Entre la supervivencia y las elecciones

Haití vive un tiempo de desdicha, solidaridad y grandes retos

(P. Jean Hérick Jasmin, OMI- Sacerdote haitiano misionero en Colombia) Se aproxima el cierre de campaña de las elecciones presidenciales y legislativas, previstas para el 28 de noviembre en Haití, en medio del barullo aún reciente de las manifestaciones del día 15 contra las fuerzas de la ONU, a las que se responsabiliza del origen de la actual epidemia de cólera. Algunos que siguen muy de cerca la situación se preguntan si es posible organizar unos comicios en un país sin infraestructuras, destruido por un terremoto, reducido a la nada por el huracán Thomas y camino de ser aniquilado por el cólera, que deja ya más de 1.350 muertos y unos 20.000 hospitalizados.

Habida cuenta de la frágil situación sociopolítica de Haití desde 1986, no parece fácil encontrar una respuesta. Sí es posible, sin embargo, apuntar algunos de los tantos desafíos del próximo Gobierno y de la Iglesia católica, si, finalmente, gracias a la fuerza titánica de los haitianos y a la ayuda de la comunidad internacional, logran celebrarse elecciones. Mientras, el pueblo reclama solidaridad en un tiempo de incertidumbre y de desdicha.

Dos desafíos urgentes

A la lamentable y caótica situación de miles de personas viviendo todavía en la calle y otras sin una mínima seguridad alimenticia cotidiana, tras más de diez meses desde el terremoto que asoló sobre todo Puerto Príncipe, se añaden ahora otras dos calamidades: el huracán Thomas y la epidemia de cólera. A la vista de todos, la situación social del pueblo, en especial la de las víctimas del seísmo, está empeorando. El panorama que se puede contemplar alrededor de la capital destruida refleja la condición infrahumana de una población viviendo en carpas o bajo viejas telas multicolor remendadas. ¡Son tantos los desafíos que le esperan al próximo Gobierno!, pero dos son fundamentales por su urgencia: la reconstrucción nacional y la erradicación del cólera. De ellos se derivan otros no menores, que trataremos de organizar por orden de preferencia, que no de importancia.

1. Hacer de la solidaridad internacional una realidad de reconstrucción nacional

Pese al sombrío horizonte que se proyecta, la gratitud y la esperanza de que algo cambiará pueden convertirse en el rayo de luz que ilumine al próximo Gobierno en su misión de transformar las ayudas puntuales y las promesas de solidaridad en una realidad de reconstrucción nacional. Los objetivos y estrategias de esta reconstrucción fueron trazados por varias asociaciones implicadas en ella y publicados ya en marzo de 2010. La tarea específica del Ejecutivo será la de transformar los sufrimientos de los haitianos en providencia y crecimiento, que deberán irse concretando en:

  • La reunificación nacional hacia una Conferencia nacional y una concienciación general. En la medida en que los problemas sociales aumentan y se agravan en Haití, se tienden a multiplicar los partidos y organizaciones políticas. A pesar de que el actual presidente, René Préval, fundó la plataforma política ‘Unité’ (Unidad), el mosaico representativo de formaciones está lejos de reflejar la unidad de un país en el que la agitación política y los golpes de Estado son demasiado normales. El próximo Gobierno deberá trabajar con fuerza para buscar el equilibrio de la política haitiana y disminuir el favoritismo o el nepotismo en favor de una buena gobernabilidad.
  • La formación de la juventud y la reducción de la vulnerabilidad. Tras los primeros días del terremoto, el grupo más vulnerable –y, sin embargo, el más concienciado– fue el de los jóvenes. Se ha podido constatar el surgimiento de nuevos rostros juveniles en el voluntariado, organizados todavía en grupos desde aquel triste mes de enero, para ayudar ahora, a través charlas formativas y de prevención, a los abandonados en la lucha contra el cólera. Cómo el futuro Gobierno integrará y aprovechará esta fuerza juvenil para la reconstrucción del nuevo Haití del mañana es otro gran reto, no menos importante que la necesidad de disminuir las desigualdades entre ciudades y grupos sociales.
  • Reforzar la seguridad del país e incentivar la confianza internacional en materia de seguridad. En los primeros meses tras el seísmo del 12 de enero, las fuerzas de la ONU eran muy bien consideradas entre la población por su ayuda abnegada para salvar vidas. De esta buena fama y una gran confianza en las Naciones Unidas se ha pasado a la desconfianza, expresada durante las manifestaciones del 15 de noviembre en el norte del país, en las que se acusaba a los soldados de Nepal de la base de la ONU de Saint-Marc de haber introducido el virus del cólera. La situación ha creado una tensión difícil de manejar en cuanto a la seguridad pública y genera una desconfianza en la comunidad internacional hacia la propia seguridad en Haití. Una situación todavía caótica que impone un nuevo desafío al próximo Gobierno: el restablecimiento de la seguridad pública.

