¿Y ahora, qué?

(José María Rodríguez Olaizola– Sociólogo jesuita)

“Aunque el problema del sida es mucho más complejo y los discursos que arremeten contra la postura de la Iglesia como causante de su extensión son injustos, con todo, me alegra que haya una palabra oficial asumiendo lo que parece de humanidad básica. Pero junto al sentimiento de alivio, también hay cierto dolor. Hasta ayer un teólogo que escribiese esa afirmación en un libro era inmediatamente cuestionado”

Es muy reciente la información. Que Benedicto XVI ha hablado del uso del preservativo en un libro-entrevista que acaba de ver la luz. Y que, frente a la prohibición absoluta y sin paliativos que ha sido ley hasta ahora, se abre la puerta a su uso, por ejemplo, para evitar el contagio del sida. Si estuviéramos en política, uno diría que esto puede ser un globo sonda para ver qué reacciones se suscitan antes de hacerlo oficial en un documento de más calado. Pero como no estamos en política, uno quiere pensar que la afirmación de marras está muy pensada, y una vez suelta la liebre ya no hay marcha atrás, porque con las inquietudes de la gente y con la enfermedad no se juega.

Tiempo habrá para matices, reacciones, casuística y, seguramente, polémicas. A mí, personalmente, la lectura primera de esta noticia me genera dos sentimientos encontrados. De entrada, alivio, una especie de sensación de “¡ya era hora!”. Aunque el problema del sida es mucho más complejo y los discursos que arremeten contra la postura de la Iglesia como causante de su extensión son injustos, con todo, me alegra que haya una palabra oficial asumiendo lo que parece de humanidad básica. Pero junto al sentimiento de alivio, también hay cierto dolor. Hasta ayer un teólogo que escribiese esa afirmación en un libro era inmediatamente cuestionado –y casos ha habido–. Y uno se pregunta, con inquietud, si los teólogos solo pueden hablar a partir del levantamiento de la veda sobre ciertos temas. ¿No son ellos los que pueden desbrozar el terreno sobre determinadas cuestiones? ¿No hay otros muchos problemas en los que son necesarias muchas palabras para que luego el Magisterio proponga una última palabra autorizada? De alguna manera, creo que lo que me duele es que, para muchos, en la Iglesia hoy solo valen los monólogos. Y eso no puede ser.

jmolaizola@vidanueva.es

En el nº 2.731 de Vida Nueva.

Compartir