¡Feliz Navidad! ¡Felicidades!

(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“Tampoco debemos ser huraños, y rechazar o condenar las muchas pequeñas alegrías de la gente, aunque sean superficiales y pasajeras, con tal de que no sean negativas y destructivas. Al contrario, podemos ver en ellas como una simiente, una llamada de Dios hacia una felicidad mayor”

Dichoso el vientre que te llevó, y los pechos que te amamantaron, dijo aquella mujer entre el gentío que rodeaba a Jesús. ¡Vaya un piropo fino! Pero el Señor respondió: Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

Ya sabemos que María había cumplido eso más y mejor que nadie. Pero lo que ahora quisiera destacar es esa palabra mágica para el mundo: dichoso; es decir, feliz. Todos deseamos instintivamente la dicha y la felicidad, hasta los animales. Lo difícil sería ponernos de acuerdo sobre lo que entendemos cada uno por felicidad.

Entenderla tan sólo por tener satisfechas las necesidades materiales, puede servir para los animales, pero no para el hombre, que tiene una cuarta dimensión, la del espíritu y la del corazón, que limita con Dios. Jesús proclamó dichosos a los humildes, los pobres, los misericordiosos, los perseguidos en la lucha por la justicia, etcétera.

Aunque muchas veces tuvieron dificultades y problemas, trabajos o persecuciones, los santos fueron muy felices, y ayudaron a serlo también a los demás, como se revela en sus escritos y en sus vidas.

Yo conocí a un sacerdote de Toledo, José Rivera, ahora en proceso de beatificación, que llevaba una vida ascética muy dura, pasando frío, durmiendo en el suelo, comiendo sólo una vez al día, etc. y, sin embargo, era un hombre de muy buen humor, simpático, accesible, servicial y muy feliz.

Pero tampoco debemos ser huraños, y rechazar o condenar las muchas pequeñas alegrías de la gente, aunque sean superficiales y pasajeras, con tal de que no sean negativas y destructivas. Al contrario, podemos ver en ellas como una simiente, una llamada de Dios hacia una felicidad mayor.

Dios, felicidad infinita, es feliz haciéndonos felices a sus hijos los hombres. Recordando en Navidad la venida de Cristo, prenda de nuestra felicidad, bien puedo desear a todos: ¡Feliz Navidad!

¡Felicidades!

ainiesta@vidanueva.es

En el nº 2.732 de Vida Nueva.

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