La identidad de la comunicación católica

(Ariel Beramendi– sacerdote y comunicador, oficial del PCCS) El Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales (PCCS) acaba de celebrar en Roma (4-7 de octubre) el congreso internacional Prensa católica en la era digital, con el que ha cerrado un primer ciclo de reflexión sistemática y profunda sobre la comunicación en la Iglesia católica, iniciado en 2006, cuando el entonces presidente de este dicasterio, el arzobispo John Foley, convocó en Madrid a representantes y delegados de emisoras televisivas de varias partes del mundo. Dos años después, el arzobispo Claudio M. Celli convocó a representantes de las radios católicas de todo el orbe; ese mismo año 2008 citó a los directores de las facultades de Comunicación de las universidades católicas; y en 2009 hubo un seminario para los obispos presidentes de las comisiones episcopales de Comunicación.

El hilo conductor de estos encuentros ha sido el intento de responder a la pregunta de fondo sobre cuál es la identidad “católica” de una entidad de comunicación que dice pertenecer a la Iglesia católica, y cuáles son los desafíos que ésta enfrenta ante el contexto tecnológico y social.

La “catolicidad” de un medio de comunicación radica en la pertenencia objetiva a una entidad eclesial y en los contenidos que transmite; queda claro que los medios católicos tendrían que reflejar la rica experiencia universal con la que la Iglesia nace el día de Pentecostés.

Las experiencias compartidas durante estos encuentros reflejan las distintas velocidades de la Iglesia en este campo de la comunicación social. Y ha sido necesario subrayar que la identidad católica no debe dejar espacio a la improvisación o a una providencia mal entendida, sino que cada proyecto tendrá que nacer como fruto de una evaluación de los recursos con los que se cuenta a nivel técnico y humano y de un estudio de la audiencia a la que se le ofrecerán servicios objetivos.

Por otra parte, una reflexión recurrente ha sido analizar los desafíos del mensaje cristiano ante un contexto tecnológico que ha ofrecido soluciones a varios problemas técnicos y que, al mismo tiempo, ha abierto nuevas perspectivas de comunicación (el valor de la información local en un sistema comunicativo global e instantáneo, la brevedad y agilidad de la información…). Al desafío del panorama digital se suma la indiferencia –y en algunos casos la animadversión– hacia el mensaje cristiano por parte de esferas sociales cada vez más extensas que, simplemente, no están interesadas en ver, escuchar o leer medios masivos de comunicación católicos. A finales de 2009, el Santo Padre regaló a la Iglesia un faro para no perder el horizonte ante estos nuevos desafíos, cuando invitó a contemplar en nuestra vivencia religiosa un espacio para los “gentiles del mundo moderno”. Benedicto XVI usó la metáfora del “patio de los gentiles” para que los operadores de la cultura y la comunicación sean capaces de crear nuevos espacios de diálogo. Renace así la pregunta: ¿en qué idioma comunicar? ¿Con qué códigos o iconos? ¿Qué imagen de Iglesia queremos transmitir?

La necesidad de formación ha sido un eco constante en los congresos del dicasterio. No cabe duda de que son las entidades educativas las que deben preparar las generaciones de nuevos profesionales, teniendo presente una visión del ser humano que no se cierra a lo Trascendente y a lo Eterno. Para usar palabras de Benedicto XVI, hoy se requieren comunicadores que, en la Iglesia y en la sociedad, sean verdaderos diáconos de la cultura, testigos y promotores de la verdad, con una visión clara de que la dignidad de la persona humana va en primer lugar.

Cerramos un primer ciclo de reflexiones sobre la identidad y la misión, es decir, qué somos y para qué existimos como comunicadores católicos; aún no sabemos cuántos somos, aunque ya se tiene claro que más medios de comunicación no se corresponde necesariamente con una mejor comunicación. Sin embargo, durante los congresos se han puesto en común los logros alcanzados y el conocimiento mutuo de experiencias que actualmente están dando lugar a proyectos en red, sinergias e intercambios que hacen descubrir a los comunicadores de la Iglesia católica que no están arando en el desierto, y que al fortalecer intereses comunes se puede dar un salto cualitativo en los proyectos de comunicación que se llevan adelante, teniendo presente que comunión y unidad no necesariamente significan uniformidad.

En el nº 2.727 de Vida Nueva.

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