La evangelización desde el ‘ring’

Curas de Ciudad Juárez convierten combates de lucha en una metáfora de la esperanza

(Pablo Romo Cedano) Orante Luna se levanta con dificultad después de que El Fariseo ha caído sobre él. El golpe ha sido decisivo, El Fariseo sabe que está cerca la victoria. Los feligreses gritan desesperados al ver al padre Roberto tirado. El Fariseo se apoya en las cuerdas, toma impulso, vuela y arremete contra su contrincante. Orante Luna no resistirá mucho tiempo: perderá su cabellera en manos del terrible Fariseo, que sonríe al público mientras la gente lo abuchea y da alaridos desde su butaca: “¡Muera El Fariseo!”, “¡Viva Orante Luna!”. Una voz lejana, del acólito de la parroquia de Corpus Christi, se confunde en el alboroto:“¡Viva el padre Roberto!”.

“Fue hace dos años cuando iniciamos esto de las luchas”, dice a Vida Nueva Roberto Luna Valenzuela, párroco de Corpus Christi en Ciudad Juárez (Chihuahua). “Fue idea del padre Guillermo Sías, miembro del equipo formador del seminario conciliar. Empezamos proponiendo un espectáculo para apoyar económicamente al seminario. El año pasado, yo, con el personaje de Orante Luna, participé y le gané a mis contrincantes. Y, bueno, ahora me ganó El Fariseo y perdí mi cabellera… Así es esto de la lucha libre. Yo soy técnico y por eso no uso máscara, y El Fariseo, es decir, el padre Istibal Valenzuela, es rudo y si él hubiera perdido, lo hubiéramos desenmascarado: se trata de ‘máscara contra cabellera’”.

“La vida es una lucha”

La vida es una lucha, todo el tiempo estamos atentos contra el mal, y eso mismo es lo que digo en las homilías”. No se trata de fomentar la violencia en la ciudad más peligrosa del país y una de las más violentas del mundo (5.400 homicidios y más de 10.000 húerfanos desde 2008): “La violencia está en el corazón de las personas y la lucha libre es un espectáculo recreativo que requiere concentración, disciplina y trabajo diario. (…) Ése es un lugar para presentar la chulada del Evangelio, hablar de esperanza a gente que nunca ha oído hablar de eso ni de Dios”.

Roberto (izq.) e Istibal (dcha.), compañeros en el ministerio y rivales en el cuadrilátero

¿Qué dice el obispo de las luchas? “Pues que le gustan. Él está pendiente de lo que estamos haciendo”, responde el padre Roberto. ¿Y quién es el terrible Fariseo que acabó con la cabellera de Orante Luna? “Nada menos que el encargado vocacional de la diócesis, el padre Istibal Valenzuela, formador en el Seminario”. El padre Istibal tiene 35 años y hace cinco fue ordenado sacerdote.

Un paréntesis en la tragedia

Cuánta razón tiene el padre Roberto cuando afirma que en Ciudad Juárez “la alegría es cada vez más rara”. La entrevista con él fue un día antes de la masacre de 13 jóvenes en el mismo Ciudad Juárez, el 22 de octubre, en la que seis mujeres y siete hombres, todos ellos adolescentes, fueron asesinados sin motivo alguno mientras estaban en una fiesta de cumpleaños de Francisco López, de 14 años.

Tener espacios de sana diversión, momentos familiares recreativos en muchas colonias de Ciudad Juárez, es parte del pasado: las calles se van vaciando mucho antes de que caiga la noche, las fiestas en casas particulares son un riesgo y los bares y centros recreativos públicos son terreno de los miles de policías y militares que ocupan la ciudad. El 80% de los muertos son menores de 25 años. A lo ya conocido en esa ciudad como los feminicidios ahora se une la nueva expresión de los jovenicidios.

Más información en el nº 2.730 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, vea el reportaje íntegro aquí.

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