“Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo”

Benedicto XVI invita a los fieles en la Plaza del Obradoiro a trabajar por “la dignidad del hombre”

(Vida Nueva) El papa Benedicto XVI ha apelado a las raíces cristianas del continente europeo y la dignidad del hombre durante la homilía que ha pronunciado en la Misa que ha presidido esta tarde en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Commpostela. “Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones: además de la bíblica, fundamental en este orden, también las de época clásica, medieval y moderna”, ha dicho el Santo Padre ante miles de personas ­que han abarrotado la plaza para asistir a la eucaristía.

El acto se iniciaba poco antes de las cinco de la tarde –con casi media hora de retraso sobre el horario previsto– con las palabras del arzobispo de Santiago, Julián Barrio Barrio, quien comenzó con unas palabras en gallego para dar la bienvenida al Santo Padre. El prelado reconocía en su discurso que “a este lado del Camino, se necesita la revitalización de la fe, el ardor y el coraje de una nueva evangelización para anunciar a Cristo en fidelidad y con creatividad pastoral”. De esta manera, admitía ante el Papa la necesidad de “fuerza” para la “conversión porque hay heridas que sanar”.

El arzobispo de Santiago destacó que “como peregrino de la fe y testigo de Cristo resucitado”, el Sumo Pontífice “se une a tantos y tantos peregrinos que en este Año Santo han participado en las gracias jubilares, haciendo memoria de la Tradición apostólica y procurando los bienes espirituales”.

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Barrio recalcó que a la capital gallega “llegan los caminos en los que se contemplan nuevos horizontes, que hacen recapacitar sobre las angosturas de la propia existencia y la inmensidad que el ser humano tiene dentro y fuera de sí, preparándole para ir en busca de lo que realmente su corazón anhela”.

Asimismo, se mostró sabedor de que el Santo Padre “les quiere”, al igual que sus fieles a él. “Caminamos con Su Santidad y sabemos que camina con nosotros. Cuando salga a faenar por los mares del mundo en la barca de Pedro, recuerde que otra pequeña barca estará muy cerca, la de Santiago”.

Seguir el ejemplo de los Apóstoles

Durante su homilía, Benedicto XVI, recordando la primera lectura, aseguró que “a nosotros, queridos hermanos, nos toca hoy seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al Señor cada día más y dando un testimonio claro y valiente de su Evangelio. No hay mayor tesoro que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos”.

Haciendo referencia en este caso a las palabras del Evangelio, el Papa invitó a vivir desde la humildad de Cristo: “Para los discípulos que quieren seguir e imitar a Cristo, el servir a los hermanos ya no es una mera opción, sino parte esencial de su ser”. A lo que añadió: “Al proponer este nuevo modo de relacionarse en la comunidad, basado en la lógica del amor y del servicio, Jesús se dirige también a los «jefes de los pueblos», porque donde no hay entrega por los demás surgen formas de prepotencia y explotación que no dejan espacio para una auténtica promoción humana integral”.

Mensaje a los jóvenes

Y en este punto se dirigió especialmente a los jóvenes: “Precisamente a vosotros, este contenido esencial del Evangelio os indica la vía para que, renunciando a un modo de pensar egoísta, de cortos alcances, como tantas veces os proponen, y asumiendo el de Jesús, podáis realizaros plenamente y ser semilla de esperanza”.

Haciendo referencia al Camino de Santiago, Benedicto XVI afirmó que “quien peregrina a Santiago, en el fondo, lo hace para encontrarse sobre todo con Dios que, reflejado en la majestad de Cristo, lo acoge y bendice al llegar al Pórtico de la Gloria”.

Volviendo su mirada a Europa, el Santo Padre se preguntó “¿Cuál es la aportación específica y fundamental de la Iglesia a esa Europa, que ha recorrido en el último medio siglo un camino hacia nuevas configuraciones y proyectos? Su aportación se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como ésta: que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida”.

Añadió que “es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afirmase y divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad”. Por ello, manifestó que “es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a fines que le son impropios. (…) Es necesario que la percibamos así en la vida de cada día, en el silencio del trabajo, en el amor fraterno y en las dificultades que los años traen consigo”, dijo, reiterando el mensaje que transmitió en su discurso en la Catedral por la mañana.

Numerosas personas siguen a través de una pantalla gigante la misa

Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones: además de la bíblica, fundamental en este orden, también las de época clásica, medieval y moderna, de las que nacieron las grandes creaciones filosóficas y literarias, culturales y sociales de Europa”, subrayó el Santo Padre.

Continente abierto a la trascendencia

Llegando al final de la homilía, de nuevo, el Papa reivindicó la dignidad humana: “Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios, por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre, su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a la pregunta por él. La Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes”.

La amenización musical durante toda la ceremonia corrió a cargo de la Real Filharmonía de Galicia, acompañada por el Coro de la Catedral, la Escolanía y los organistas Manuel Cela y Joaquín Barreira, con piezas de Mozart, Haendel, Bach, Santiago Tafall y Nemesio García Carril. La banda de la Escuela Naval de Marín cerró, con la Salve Marinera, el acto.

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