Las llagas abiertas de Guatemala

La prensa del país se hace eco a diario de una situación cada vez más insostenible

(Teófilo Cabestrero– cmf. Guatemala) Los últimos días de octubre están siendo tan dantescos en Guatemala que el columnista César A. García los describía así en El Periódico: “Entre crimen, sangre, desnutrición e impunidad, llegamos a Guate-peor…”. Una noche tres hombres irrumpen en un restaurante de la Zona Viva y matan a balazos a quien querían matar y a dos personas más. Queda sembrado el pánico en toda esa zona de vida nocturna. Otra noche persiguen a un hombre joven cerca de donde vivo, se refugia en un restaurante de Pizza Hut y dentro lo acribillan ante el espanto de los clientes; luego acaban con la vida del guardia de seguridad, le roban el arma y desaparecen. El muerto es hijo de una jueza a quien hace dos meses le mataron a otro hijo. Semanas antes fue asesinado un hijo de otra jueza y, a los tres días, la víctima mortal fue ella misma…

Pero la trágica situación actual del país no se queda aquí. La población sufre en su carnes tres llagas abiertas. A saber, en “un primer diagnóstico de trastornos mentales” auspiciado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Ministerio de Salud de Guatemala reconoce que la pobreza y la desnutrición, la discriminación, la violencia y la inseguridad, el alcoholismo, y los desastres naturales causan ansiedad, depresión, angustia y trastornos mentales en el 28% de los más de 14 millones de habitantes. La capital es hoy una de las más violentas de América Latina, y nadie escapa a los efectos de esa violencia.

Embarazos de menores

En segundo lugar, aumentan los embarazos y partos de niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años. En 2009, se registraron 41.529 partos y, en 2010, pueden llegar a 50.000. Según la Asociación de Mujeres Médicas, “el incesto, la violación o el abuso sexual, la estructura social de las comunidades y la falta de acceso a la educación son algunas de las causas por las que las menores se embarazan y deciden hacerse cargo de los bebés”. Por otra parte, la educación sexual es una cuestión pendiente, no resuelta: ni en el Ministerio de Educación, ni en la mayoría de las familias, ni en las Iglesias; es como un tabú cultural muy arraigado.

Finalmente, la tercera llaga es la de la desnutrición infantil aguda en las áreas rurales. El 50% de los niños y niñas arrastra desnutrición crónica, que en la población indígena se eleva hasta el 70%. Ahora el Ministerio de Salud ha detectado 5.000 casos de menores de 5 años con desnutrición aguda. La desnutrición crónica limita el desarrollo físico, psíquico e intelectual, pero la aguda pone a los pequeños en riesgo de morir en menos de una semana.

Mientras tanto, “la violencia, el crimen y el dolor alcanzan fronteras impensables. El desasosiego, la incertidumbre, el miedo y los deseos de huir se apoderan de la mayoría de los guatemaltecos”, escribía José Rubén Zamora en El Periódico el 22 de octubre. Él mismo sufrió en sus carnes (y en las de su familia) las amenazas y la agresión, pero no huyó y ha llegado a ver condenados a sus agresores.

“Tras décadas de violencia –reflexiona– el clima se siente enrarecido, y todo apunta a que aún vienen cosas peores. Las víctimas de la violencia son ladinos, indígenas, garífunas y xincas; ricos y pobres; niños, jóvenes y ancianos; mujeres y hombres; famosos y desconocidos. Ellas y ellos son más importantes que cualquier cosa, seres humanos a quienes otros seres humanos aman y necesitan. Nadie –sin importar dónde vive o qué hace– puede tener la certeza de quién sufrirá el siguiente acto absurdo de derramamiento de sangre. Y que, sea como sea, la espiral sigue, sigue y sigue…”, se lamenta.

Y prosigue Zamora: “Otro tipo de flagelo exacerba el crimen y la violencia, más lento pero tan mortal como un disparo despiadado: la indiferencia, la falta de acción y respuesta y la lenta decadencia de las instituciones. Indiferencia que incluye la destrucción lenta de un niño por hambre, las escuelas sin libros, los mantos de impunidad…”.

Ante tal situación, él propone tres acciones: “Transparentar el financiamiento de la contienda electoral”; “la emergencia de un diálogo nacional serio”; y “que desde México a Argentina nos sentemos con los Estados Unidos a redefinir una posición única frente al narcotráfico para enfrentar ese flagelo de nuestros pueblos”. Y advierte: “De no ser así, nuestros mejores fiscales, jueces, funcionarios, empresarios y periodistas terminarán en el cementerio, en el exilio o esclavos de la corrupción. En este escenario dantesco, reitero lo que escribí hace más de una década: el último que salga del país, que apague la luz”.

En el nº 2.727 de Vida Nueva.

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