Se inicia el Adviento, mientras sigue el eco del libro-entrevista

La Santa Sede muestra su “dolor” tras la última consagración episcopal ilegítima en China

(Antonio Pelayo– Roma) El Papa y la Curia romana han entrado en el tiempo litúrgico de Adviento con una solemne celebración, en la Basílica de San Pedro, de las Vísperas del primer domingo, precedida por una Vigilia en favor de la Vida Naciente promovida por el Pontificio Consejo para la Familia y celebrada en toda la Iglesia.

La ceremonia del sábado 27  comenzó con cinco “momentos”; cada uno incluía una lectura (de la encíclica Evangelium Vitae de Juan Pablo II), un canto, un momento de silencio y una oración. Benedicto XVI proclamó una plegaria por la vida en la que pidió a Dios que guíe “el trabajo de los científicos y de los médicos para que el progreso contribuya al bien integral de la persona y nadie sufra opresión e injusticia”.

Benedicto XVI, a su llegada a la Basílica de San Pedro, el sábado 27

En su homilía, Joseph Ratzinger resaltó la “originalidad inconfundible” del hombre respecto a todos los otros seres vivientes: “El ser humano es un sujeto capaz de entender y de querer, autoconsciente y libre, irrepetible e insustituible, vértice de todas las realidades terrenas que exige ser reconocido como un valor en sí mismo y merece ser acogido siempre con respeto y amor. Tiene el derecho a no ser tratado como un objeto que se posee o como una cosa que se puede manipular según los gustos, a no ser reducido a un puro instrumento al servicio de otros o de sus intereses. La persona es un bien en sí mismo y hay que buscar siempre su desarrollo integral”.

Aludiendo a algunas “tendencias culturales” que minusvaloran al embrión, afirmó con rotundidad: “No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser viviente, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana”. En consecuencia, hizo un llamamiento “a los protagonistas de la política, de la economía, de la comunicación social para que hagan todo cuanto esté en sus manos para promover una cultura siempre respetuosa con la vida humana, para procurar condiciones favorables y redes de apoyo a la acogida y al desarrollo de la misma”.

Estos temas del respeto a la vida y a la persona humana están muy presentes en el libro Luz del mundo, de Peter Seewald y Benedicto XVI, del que se sigue y se seguirá hablando mucho, pero por desgracia no siempre con el debido conocimiento.

Ya antes de que saliese a las librerías y basándose en anticipaciones de algunos párrafos donde el Papa, comentando su viaje a Camerún y Angola en 2009, se refiere a la posición de la Iglesia sobre el uso del preservativo y la lucha contra el sida, se dispararon comentarios tan disparatados que exigieron una nota del director de la Sala de Prensa de la Santa Sede.

“El Papa –afirmaba el padre Federico Lombardi– no reforma o cambia la enseñanza de la Iglesia, sino que la reafirma poniéndose en la perspectiva del valor y de la dignidad de la sexualidad humana como expresión de amor y de responsabilidad. Al mismo tiempo, el Papa considera una situación excepcional en la que el ejercicio de la sexualidad representa un auténtico riesgo para la vida de los otros. En ese caso, el Papa no justifica moralmente el ejercicio desordenado de la sexualidad, sino que retiene que el uso del preservativo para disminuir el peligro de contagio sea ‘un primer acto de responsabilidad’, ‘un primer paso en el camino hacia una sexualidad más humana’, antes que usarlo exponiendo a la otra persona a poner en riesgo su vida”.

“Con esto –añadía el portavoz jesuita, que informó de que Benedicto XVI había aprobado expresamente su nota–, el razonamiento del Papa no puede ser definido como un cambio revolucionario. Numerosos teólogos moralistas y acreditadas personalidades eclesiásticas han sostenido y sostienen posiciones análogas; es verdad que no la habíamos hasta ahora escuchado con tanta claridad en la boca de un Papa, aunque se trata de un modo coloquial y no magisterial”. Sin citarlos, expresamente la nota se refiere, por ejemplo, a documentos de la Conferencia Episcopal Francesa; del ya fallecido cardenal Jean Marie Lustiger; del teólogo emérito de la Casa Pontificia, cardenal Georges Cottier; del ex arzobispo de Malinas-Bruselas, cardenal Godfried Danneels, o del cardenal Carlo Maria Martini, así como de otros muchos que años ha se habían pronunciado a favor del uso del preservativo en casos muy determinados.

