El “secularismo agresivo” eclipsa al Papa dialogante

Las declaraciones en el avión sobre la España de los años 30 copan todos los titulares

(Antonio Pelayo– Enviado especial) Aunque, como es mi caso, uno haya viajado con el Papa en su propio avión en numerosas ocasiones, cada una de ellas es diferente y, como es lógico suponer, cuando el objetivo final del viaje es el propio país, el cúmulo de emociones es aún mayor. Sesenta y un periodistas viajaban con Benedicto XVI en el Airbus A320 de Alitalia que despegó de Roma camino de Santiago de Compostela a las 8:30 h. de la mañana del sábado 6 de noviembre. De ellos, ocho eran corresponsales españoles permanentemente acreditados ante la Santa Sede y otros ocho representaban a las dos televisiones encargadas de transmitir los actos de la visita papal –la Televisión de Galicia y la catalana TV3– y a otros medios informativos de ambas regiones.

La duración del vuelo estaba calculada en tres horas, y a las 9:15 h., es decir tres cuartos de hora después del despegue, se presentó en la zona reservada a la prensa (la posterior del avión) la blanca silueta del Papa con su habitual sonrisa, afable pero tímida. Le acompañaban el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone; su secretario particular, monseñor Georg Gänswein; Alberto Gasbarri, el organizador de los viajes pontificios y, naturalmente, el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede.

Después de unas palabras de agradecimiento, el padre Federico Lombardi comenzó a leer la primera de las cinco preguntas a las que el Papa iba a responder. Las preguntas en cuestión habían sido previamente seleccionadas entre otras muchas que habían sido formuladas por nuestros colegas y, en algún caso, “retocadas” o fusionadas.

La respuesta papal

El Papa conversa con los periodistas en el vuelo que le trae a España

La pregunta que ha suscitado la respuesta más interesante fue la cuarta, y versaba sobre el nuevo dicasterio de la Curia romana dedicado a la “nueva evangelización” y si uno de sus objetivos sería precisamente “los desarrollos de la secularización y de la rápida disminución de la práctica religiosa en España”.

“Con este dicasterio –respondió el Papa, que habló todo el tiempo en italiano–, he pensado en primer lugar en el mundo entero, porque la novedad del pensamiento, la dificultad de pensar según los conceptos de la Escritura, de la teología, es universal. Pero hay naturalmente un centro y éste es el mundo occidental con su secularización, su laicidad y la continuidad de la fe que debe intentar renovarse para ser fe hoy y para responder al desafío de la laicidad. En Occidente todos los grandes países tienen su modo particular de vivir este problema. Tenemos el ejemplo de los viajes a Francia, a la República Checa, al Reino Unido, donde en todas partes está presente de modo específico para cada nación, para cada historia, el mismo problema, y esto es válido de modo particular en España. España ha sido desde siempre un país ‘originario’ de la fe. Pensemos que el renacimiento del catolicismo en la época moderna se produce sobre todo gracias a España; figuras como san Ignacio de Loyola, santa Teresa de Ávila y san Juan de Ávila son figuras que han renovado realmente el catolicismo, han formado la fisionomía del catolicismo moderno. Pero es igualmente verdad que en España nació una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo, como hemos visto en los años 30, y esta disputa, este enfrentamiento entre la fe y la modernidad, muy vivaces lo dos, se realiza también hoy de nuevo en España. Por eso el futuro de la fe y del encuentro –no del desencuentro, sino del encuentro– entre fe y laicidad tiene un punto central también en la cultura española. En este sentido, he pensado en todos los grandes países de Occidente, pero sobre todo también en España”.

Lombardi aclaró cómo interpretar las palabras del Papa

Apenas finalizada la rueda de prensa, este párrafo, que hemos querido transcribir íntegro, fue lanzado al espacio informativo de forma fragmentada, con manifiestas intenciones de sensacionalismo, forzando una espasmódica interpretación del mismo, como si el Papa hubiera establecido un paralelismo histórico entre los asesinatos de curas y religiosos antes y durante la II República y las leyes emanadas por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Éste fue el sesgo que se dio a unas frases que no admiten esta distorsión de su auténtico sentido.

