosas en el tintero. ¿Y trabajo pastoral? “Wukro tiene 37.000 habitantes, pero sólo hay un católico. Celebramos la Eucaristía para las monjas y los maestros, pero lo importante es que estamos allí para responder a las necesidades de la gente”, dice.

Pero él no se conforma con atender a los últimos. También denuncia las causas de que lugares como Etiopía figure en la larga lista de países pobres: “La pobreza es consecuencia de la globalización y de cómo funciona el mercado internacional. Por ejemplo, Etiopía cobra hoy por el café que exporta tres veces menos que hace cinco años, mientras que los productos agrícolas que Europa exporta a África valen lo mismo, o incluso menos, que los que producen los africanos, porque están subvencionados”. Olarán, indignado, baja al detalle: “Lo peor es que el mundo rico no quiere reconocer el daño que ha hecho y hace al Tercer Mundo. Ahora se habla mucho de memoria histórica, pero nadie quiere hacer memoria de lo que se le ha hecho a África con la esclavitud, la colonización y la injusticia del sistema actual, porque si los países ricos reconocieran que lo han hecho mal, tendrían que cambiar el sistema económico actual”. Las consecuencias de este sistema, dice, se ven en situaciones como la de Etiopía, un país que dedica el 10% de su PIB al pago de los intereses de la deuda externa, y sólo el 2% a sanidad y el 4% a educación. “Con una mano les quitamos la hogaza y con otras les damos migajas, y aún éstas se las hacemos pagar”.

Ateos entusiastas

A la misión de Wukro acuden decenas de jóvenes voluntarios atraídos por la labor de este hombre. ¿Y todos son católicos? Sonríe: “Muchos son ateos, pero, cuando rezamos juntos, les digo: ‘Si no crees en Dios, reza a la energía positiva, y si tampoco crees en eso, pues da gracias por la amistad y el calor humano que nos une’. En Europa, ese calor hay que buscarlo con linterna, porque el desarrollo económico ha ahogado los valores humanos. Estos voluntarios, aunque no practiquen, se alegran de convivir con sacerdotes. En su interior hay una nostalgia de la fe que vivieron de niños y que después dejaron de lado”.

Olarán se siente a gusto en África con una Iglesia “que da una imagen de que Dios está dentro de la humanidad”. Menos entusiasmo ve en la institución eclesial en España: “Creo que ofrece poco atractivo a la mayoría de los jóvenes, y eso me apena. Jesús vivió en la calle, en contacto con su Padre y con la gente y sus problemas, y por eso podía decir ‘se os dijo… pero yo os digo’, despertando entusiasmo por su mensaje novedoso. Tengo la impresión de que la Iglesia española vive anclada en el “se os dijo”, y no faltan los que quieren imponer a Cristo a base de dar ‘cristazos’. Hay que proponer, no imponer, ni querer vivir de privilegios, porque el Evangelio es una alternativa de vida”.

En esencia

Un libro: Ecología, de Leonardo Boff.

Una película: El jardinero fiel.

Una canción: Egoak ebaki banizkio, de Mikel Laboa.

Un deporte: el montañismo.

Un rincón del mundo: Wukro.

Una persona: Vicente Ferrer.

Un regalo: algo envuelto con cariño.

Un recuerdo de la infancia: la seguridad en mi familia.

Mi última alegría: esta entrevista.

Un valor: la honestidad.

Una tristeza: pensar que existe la depresión.

Que me recuerden por: ser alguien que amó.

jcrsoto@vidanueva.es

En el nº 2.733 de Vida Nueva.

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