La peregrinación a Santiago, Camino de Europa

(José Fernández Lago, Director del Instituto Teológico Compostelano- Canónigo Lectoral de la Catedral de Santiago de Compostela) El verdadero peregrino sale de su pueblo y no se siente dueño de la tierra: la pisa, pero la deja y sigue su camino. Se abre al Señor, de quien espera el pan de cada día. Para Dante Alighieri, peregrino, en sentido lato, designa a quien está fuera de su tierra; pero en sentido estricto sólo lo es “quien va hacia la casa de Santiago o vuelve de ella”. Los otros que caminan con ese espíritu son “romeros”, si se dirigen a Roma, o bien “palmeros”, si van a Tierra Santa (Vita Nuova, XL, 7).

El primer peregrino a Santiago es Alfonso II el Casto en el año 813. El rey mandó edificar una pequeña iglesia y la proveyó de monjes benedictinos que promovieran y cuidaran el culto. Al aumentar las peregrinaciones, Alfonso III construyó una más grande, inaugurada en el 896. Dañada en una razia de Almanzor al final del siglo X, la reconstruyó san Pedro de Mezonzo. En 1075 se inicia la construcción de la Catedral. Las peregrinaciones alcanzan su cénit en el siglo XII. El Códice Calixtino describe lo que acontece en el templo jacobeo: “Llega un gran número de gente de todos los lugares del planeta… No hay lengua ni dialecto que no se oiga… Las puertas de la basílica no se cierran ni de día ni de noche”. Así, la Iglesia de Santiago se vuelve un referente para todo el orbe, como señala el papa Alejandro III en la Bula Regis Aeterni (año 1179).

Cluniacenses y benedictinos dan el tono para la construcción del Camino jacobeo, y también de Europa. A lo largo del Camino edifican iglesias, hospitales, conventos y otros lugares para fortalecer y curar a los peregrinos. El cristianismo naciente ya asienta las bases de lo que será Europa, al ofrecer un horizonte nuevo, para superar una sociedad romana decadente y unir así en su visión elementos judíos, griegos y también romanos. Para entender el Camino de Santiago o “Camino de Europa” hay que tener en cuenta la obra de san Benito, aunque el santo de Nursia y sus monjes peregrinan entonces al Oriente. Pero ya Martín de Dumio pone los cimientos del monacato en Galicia. Antes del hallazgo de los restos del Apóstol, Adelmo, abad de Masmelbury en el siglo VII, afirma que Santiago convirtió a las gentes hispanas. En el siglo VIII, el Beato de Liébana considera a Santiago el evangelizador de España. Los monjes están presentes a lo largo del Camino y en la meta, siendo así los mejores constructores del Camino, como puso de relieve nuestro recordado Eugenio Romero Pose en su libro Raíces cristianas de Europa. Del Camino de Santiago a Benedicto XVI.

La cadena de monasterios en el Camino dejó sus huellas en muchos ámbitos del saber. En general, se puede afirmar, con palabras de Romero Pose, que “la obra de los monjes ha sido el humus en el que se plantó la unificación espiritual de la Europa medieval mediante la popularización de la peregrinación a Compostela, en la literatura, en la épica, en la arquitectura y en todas las manifestaciones artísticas”. Sin el scriptorium y el manuscrito, Europa nunca llegaría a ser lo que es. Los monjes ofrecían, además de hospitalidad, el ejercicio de la liturgia, elementos tan propios de la orden benedictina.

“Al lado de los monasterios del Camino surgían pueblos. La labor monástica hacía que, poco a poco, lo que de pagano quedaba, fuera civilizado y cristianizado. El cultivo de la buena música y de las artes plásticas, el saber poner en el centro la dimensión religiosa, la liturgia y el culto de los santos y de las reliquias, fomentaron la interrelación entre los pueblos y, sobre todo el Camino, las peregrinaciones, que no era más que el mejor de los medios para reforzar la unidad de Europa”, nos dice Romero Pose.

Goethe afirmó que Europa se hizo peregrinando a Santiago, a la basílica jacobea cercana al Finis terrae. Ese hecho dio pie a Juan Pablo II para proclamar desde Santiago de Compostela, en el año 1982, la llamada a Europa a ser ella misma, recordando sus orígenes, un texto fundamental en la construcción de la Unión Europea.

Hoy siguen llegando los peregrinos a Santiago, buscando luz y fuerza para construir una Europa más digna, más solidaria y fraterna, en la que imitemos al Apóstol y seamos verdaderos amigos del Señor. También Benedicto XVI ha querido sumarse a esta larga historia, como un peregrino más; y, con este gesto, contribuir a avivar las raíces cristianas de Europa.

En el nº 2.728 de Vida Nueva.

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Especial Visita de Benedicto XVI a Santiago de Compostela y Barcelona

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