Apoyo eclesial a Sudán ante el crítico referéndum de enero

Comienzan los registros para votar en el referéndum

(Alberto Eisman) Del 8 al 15 de noviembre ha tenido lugar en Rumbek (Sur de Sudán) la Asamblea Plenaria de los obispos sudaneses, con una relevancia especial por el inminente referéndum de autodeterminación de enero, que decidirá si el Sur de Sudán (más la ciudad de Abyei) se convierte en un país independiente o si opta por la unidad con el Norte.

La Conferencia Episcopal Sudanesa ha contado con la presencia del SECAM (que agrupa a todos los episcopados de África y Madagascar) y de AMECEA (episcopados del Este de África). El cardenal Polycarp Pengo, presidente del SECAM, ha manifestado el apoyo del episcopado africano al pueblo de Sudán en este momento crítico de su historia y ha pedido al Gobierno sudanés que respete los resultados del referéndum: “Quien intente ir en contra de la mayoría puede estar seguro de que está en contra de la voluntad y el plan de Dios”.

De acuerdo con las predicciones de los analistas internacionales, el resultado será masivamente a favor de la independencia del Sur, escenario que el Gobierno central intentará evitar a toda costa, incluso a riesgo de volver a una nueva guerra quizás más sangrienta que la que se saldó con dos millones de muertos entre 1983 y 2005.

Los obispos sudaneses han pedido elecciones libres, justas y transparentes y solicitan a la comunidad internacional que presione para que se respeten los derechos democráticos del Sur de Sudán. En su reciente carta pastoral La paz sea con vosotros, no tengáis miedo, alertan sobre el despliegue de unidades militares a lo largo de la frontera Norte-Sur y sobre la manifiesta desidia de Jartum a la hora de aplicar los acuerdos de paz en su totalidad, lo que hace augurar que los líderes del Norte no albergarán voluntad política alguna de respetar los designios del Sudán Meridional.

“El resultado del referéndum no debería ser entendido como una amenaza, sino como una oportunidad”, dicen los obispos. La carta pastoral es un llamado profético para mirar más allá de las elecciones y establecer vínculos de perdón y reconciliación como únicos medios para curar las profundas heridas del pasado.

En el nº 2.730 de Vida Nueva.

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