Barcelona sí espera al Papa

Miles de jóvenes católicos toman el centro de la ciudad

Una mujer coloca en su balcón una señera de Cataluña junto a otra del Vaticano

(Miguel Ángel Malavia– Enviado Especial a Barcelona) Lo que hasta el mediodía no eran sino gestos y detalles significativos, se desbordó a las cuatro de la tarde. A esa hora, los gritos y bailes de unos dos mil jóvenes hacían temblar toda la Plaza Catalunya, en el inicio de las Ramblas, ante el asombro de quienes paseaban ajenos a lo que allí sucedía. La normalidad expectante había dado paso al entusiasmo desbordado, a una “manifestación” sin una institución convocante, aunque contaba con el beneplácito del Arzobispado de Barcelona.

Coordinados a través de la iniciativa que un grupo de jóvenes de la capital catalana impulsó hace un mes en una conocida red social, han conseguido sobradamente el objetivo de “calentar el ambiente” y demostrar que Barcelona “sí espera al Papa”. Y, por lo que se ve, con una gran ilusión: ataviados con banderas del Vaticano, camisetas y alguna pancarta, estuvieron durante media hora botando al ritmo de conocidos temas musicales, salidos de una potente megafonía. Los cánticos propios remitieron a ya clásicos, como “ésta es la juventud del Papa” o “viva el Papa, oé, oé”.

Pese al absoluto dominio de los quinceañeros (y aún de menos de edad), también los hubo “mayores”, como Pau, Sergio o Christian, que ya están en los “veintitantos”. Marta, del mismo grupo, cuenta cómo surgió todo: “La idea fue de un grupo de amigas, que rodaron en la casa de una de ellas cómo podía hacerse un acto festivo de bienvenida”. Creado el grupo, a la quedada en Plaza Catalunya se sumaron más de mil personas. Vinieron el doble. La inmensa mayoría, procedentes de la Archidiócesis de Barcelona, “pero también de otras diócesis catalanas”, como afirmaba Javier, sacerdote en la parroquia barcelonesa de la Medalla Milagrosa…, y uno de los que no dudó en coger el megáfono para animar aún más el ambiente.

No hacía falta. Concluido el acto, los presentes se disgregaron por todas las calles: unos, en grupos de reflexión y catequesis. Otros, los más entusiastas, deambularon durante horas en una “manifestación” sin rumbo concreto, cantando y botando sin parar.

Acompañar al Santo Padre

Hasta las ocho. A esa hora habían vuelto a quedar todos juntos para desplazarse hasta la sede del Arzobispado, adonde llegará Benedicto XVI casi dos horas después, procedente de Santiago. Pese a que, oficialmente, no hay convocada ninguna vigilia, y a que el balcón de su dormitorio da a un patio interior, la intención de este grupo es encender velas y acompañar al Papa “durante un rato… Que mañana hay que madrugar para la misa en la Sagrada Familia”. Sueñan con que al final, como en otros viajes de este tipo, salga a saludarles.

Son jóvenes, católicos sin complejos y unidos únicamente a través de su vinculación a la parroquia. Sin una organización detrás, suman, como mínimo, tanto como los que hace dos días se manifestaron en la Plaza de Sant Jaume para decirle al Papa que no le esperan. Ellos le ofrecen toda su fuerza, ilusión, cariño y fe, aunque no sean noticia.

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