Lejos de la normalización

Otro de los temas tratados por Benedicto XVI en la conversación con su compatriota periodista es el de la Iglesia china. El Papa expresaba entonces –en julio, no se olvide– su esperanza de que la situación de la Iglesia en el inmenso país asiático mejorase hasta llegar una plena normalización. Por desgracia, hechos muy recientes han venido a desmentir sus optimismo.

El 20 de noviembre, el reverendo José Guo Jincai, vicesecretario de la Asociación Patriótica Católica china, fue consagrado obispo de Ping Liang sin el preceptivo “mandato apostólico”, es decir, sin la autorización expresa del Sumo Pontífice, a quien está reservado en exclusiva este derecho. Ocho obispos que reconocen su comunión con el Obispo de Roma –informó la agencia AsiaNews– fueron “forzados a participar en la ceremonia y a conferir la ordenación episcopal”, que tuvo lugar en la localidad de Chengde (región de Henei, en el nordeste del país) y a la que asistieron un restringido número de fieles estrictamente controlados por las fuerzas de seguridad. Es la primera vez en cuatro años que se produce en China una consagración episcopal ilegítima.

El miércoles 24 se produjo la reacción vaticana a través de un comunicado en el que se afirma que “el Papa ha acogido la noticia con profundo dolor, porque dicha ordenación episcopal ha sido conferida sin el mandato apostólico y, por ello, representa una dolorosa herida en la comunión eclesial y una grave violación de la disciplina católica”.

La nota lamenta “las presiones y restricciones a la libertad de movimiento” a que han sido sometidos los obispos concelebrantes que “constituyen una grave violación de la libertad de religión y de conciencia”. También se afirma que “muchas veces durante el presente año, la Santa Sede ha comunicado con claridad a las autoridades chinas su oposición a la ordenación episcopal del reverendo Guo Jincai. A pesar de lo cual las autoridades han decidido proceder unilateralmente en detrimento de la atmósfera de respeto tan fatigosamente creada con la Santa Sede y la Iglesia católica a través de las recientes ordenaciones sacerdotales. La pretensión de ponerse por encima de los Obispos y de guiar la vida de la comunidad eclesial no corresponde a a la doctrina católica, ofende al Santo Padre, a la Iglesia en China, a la Iglesia universal y hace más intrincadas las dificultades pastorales existentes”.

La nota va más allá y, contrariamente a su tradición, cita a Liu Bainian, de 90 años, dirigente de la citada Asociación (fundada en 1957 y que cuenta con una nutrida red de funcionarios), considerándole responsable de “asumir actitudes que dañan gravemente a la Iglesia católica y obstaculizan el diálogo”. Ya en su Carta a los católicos de China de 2007 el Papa se pronunciaba a favor de un “diálogo respetuoso y constructivo con las autoridades de la República popular china a fin de superar las dificultades y normalizar las relaciones”. En Roma existe el temor de que Pekín, después de la apertura favorecida por los Juegos Olímpicos y por la Exposición Mundial de Sanghai, recrudezca su intolerancia respecto a la Iglesia católica.

Por último, el calendario de viajes de Benedicto XVI para 2011 comprende por ahora visitas a Croacia en primavera, a Madrid para la JMJ en agosto, Alemania en septiembre y la república africana de Benin en noviembre.

ASTADOS, por Antonio Pelayo

A más de uno de nuestros colegas el último libro del Papa le ha cogido desprevenido (sin preservativo, podríamos decir) y le ha pasado como a esos toros de los encierros que cuando no saben por dónde tirar se obstinan en abrirse paso contra los burladeros. De modo similar, alguno de estos comentaristas ha estado varios días corneando un texto que sólo había leído a trozos, interpretándolo con absoluta arbitrariedad, babeando sus furores porque se sentía encajonado ante un libro o que es meridiano (“Luz del mundo”, se titula) si se le lee sin los prejuicios que a él le han crecido como astas en lo más alto de su testuz intelectual. De pena.

De pena sobre todo por algunos de sus lectores, que se habrán dejado, tal vez, conducir por un toro resabiado y obstinado en embestir, sin tiempo ni fuerzas para pensar, obsesionado por los titulares sensacionalistas aunque sean falsos y sin el pundonor de rectificar.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.732 de Vida Nueva.

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