Polémico relevo episcopal en un vicariato de Ecuador

La Iglesia de San Miguel de Sucumbíos lamenta la “triste” salida de su obispo emérito tras varias décadas de ministerio

El hasta ahora obispo de San Miguel de Sucumbíos, Gonzalo López

(J. L. Celada) En fechas recientes, la Iglesia ecuatoriana acogía gozosa el anuncio de que uno de los 24 nuevos cardenales que recibirán el capelo de manos de Benedicto XVI, en el Consistorio del próximo 20 de noviembre, será el arzobispo emérito de Quito, Raúl Eduardo Vela Chiriboga. Apenas dos días después, su sucesor en la archidiócesis capitalina, el franciscano Fausto Gabriel Trávez Trávez, tomaba posesión del cargo en un solemne concelebración eucarística con la que, a su vez, se daba por concluida la Asamblea Plenaria que durante varios días reunió al Episcopado del país. Una cita en la que los obispos reiteraron su llamamiento a “la reconciliación y el diálogo” tras los episodios vividos hace poco más de un mes (VN, nº 2.724).

Su mensaje, sin embargo, no parece haber calado todo lo que debiera en el seno de la propia Iglesia. Porque, mientras todo esto sucedía, en el norteño Vicariato Apostólico de San Miguel de Sucumbíos, fronterizo con Colombia, estaba a punto de producirse el relevo episcopal de quien, desde 1984, era su pastor, el carmelita descalzo burgalés Gonzalo López Marañón. Una sucesión que, a tenor del pronunciamiento difundido por la Iglesia local, se ha producido con modos que contradicen dicho espíritu, que “duelen y cuestionan el ser de la Iglesia como Madre”.

A la dcha., el nuevo administrador apostólico, Rafael R. Ibarguren

En octubre de 2008, el prelado presentó su renuncia al Papa al alcanzar la edad canónica de jubilación. “Durante este tiempo –denuncia su feligresía– ha habido un silencio total, no ha existido cercanía ni acompañamiento, ni unas palabras por parte de las autoridades competentes, solicitándole continuar acompañando a la Iglesia mientras se producía su sucesión”. Hasta que, el pasado 24 de octubre, el nuncio en el país le comunicó que Benedicto XVI había aceptado su renuncia y había nombrado como administrador apostólico del vicariato al P. Rafael Ramón Ibarguren, argentino, miembro de la sociedad clerical Virgo Flos Carmeli y asistente espiritual del colegio Heraldos del Evangelio Internacional de Asunción (Paraguay). Pero había más. El propio representante papal le hizo entrega de una carta del cardenal Ivan Dias, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, pidiéndole al obispo dimisionario que en una semana abandonara el vicariato e invitándole a regresar a España, su país de origen.

“Es muy triste –lamentan los firmantes– que, desde la Iglesia de la cual somos parte, nuestro obispo, que es el símbolo de la Iglesia Comunidad, después de 40 años de dar su vida en estas tierras, y al final de su ministerio episcopal, reciba este trato, rompiendo así la tradición evangélica, que invita a la corrección oportuna y fraterna. (Mt 18,15-ss)”. Por eso, y aunque esperan “en actitud confiada” al sucesor de quien “ha sido un signo de vida en medio de esta parte de la Amazonía ecuatoriana”, no pueden ignorar situaciones que se han ido produciendo en los últimos años (“que el nuncio apostólico nunca haya venido a visitarnos, a pesar de las diferentes invitaciones”, “que se haya pasado por alto la historia y el recorrido de una Iglesia participativa, comunitaria y ministerial, constituida según el espíritu del Concilio Vaticano II y el Magisterio de Iglesia Latinoamericana…”) y que desembocan en los episodios que ahora denuncian “con firmeza, pero con paz”.

Despido ‘despectivo’

Comunidades, ministerios, agentes de pastoral, equipos misioneros, religiosos, religiosas, sacerdotes y todo el pueblo de Dios en San Miguel de Sucumbíos sienten “con profundo dolor y tristeza la forma en la que han sucedido los hechos y la manera tan despectiva con la que se ha despedido a nuestro querido amigo y hermano Gonzalo”. Asimismo, critican “que la toma de posesión [del administrador apostólico] se convierta en un acto privado y formal sin la participación del mismo pueblo de Dios que está sosteniendo esta Iglesia”.

A pesar de sus reivindicaciones, cuantos han apoyado este pronunciamiento expresan su deseo de “seguir caminando en fidelidad creativa como pueblo de Dios generando y trabajando por la Vida” en Sucumbíos, y de cultivar “nuestra tradicional actitud de acogida…, en especial a quienes se integran en este momento a nuestra Iglesia juntamente con el nuevo administrador apostólico”.

Mientras tanto, al tiempo que siguen soñando con “vivir integradamente la experiencia de discípulos y misioneros de Jesús” en respuesta a la invitación de Aparecida, agradecen a Dios la oportunidad que les ha regalado de “vivir estos cuarenta años la experiencia de Iglesia de las primeras comunidades cristianas (Hch 2, 42-47)”.

En el nº 2.728 de Vida Nueva.

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