Divagaciones sobre la mitra

(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y periodista)

“Los símbolos papales han sido purificados. Pero ¿y los episcopales? ¿Qué decir de la mitra, símbolo tan digno como anacrónico? Hay que ver el trajín que se trae el obispo con su mitra en cualquier misa de pontifical”

Más de una vez me he preguntado el porqué de la supervivencia de la mitra dentro del atavío episcopal. Y eso sin ser yo enemigo de los símbolos y menos de los mitrados. Ya Pablo VI prescindió de la tiara papal. Después desaparecieron la silla gestatoria y las trompetas de plata que anunciaban la entrada del Papa en la Basílica de San Pedro. El propio Benedicto XVI, a la hora de su estreno, descartó los términos “coronación” o “entronización”. Prefirió hablar de “inicio del ministerio petrino”.

Es decir, que los símbolos papales han sido purificados. Pero ¿y los episcopales? ¿Qué decir de la mitra, símbolo tan digno como anacrónico? Hay que ver el trajín que se trae el obispo con su mitra en cualquier misa de pontifical. Pero hay que ver, sobre todo, el revuelo de mitras, el quita y pon y el pon y quita de los mitrados en esas celebraciones hoy tan frecuentes y tan televisadas. ¿No podría abreviarse litúrgicamente ese trasiego? No creo que una purgación en esa materia disminuyera la dignidad episcopal. Es, más que otra cosa, un asunto de estética y, en todo caso, de acomodación a los tiempos. En tales divagaciones andaba yo metido, cuando leo, en una revista diocesana, un comentario litúrgico-pastoral, para los fieles, sobre la vestimenta episcopal. En él se define la mitra como “un bonete alto, de forma cónica del que cuelgan dos tiras”. El comentario añade que “así el obispo lleva la ciencia de ambos Testamentos”. Y viene la puntilla final: “Con los cuernos de los Testamentos el obispo debe combatir a los enemigos de la Iglesia”. Esta interpretación belicosa y taurómaca ¿no es como para pedir que se escriba hoy un tratado De usu et abusu mitrae episcopalis?

En el nº 2.730 de Vida Nueva.

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