Pilar Lara: “Los católicos de Oriente Medio deben unirse”

Auditora del Sínodo

(Texto y fotos: Darío Menor) Pilar Lara empezó hace veinte años con una fundación “pequeña” de ayuda a los desfavorecidos y, con el paso del tiempo, se ha encontrado al frente de la ONG española con mayor presencia en Oriente Medio. La experiencia acumulada durante estas dos décadas en esta procelosa región del mundo, sobre todo en Líbano, Jordania y los Territorios Palestinos, le ha valido a Lara la invitación para participar como auditora, la única española, en el reciente Sínodo de los Obispos sobre Oriente Medio. Allí se ha encontrado a muchos de los patriarcas y prelados con los que trabaja su organización, la Fundación Promoción Social de la Cultura (FPSC).

“El Sínodo significa un gran esfuerzo por la unidad porque hay problemas desde hace siglos que se dan por el hecho de estar aislados. Mi gran preocupación es saber cómo se aplicarán de forma concreta los temas tratados. Hay que darse cuenta de que los católicos pueden desaparecer de Oriente Medio, tienen que unirse para evitarlo”, apunta esta mujer menuda y decidida mientras apura un café en el descanso de una de las últimas sesiones del encuentro.

A Pilar Lara le cambió la vida un viaje. “Al poco tiempo de fundar la FPSC me vi envuelta en un proyecto de desarrollo en Líbano. Nunca me hubiese planteado ir allí, pero la Comunidad Europea me pidió que viajase a aquel país. Me impresionó mucho ver una nación en guerra y conocer la situación de los cristianos en un país de mayoría árabe”. La inquietud que le dejó en el cuerpo el bautismo a la realidad libanesa acabó transformándose en una idea concreta gracias a Juan Pablo II. “Al pasar por Roma tuve una conversación con el Papa. Él decía que tenía dos deseos: el primero era viajar a Tierra Santa y a Líbano, y el segundo que yo trabajase en esa parte del mundo. Juan Pablo II sostenía que habría cristianos libaneses mientras hubiese santos. Era un país de mártires, pero si los cristianos no eran cristianos, desaparecerían, comentaba”. Los dos deseos del anterior Pontífice se cumplieron: las peregrinaciones a Líbano y Tierra Santa llegaron en 1997 y 2000, respectivamente, y la FPSC se volcó y creció en Oriente Medio. “Aunque hoy tenemos proyectos de cooperación en cuatro continentes y 41 países, nuestra prioridad sigue siendo aquella región del mundo”.

Trabaja en Gaza

La Fundación que preside Lara, “abierta a personas de cualquier pensamiento y religión”, cuenta con una gran raigambre en los Territorios Palestinos. “Creo que soy de las personas extranjeras que más ha ido a Gaza durante los últimos años. No ha habido problemas con Hamás, seguimos trabajando con ellos aunque a veces resulte difícil. Ahora ofrecemos una ayuda alimentaria para la población, acceso a microcréditos para mujeres y rehabilitamos una parte de la escuela que construimos y que resultó dañada en los últimos bombardeos israelíes. Estoy orgullosa de que hayamos podido abrir un colegio en Gaza dirigido por un sacerdote del Patriarcado Latino en el que estudian 2.000 alumnos. Los cristianos son solamente 55”.

Aunque los frutos recogidos gracias al trabajo de la FPSC y las organizaciones locales asociadas le reconfortan, Lara no es optimista sobre el futuro del conflicto entre palestinos e israelíes. “Cuando llegué por primera vez a la zona había una gran esperanza. Entre los palestinos no había fracturas, todos querían su tierra. Ahora la situación ha cambiado: el radicalismo islámico y los ultraortodoxos judíos condicionan la política y las negociaciones de paz”.

Y concluye dejando un recado a Europa: “No se da cuenta de lo que supone Oriente Medio; por allí han pasado todas las civilizaciones. Lo que está ocurriendo ahora mismo allí es en parte consecuencia de la débil situación europea”.

En esencia

Un libro: Vida de Santa Teresa de Jesús, fue uno de los primeros que leí.

Una canción: cualquiera de las de Joan Manuel Serrat.

Un deporte: la natación.

Un lugar en el mundo: Jerusalén.

Una persona: Juan Pablo II.

Un recuerdo de la niñez: Ávila.

La mayor tristeza: la muerte de Juan Pablo II y la de mis padres.

La última alegría: el Sínodo sobre Oriente Medio.

Un valor: la resistencia.

Que me recuerden por: ser una persona que intentó hacer lo que quería con buena voluntad.

En el nº 2.728 de Vida Nueva.

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