Multitudinario adiós a Néstor Kirchner

Argentina despide a su ex presidente entre el dolor y la incertidumbre

(Washington Uranga -Buenos Aires) El 27 de octubre en Argentina estaba destinado a ser un día calmo, sin sobresaltos. Por decisión oficial, transcurría una jornada dedicada al censo nacional de población y vivienda. Pero todo cambió cuando, hacia las 10 de la mañana, lo que comenzó como un rumor se convirtió en noticia. El Gobierno confirmó el deceso de Néstor Carlos Kirchner, ex presidente (2003-2007), actual diputado nacional, presidente del Partido Justicialista, cabeza política de la coalición gobernante y esposo de la presidenta Cristina Fernández.

Con Néstor Kirchner (60 años) desaparecía la figura política más importante y gravitante del país en la actualidad, con clara proyección hacia los países sudamericanos. El país entero se paralizó por unos instantes. La sorpresa ganó primero las redacciones de los medios, de inmediato a la población y, por extensión, a todo el mundo político e institucional. Si bien habían circulado muchas especulaciones sobre la salud del ex presidente, a raíz de dos intervenciones quirúrgicas por problemas cardíacos y circulatorios (el último hace apenas un mes), no entraba en los cálculos de nadie un desenlace así. Tampoco para Kirchner, empecinado en no prestar atención a las indicaciones de sus médicos, que le habían pedido reducir su nivel de actividades. La noche previa a su muerte se había reunido con amigos políticos hasta altas horas de la madrugada. Nunca despertó. La muerte le sorprendió en el lecho en su residencia de descanso en la pequeña villa turística de El Calafate y todos los esfuerzos por reanimarle fueron inútiles.

Kirchner nació en 1950 en Río Gallegos, una pequeña ciudad capital de la sureña provincia de Santa Cruz, en una familia trabajadora integrada por descendientes de alemanes y croatas. Desde muy joven se convirtió en militante de la Juventud Peronista, estudió Derecho en la Universidad de La Plata y, en 1975, se casó con la también militante peronista Cristina Fernández. Ambos formaron parte de los grupos juveniles que apoyaron al peronismo y se mantuvieron cercanos en ese tiempo a la organización guerrillera Montoneros. Fue gobernador de su provincia entre 1991 y 2003, cuando accedió a la presidencia del país en medio de una profunda crisis política y económica enarbolando un discurso progresista de centroizquierda. La muerte le sorprendió cuando todos los pronósticos apuntaban hacia él como seguro candidato presidencial del oficialismo para los comicios nacionales del próximo año.

Por decisión de Fernández, la despedida se realizó en la Casa Rosada, sede del Poder Ejecutivo, frente a la histórica Plaza de Mayo, en el centro de la capital. Durante más de 26 horas, miles de personas –por momentos hasta tres mil cada hora– pasaron ante el féretro cerrado de Kirchner. La mayor parte del tiempo, Cristina, acompañada de sus hijos Máximo y Florencia, y la hermana del ex mandatario y ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, permaneció junto al atúd. De riguroso negro y con gafas oscuras, agradeció cada muestra de afecto y apoyo. Varias veces se quebró por el llanto, pero se mantuvo firme. A su lado se turnaban amigos y miembros del Gabinete nacional.

La presidenta y sus hijos

Afuera, en la plaza, miles de manifestantes mantenían la vigilia con una única consigna: “Gracias Néstor, fuerza Cristina”, simbolizando al mismo tiempo la gratitud hacia el ex presidente y el respaldo a quien debe continuar al frente de los destinos políticos del país. La manifestación popular desbordó todas las previsiones.

Homenaje y condolencias

Las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, con quien Kirchner tuvo una relación muy especial, estuvieron en todo momento presentes. Junto a la bandera argentina, sobre el féretro se depositó uno de los pañuelos blancos símbolo de las Madres. Desde toda la región llegaron los presidentes Lula da Silva (Brasil), Lugo (Paraguay), Santos (Colombia), Piñera (Chile), Chávez (Venezuela), Correa (Ecuador), Morales (Bolivia) y Mujica (Uruguay) para rendir homenaje al difunto y ofrecer sus condolencias a la presidenta y viuda.

El arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), cardenal Jorge Bergoglio, celebró una misa en la catedral metropolitana la tarde de la muerte, en la que señaló que “sería una ingratitud muy grande que ese pueblo, esté de acuerdo o no con él, olvidara que este hombre fue ungido por voluntad popular”. Y agregó que “todo el pueblo tiene que unirse en oración por quien asumió la responsabilidad de conducir”.

El obispo emérito de Morón, Justo Laguna, y el titular de San Isidro y presidente de Pastoral Social, Jorge Casaretto, fueron los obispos católicos que se acercaron hasta la Casa Rosada para orar junto a líderes religiosos de otras confesiones. De la mayoría de los obispados salieron mensajes de condolencia para la presidenta. El vocero de la CEA, Jorge Oesterheld, dijo que “los obispos argentinos y toda la Iglesia rezan por el eterno descanso del ex presidente, por la presidenta y su familia”, expresando “nuestro dolor y lamentando profundamente el deceso”. Pastoral Social sostuvo que, “en su memoria, creemos que es un tiempo para seguir revalorizando la importancia de la vocación, la participación y el testimonio del compromiso político”.

Néstor Kirchner fue enterrado en Río Gallegos el 30 de octubre. Cristina le acompañó hasta allí. El domingo por la noche regresó a Buenos Aires junto a sus hijos para retomar sus actividades oficiales.

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GRATITUD Y SOLIDARIDAD, por Washington Uranga

“Gracias Néstor, fuerza Cristina”. Así se resume el sentimiento de las miles de personas congregadas en la Plaza de Mayo de Buenos Aires y en la Casa Rosada para despedir los restos del ex presidente argentino fallecido. La frase sintetiza la gratitud de muchos que durante la gestión del ex mandatario vieron que su calidad de vida mejoró, que salieron cuando menos de la exclusión o de la marginación severa, consiguieron trabajo, obtuvieron su vivienda o pudieron acceder a una jubilación. Todos los que allí se manifestaron se situaron, de alguna manera, al margen de la disputa política superestructural que hoy divide casi por mitades a la dirigencia argentina.

El llanto, el agradecimiento y las expresiones de solidaridad, tan genuinas y espontáneas como imprevistas, se convirtieron durante 48 horas en un nuevo dato político de Argentina. En particular, llamó la atención la presencia de los jóvenes, muchos de los cuales expresaron una y otra vez que “Kirchner nos devolvió la posibilidad de creer en la política como instrumento para hacer justicia”.

Más allá de las controversias sobre su gestión, un dato incuestionable y central fue transformar la cuestión de los derechos humanos en política de Estado, dejando de lado todas las leyes de impunidad y sometiendo a juicio a los responsables de delitos de lesa humanidad. Un nuevo capítulo se abre ahora en la historia argentina. La gran incógnita es cómo y con quién Cristina Fernández, más allá de sus reconocidas capacidades, podrá hacer frente a la gestión tras la desaparición del compañero de su vida y sociopolítico.

En el nº 2.728 de Vida Nueva.

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