Esperanza

(Chema Caballero– Misionero javeriano en Sierra Leona)

“Hace un par de días, un amigo me decía que no le gusta la palabra ‘esperanza’ que los cristianos continuamente tenemos en la boca. Decía que si vivimos esperando que las cosas cambien, entonces nunca vivimos el momento presente y no trabajaremos para transformar la realidad aquí y ahora. Yo creo que una cosa no está reñida con la otra. (…) Si viviéramos desesperanzados, caeríamos en el más absoluto de los pesimismos”

Hace un par de días, un amigo me decía que no le gusta la palabra “esperanza” que los cristianos continuamente tenemos en la boca. Decía que si vivimos esperando que las cosas cambien, entonces nunca vivimos el momento presente y no trabajaremos para transformar la realidad aquí y ahora.

Yo creo que una cosa no está reñida con la otra. Nos implicamos pensando que las cosas van a ir a mejor. Si viviéramos desesperanzados, caeríamos en el más absoluto de los pesimismos.

En medio del sufrimiento y la desolación que nos rodean, necesitamos creer que las cosas pueden cambiar para seguir luchando. Por eso esperamos que un día nos toque la lotería; que un mundo distinto, más justo y más humano, se haga realidad; que gane nuestro equipo de fútbol; que lleguen las vacaciones; que la persona querida no nos falle nunca; que tengamos una gran cosecha este año; que llueva hasta que los pantanos se llenen; que la Iglesia se convierta al evangelio y se humanice y renuncie a sus privilegios; que lleguen pronto los reyes magos; que encontremos trabajo y salgamos del paro; que nos aumenten el sueldo en vez de bajárnoslo; que los políticos prediquen con el ejemplo; que los obispos (como buenos políticos que son) también; que se encuentren las vacunas contra la malaria y el sida; que no haya más maltratadores; que la justicia sea igual para todos; que los emigrantes no tengan que emigrar porque encuentran una vida digna en sus países de origen; que las religiones sean vehículos de paz y no de odio; que de los misiles nucleares y de los obuses salgan tractores y cosechadoras; que nuestro Gobierno deje de vender armas a países que no respetan los derechos humanos; que nuestros teléfonos móviles no estén manchados de sangre…

En el nº 2.732 de Vida Nueva.

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