Confirmó a posteriori (lo cual es siempre una pésima estrategia informativa) la versión correcta que había que dar a estas frases el padre Lombardi, asegurando que el Papa, con sus declaraciones, “no quería hacer análisis históricos particulares. Esas palabras no eran un estudio histórico hecho con método científico”. El portavoz insistió en que no había ninguna intención polémica en lo que había dicho el Pontífice y lamentó algunas reacciones exageradas a las mismas que no habían tenido en cuenta que no pueden ser medidas por el mismo rasero unas reflexiones orales hechas en alta voz y los textos escritos elaborados con mayor precisión. Tiene toda la razón el prudente jesuita, pero con la actual dinámica de la información religiosa en nuestro país, resultaba ya imposible parar el aluvión de críticas y las sanciones que caían sobre Joseph Ratzinger por haber dicho lo que dijo.

Hay que hablar

Mi personal opinión es que la práctica de esa “rueda de prensa” en el avión, si no está muy bien amarrada, desbarra con enorme facilidad, como ya sucedió en el viaje a Camerún y Angola y las famosas tomas de posición papales sobre el uso del preservativo en África. Ya imagino que para no pocos dentro de la Curia la solución más fácil es pedir que se suprima, pero sería un error. “Cada vez que yo hablo en el avión –decía el siempre más locuaz Juan Pablo II– le creo grandes problemas a la Secretaría de Estado, por eso quieren que me calle, pero el Papa no tiene que callar, ¡tiene que hablar!”.

De un avión a otro. De Alitalia a Iberia. Un Airbus A321 de esta compañía trasladó a una importante cantidad de obispos españoles de Santiago de Compostela a Barcelona la noche del sábado 6 al domingo 7; era la única forma de poder asistir a los actos programados en la Ciudad Condal. La Conferencia Episcopal Española (CEE) tuvo la buena idea de fletar este vuelo chárter y de invitar a un pequeño número de informadores a que se uniesen a la comitiva por un precio razonable (165 euros).

Con una atmósfera cercana a la de una excursión escolar, los obispos llegaron puntuales a la cita en el aeropuerto santiagués, donde se saludaban unos a otros con efusión y buen humor. En torno suyo se agitaba una nube de eficientes y serviciales secretarios episcopales, un género eclesiástico que se ha renovado en sus formas de actuar; en tiempos no tan remotos eran llamados “pajes”, ahora adoptan maneras de jóvenes ejecutivos y se tratan entre ellos con cierta desenvoltura (hay excepciones, claro está). Se ocuparon, eso sí, de que a su prelado no le faltase de nada.

En el avión no hubo intercambios. De la asignación de puestos se había ocupado una persona de la CEE que nos había situado a cada uno por rango: cardenales, arzobispos, obispos, secretarios episcopales, personal de Añastro y, al final, la “canallesca”, tratada, eso sí, con simpatía. No hubo variaciones de menú en el snack que nos ofrecieron: chacina de ibéricos y tarta de Santiago para todos. El vino, neutral: de la Ribera de Duero.

Uno de los aspectos del viaje de Benedicto XVI a nuestro país que se cerró más tarde fue el de la presencia en el mismo de autoridades políticas. Con las autonómicas, el único problema es que todos querían estar y poder saludar al Santo Padre. La crisis de Gobierno desbarató el esquema inicial y sólo hasta el último momento se concretaron las cosas.

Participación Real

El Papa se alegró de su encuentro con los Reyes

La participación de la Familia Real no sufrió variación alguna: los Príncipes de Asturias en Santiago y los monarcas en Barcelona. Resulta evidente que a Benedicto XVI le satisface de modo muy especial esta deferencia de “los reales”, sus cordiales saludos, su presencia en los actos religiosos, su extremada cortesía con su persona. Dada la brevedad del viaje, no fue posible alargar mucho los encuentros que mantuvo con ellos, y alguien echó en falta a las infantitas y al resto de miembros de la familia. El próximo agosto, en Madrid, habrá foto de todos con el Papa.

De nuestros políticos, el hecho más clamoroso fue el viaje de José Luis Rodríguez Zapatero a Afganistán durante ese fin de semana precisamente. El Vaticano no mostró en momento alguno contrariedad por el tema, una vez que lo único que figuraba en el programa era su “breve encuentro privado” con el Papa en el aeropuerto de El Prat y su presencia en la ceremonia de despedida. Nada destacable en el coloquio que mantuvieron, al que asistió como intérprete (ocasional) monseñor Fernando Chica, de la Secretaria de Estado.

El vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba decidió bastante a última hora desplazarse a Santiago (su primera decisión fue no ir), pero insistió en poder saludar al Papa y salir en la foto con él. No participó en la Eucaristía de la Plaza del Obradoiro, donde sí estuvieron presentes los gallegos José Blanco, ministro de Fomento, y Francisco Caamaño, ministro de Justicia. En la misa de dedicación de la Sagrada Familia, el político de más alto rango fue el presidente de las Cortes, José Bono, y con él el nuevo ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui (que se ocupará de las relaciones con la Iglesia). Tanto en Santiago como en Barcelona no faltó a ningún momento importante el embajador de España cerca de la Santa Sede, Francisco Vázquez, que regresó a Roma en el mismo avión del Papa.

Más de tres mil periodistas han cubierto la visita

El número de enviados especiales de medios extranjeros a este viaje ha sido extraordinariamente alto, lo cual se explica por el interés con el que se sigue fuera de España nuestra evolución en terrenos colindantes con la religión. No tiene, pues, nada de extraño que las frases referentes a la colisión entre fe y laicidad en nuestro país les viniesen como anillo al dedo para dar “dramatismo” a sus crónicas. La enviada especial de The New York Times, Rachel Donadio, subrayaba en su primer despacho que “Benedicto XVI criticó el ‘agresivo’ sentimiento antirreligioso que, dijo, florece en España”.

En esa misma línea se situó Le Monde, que después de subrayar que “el primer día de su viaje Benedicto XVI lo consagró a la descristianización de los países europeos en general y a la de la sociedad española marcada por un rápido descenso de la práctica religiosa en particular”, dirigió su atención en sucesivos servicios a “la defensa hecha por JR a la familia tradicional”.

El Corriere della Sera destacó a su vaticanista, Gian Guido Vecchi, para cubrir el acontecimiento y lo hizo con su habitual profesionalidad. A su corresponsal en Madrid, Elisabetta Rosaspina, le quedaba, pues, poca materia que contar, así que se dedicó a inflar las noticias de la contestación al Obispo de Roma como si el fervor popular que hemos podido observar en todo momento hubiese sido ofuscado por miles de oponentes que sólo ella ha visto. Leyendo sus servicios, se saca la impresión de que media Barcelona se había echado a la calle para protestar contra el Papa y darse efusivos besos homosexuales en su presencia…

Quizás para compensar tal desatino, el Corriere publicaba un excelente comentario de Andrea Riccardi. “Benedicto XVI –escribe el fundador de la Comunidad de Sant’Egidio– no quiere adaptar a la Iglesia a la agenda de la modernidad. Pero no se puede sólo combatir. En cierto modo, hay que atravesar las fronteras y compenetrarse. No es historia de un día o un acuerdo político. El ‘gran diseño’ del Papa Ratzinger parece como la Sagrada Familia iniciada en 1882, no sólo por los largos tiempos de su construcción, sino por la convicción de que la belleza es decisiva en el cristianismo”.

FRANCISCO VÁZQUEZ: “EN EL GOBIERNO HAN ENTENDIDO EL SENTIDO EXACTO”


No sabe uno quién ha vuelto a Roma más satisfecho del viaje a España: su protagonista Benedicto XVI o uno de sus más tenaces artífices, el embajador cerca de la Santa Sede, Francisco Vázquez. “Yo fui el primero –nos asegura con agrado– que le dijo al Santo Padre que tenía que viajar a Compostela, y lo hice al presentar mis cartas credenciales, en mayo de 2006”.

“El Papa ha vuelto de España emocionado –asegura a VN–, muy agradecido por todo el afecto y la simpatía que los españoles le han demostrado, por la colaboración del Gobierno y de la Casa Real. Le ha impresionado mucho la historia milenaria de la Catedral de Santiago, sobre la que pedía información, y se ha quedado boquiabierto (la expresión no es mía, sino de un miembro muy cercano del séquito) ante la Sagrada Familia. Le ha parecido una obra única y excepcional testimonio de lo que puede producir la unión de la fe y el arte”.

“Yo creo –añade– que en el Gobierno han entendido el exacto sentido de las frases que el Papa pronunció en el avión y que han sido sacadas de su contexto por algunas informaciones periodísticas hechas con precipitación. Hay que leer el texto completo y se entenderá que no hay en esas palabras ninguna intención polémica ni de ataque”.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.729 de Vida Nueva.

Número Especial de Vida Nueva

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