2. Erradicar el cólera y levantar el ánimo del pueblo

Tras las citadas protestas, el temor a ser contagiado por el cólera ha superado cualquier miedo a la inseguridad que hasta ahora propiciaban las pandillas y los secuestros. La gente ha llegado a obsesionarse con el tema de las principales fuentes de propagación de la epidemia. Así las cosas, uno de los desafíos urgentes será consolidar las líneas de defensa sanitarias o los Centros de Operación y Urgencia Comunales (COUC), con vistas a erradicar el cólera antes de que se extienda por otros departamentos del país y territorios vecinos. Un gran reto, al que se suman los siguientes:

  • La lucha contra la desnutrición y el relanzamiento de la producción nacional. Los haitianos son agradecidos con todos los que han compartido su pan y sus bienes con las víctimas de su pueblo. Sin embargo, con el empeoramiento de la situación social, muchos grupos de manifestantes en varios puntos del país fuerzan los depósitos y almacenes y roban la comida destinada a alimentar a los niños que sobrevivieron al terremoto y a los enfermos de los campos. Eso agrava el problema de la desnutrición y favorece el aumento de víctimas del cólera, que necesitan comida urgente para recuperar fuerzas. Saint-Marc es el lugar que concentra la producción nacional de arroz, pero también el punto de partida del cólera. El río que riega todas estas áreas de arrozales y otro cultivos se cree contaminado. Evitar las enfermedades asociadas a la malnutrición será, pues, una labor prioritaria en las próximas semanas.
  • Frenar el deterioro del medio ambiente y favorecer la descentralización demográfica. Para afrontar con urgencia el problema del hambre y descentralizar la población de la capital, el nuevo Gobierno resultante de las urnas deberá hacer un esfuerzo por frenar el avance veloz de la degradación del medio ambiente del país y su vulnerabilidad ante las posibles (y frecuentes) catástrofes naturales. Después del último terremoto, más de 600.000 personas abandonaron Puerto Príncipe, gentes a las que el próximo Ejecutivo deberá poder ofrecerles oportunidades e infraestructuras humanas que les permitan instalarse en las ciudades de provincias sin sentir la necesidad de volver a refundar barrios pobres en las afueras de la capital. Sólo facilitando esas infraestructuras, y rehabilitando los servicios y el sistema de comunicación aérea y terrestre, podrá producirse un proceso de “descentralización demográfica”.
  • Relanzar el turismo y recuperar las costas naturales del país. Uno de los desafíos socioambientales de las nuevas autoridades será hacer de este pequeño país un lugar acogedor, abierto y atento al fenómeno turístico. A pesar de que las noticias son cada vez peores, Haití no puede perder la oportunidad que le ofrece la comunidad internacional para recordar que existe, que sigue allí junto al Caribe sufriendo una calamidad tras otra y que sólo la solidaridad constante asegurará su supervivencia. Un desafío que pasa por relanzar el turismo y revalorizar las cálidas costas del país con una mayor protección medioambiental. De lo contrario, sólo servirán como cementerio para los náufragos clandestinos o los muertos del cólera no identificados, y no como un espacio para quienes buscan divertirse, instruirse o reflexionar.

Misión profética de la Iglesia

Ya desde mucho antes del terremoto, la Iglesia católica haitiana ha sido un apoyo firme del pueblo en sus sufrimientos y esperanzas. Sin embargo, hay tres aspectos específicos en los que su misión profética debe plasmarse ahora con fuerza.

  • De una Iglesia distante a una más cercana a la gente, con opción preferencial por los pobres. El terremoto ha permitido a la Iglesia haitiana revestirse de su dimensión profética en medio del pueblo: las celebraciones eucarísticas han salido de las parroquias hacia las chozas, donde la gente reza con fervor al Señor. Además, la Iglesia haitiana hace una relectura positiva de dicho suceso, que, lejos de verse como un castigo de Dios, se aprecia como una oportunidad o, más bien, un lugar de la manifestación de la providencia divina. Misioneros y religiosos autóctonos están haciendo realidad aquello de que “no se trata de invitar a los pobres a tu mesa, sino de ir a comer con ellos en sus mesas”. En la difícil situación de la gente en los albergues, la Iglesia se  muestra cercana con una voz profética que clama por la vida.

  • El diálogo con las otras religiones. La Iglesia de Haití desarrolla su misión en un país básicamente religioso y con predominio aún del catolicismo. Sin embargo, pese a que los católicos constituyen el 55% de la población, la reconstrucción pasa también por los evangélicos (protestantes), con su interpretación escatológica de las calamidades y su interés por contribuir a la liberación espiritual del país. Aun cuando haya divergencias entre doctrinas, es indispensable una práctica pacífica del diálogo interreligioso, lo cual facilitará también la misión de acompañamiento de la propia Iglesia católica.
  • Una Iglesia atenta, pero distante de la política de un reagrupamiento. La historia de la Iglesia haitiana desde 1990 viene marcada por la apatía de un gran número de fieles y el rechazo o la persecución de muchos de sus pastores. A Dios gracias, su lucha abierta contra la violencia y su cercanía en los tristes acontecimientos del 12 de enero han revitalizado su misión profética y van redefiniéndola como una “Iglesia de todos”. Ante las inminentes elecciones, tiene el sutil desafío de mantener la neutralidad. Aunque no dude en llamar la atención sobre las necesidades y aspiraciones de la gente, sería sabio que observara la debida distancia de los políticos.

A estas alturas, queda claro que quien gane el 28 de noviembre se deberá enfrentar a enormes desafíos, cuyos principales ejes hemos tratado de identificar. Todos ellos apelan a un Gobierno de conciencia nacional y de participación de todos, que defienda realmente los intereses del país sin perder de vista el bienestar de la población y la reparación a las víctimas de todo tipo. “Guiar, gobernar, enseñar y bendecir al pueblo”, respetando las fronteras de lo político, lo pastoral y lo religioso, será la misión profética de la Iglesia católica haitiana. Hoy más que nunca, el pueblo debe contar con el apoyo incondicional de sus pastores, que siempre siembran y defienden la vida en nombre de Dios y de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

En el nº 2.731 de Vida Nueva.

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