¿Ha fracasado la sociedad multicultural?

(Vida Nueva) La canciller Angela Merkel ha hablado del fracaso del proyecto alemán de sociedad multicultural. Sus palabras han encontrado eco en otros dirigentes europeos. Pero, ¿qué hay de cierto en este análisis sobre la integración? En los ‘Enfoques’, reflexionan sobre esta cuestión Mohand Tilmatine, profesor del área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Cádiz, y Joaquín García Roca, profesor de cooperación internacional y movimientos migratorios.

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¿Fracaso rotundo o falso debate?

(Mohand Tilmatine– Profesor de Lengua y cultura bereber amazige en el área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Cádiz) ¿Qué modelo de sociedad plantear entonces? Más allá de los títulos, este debate abierto sobre el multiculturalismo no se plantea de forma correcta. A problemas reales, se responde con la manipulación de sensaciones legítimas de inseguridad, acudiendo a clichés y prejuicios.

De entrada: guste o no, existe diversidad en muchos ámbitos. No se puede arrojar a los musulmanes al mar, como no se puede ignorar a las Iglesias y su papel en la sociedad, ni tampoco a los laicos y muchos otros grupos. Todos tienen el derecho a vivir. El mismo derecho. Esta diversidad debe, por consiguiente, reflejarse en el sistema social, político, cultural, económico y político.

La solución más acertada sería, por tanto, una sociedad donde las únicas referencias sean unas normas de conducta: la Constitución, las leyes… Hay que tratar a todos como ciudadanos iguales, para lo bueno y para lo malo, y no dejar de hacer cosas para no herir a según quién. Las leyes deberían ser el resultado de un debate democrático y sereno. De un consenso. Y deben ser representativas.

Así, si en un país la poligamia está prohibida, está prohibida. Si las niñas tienen que hacer deporte e ir a la piscina, que vayan. Por supuesto, hay que hablar y aprender la lengua del país de acogida, respetar las leyes y adaptarse a sus normas consensuadas.

¡Ojo! Exigir de los países musulmanes la misma práctica con las minorías, religiosas o no. No cerrar los ojos para cerrar jugosos contratos comerciales. Sólo entonces, cuando se dé el mismo trato a unos y otros, el discurso de los políticos será creíble.

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La diversidad ha llegado para quedarse y para crecer

(Joaquín García Roca– Profesor de cooperación internacional y movimientos migratorios) Con la misma necesidad que los capitales, las mercancías y las noticias traspasan las fronteras, circulan estilos de vida, modelos culturales, costumbres y civilizaciones. Las fronteras hoy son una quimera. La diversidad cultural ha llegado para quedarse y la interdependencia de los pueblos para crecer.

Si algo demostró la historia del siglo XX es que el intento de crear naciones culturalmente homogéneas con identidades unitarias sólo se consigue a través de la represión cultural, la persecución religiosa o la limpieza étnica.

Abre mayores esperanzas gestionar la diversidad lejos tanto de la multiculturalidad como de la asimilación. Cuando los niños de distintos países, culturas y etnias juegan juntos en el patio del colegio, o los vecinos de una finca asisten juntos a la reunión de la escalera, están sellando acuerdos interculturales.

Hoy, las culturas se influencian unas a otras y, al contrario que en la asimilación, cada individuo y cada cultura pueden aportar potencialidades valiosas. Al contrario que en el multiculturalismo, este proyecto implica que se mueve tanto la cultura mayoritaria como las minorías culturales.

La interculturalidad conoce los conflictos y las tensiones, pero ahora están hechos en y a través de la diversidad y se pueden resolver mediante la deliberación pública, el reconocimiento del otro, la cooperación mutua y el respeto a la dignidad, sin victoria de unos y destrucción de los otros.

Más información en el nº 2.727 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea los ‘Enfoques’ completos aquí.

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