El Sínodo concluye: la paz en Oriente Medio es urgente

La Asamblea Especial de obispos quiere ofrecer un modelo de “colaboración positiva” entre las distintas religiones

(Antonio Pelayo– Roma) Éxito o fracaso? ¿Pastoral o político? ¿Anti-israelí o pro-árabe? Son algunas de las preguntas que se han planteado los informadores al valorar la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos que se ha desarrollado en el Vaticano entre el 10 y el 24 de octubre y que, por otra parte, ha tenido un eco bastante mediocre en la mayoría de los medios de comunicación, si exceptuamos los de los países más involucrados, como Líbano, Israel o Egipto.

Benedicto XVI clausuró sus trabajos el domingo 24 con una solemne Eucaristía por él presidida en la Basílica de San Pedro y concelebrada por 177 padres sinodales (19 cardenales, nueve patriarcas, 72 arzobispos, 67 obispos y diez sacerdotes), más 69 presbíteros que han colaborado en dicha asamblea. La amplitud del número de concelebrantes que se situaron en varios semicírculos alrededor del llamado “altar de la confesión” obligó a variar la habitual disposición de los asistentes a la ceremonia: Cuerpo Diplomático, cardenales y arzobispos de la Curia romana y otros invitados. Como ya sucedió en la misa de apertura, resultaba impresionante la diversidad y colorido de los paramentos litúrgicos, la variedad de lenguas usadas (latín, griego, árabe, turco, hebreo, parsi, francés e inglés) y la riqueza de las contribuciones musicales gracias a la colaboración de tres coros –griego, armenio y maronita– que rivalizaron con la Capilla Sixtina.

Unidad en la variedad

En su homilía, el Santo Padre glosó el lema del Sínodo, La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma (Hch 4,32), afirmando: “Hemos vivido la unidad de la Iglesia en la variedad de las Iglesias presentes en Oriente Medio. (…) así hemos valorado la riqueza litúrgica, espiritual y teológica de las Iglesias orientales católicas además de la Iglesia latina. Se ha tratado de un intercambio de dones preciosos, de los cuales se han beneficiado todos los padres sinodales”. Dirigiéndose a éstos de modo especial, les recomendó afrontar el desafío de la “comunión en el interior de cada iglesia sui iuris, así como las relaciones entre las varias Iglesias católicas de distintas tradiciones”.

“Desde hace demasiado tiempo –dijo en otro momento–, en Oriente Medio perduran los conflictos, las guerras, la violencia, el terrorismo. La paz, que es un don de Dios, también es el resultado de los esfuerzos de los hombres de buena voluntad, de las instituciones nacionales e internacionales y, en particular, de los estados más implicados en la búsqueda de la solución de los conflictos. Nunca debemos resignarnos a la falta de paz. La paz es posible. La paz es urgente –dijo alzando la voz–, la paz es la condición indispensable para una vida digna de la persona humana y de la sociedad. La paz es también el mejor remedio para evitar la emigración de Oriente Medio”.

“Otra contribución –añadió– que los cristianos pueden aportar a la sociedad es la promoción de una auténtica libertad religiosa y de conciencia, uno de los derechos fundamentales de la persona humana que cada Estado debería respetar siempre. En numerosos países de Oriente Medio existe la libertad de culto, pero no pocas veces el espacio de la libertad religiosa es muy limitado. Ampliar este espacio de libertad es una exigencia para garantizar a todos los que pertenecen a distintas comunidades religiosas la verdadera libertad de vivir y profesar su fe. Este argumento podría ser objeto de diálogo entre los cristianos y los musulmanes, diálogo cuya urgencia y utilidad ha sido ratificada por los padres sinodales”.

A la izquierda, el cardenal de Bagdad

Éstos hicieron público el sábado 23 su Mensaje al pueblo de Dios, un texto de diez páginas que sintetiza en cierto modo las conclusiones de sus dos semanas de debates y profundización y en el que recalcan que “el primer objetivo de este Sínodo es de orden pastoral”. Esto no es óbice para que, al describir la situación y la seguridad de los países de Oriente Medio, afirmen: “Hemos tomado conciencia del impacto del conflicto israelo-palestino en toda la región, sobre todo en el pueblo palestino, que sufre las consecuencias de la ocupación israelí: la falta de libertad de movimientos, el muro de separación y las barreras militares, los prisioneros políticos, la demolición de las casas, la perturbación de la vida económica y social y los miles de refugiados. También hemos reflexionado sobre el sufrimiento y la inseguridad en la que viven los israelíes. Hemos meditado sobre la situación de la ciudad santa de Jerusalén. Nos preocupan las iniciativas unilaterales que corren el riesgo de cambiar su demografía y su estatuto. Frente a todo esto, vemos que una paz justa y definitiva es el único medio de salvación para todos, para el bien de la región y de sus pueblos”.

Fin a la ocupación

Páginas más adelante, al dirigir un llamamiento a la comunidad internacional, los padres sinodales piden a las Naciones Unidas “que trabajen sinceramente por una solución de paz justa y definitiva en la región, y esto, a través de la aplicación de las resoluciones del Consejo de Seguridad y la adopción de las medidas jurídicas necesarias para poner fin a la ocupación de diferentes territorios árabes. El pueblo palestino podrá, de este modo, tener una patria independiente y soberana para vivir en ella con dignidad y estabilidad. El Estado de Israel podrá disfrutar de la paz y de la seguridad dentro de unas fronteras internacionalmente reconocidas. La ciudad santa de Jerusalén podrá obtener el estatuto justo que respete su carácter especial, su santidad y su patrimonio religioso para cada una de las tres religiones, la judía, la cristiana y la musulmana. Esperamos que la solución de los dos estados se convierta en una realidad y no se quede en un simple sueño”.

“Condenamos –subrayan– la violencia y el terrorismo vengan de donde vengan y todos los extremismos religiosos. Condenamos cualquier forma de racismo, el antisemitismo, el anticristianismo y la islamofobia y hacemos un llamamiento a las religiones para que asuman sus responsabilidades en la promoción del diálogo de las culturas y de las civilizaciones en nuestra región y en el mundo entero”.

Al abordar la “cooperación y el diálogo con nuestros conciudadanos judíos”, el Mensaje, después de destacar los lazos religiosos que nos unen a cristianos y judíos, afirma: “Ha llegado el tiempo de que nos comprometamos juntos a favor de una paz sincera, justa y definitiva. Ambos somos interpelados por la palabra de Dios. Ella nos invita a escuchar la voz de Dios ‘que habla de paz: Yo escucho. ¿Qué dice Dios? Lo que Dios dice es la paz para su pueblo y sus amigos’ (Salmo 85, 9). No está permitido –acota, sin embargo, a continuación– recurrir a posiciones bíblicas y teológicas para hacer de ellas un instrumento que justifica la injusticias. Por el contrario, el recurso a la religión debe llevar a todas las personas a ver el rostro de Dios en los otros y a tratarles según los atributos de Dios y según sus mandamientos, es decir, según la bondad de Dios, su justicia, su misericordia y su amor por nosotros”.

Sobre la “cooperación y el diálogo con nuestros conciudadanos musulmanes”, los padres sinodales parten del convencimiento de que “somos hermanos y Dios nos quiere juntos, unidos por la fe en Dios y el doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo”. A partir de ese principio, aseguran que “juntos construiremos nuestras sociedades civiles sobre la ciudadanía, la libertad religiosa y la libertad de conciencia. Juntos trabajaremos para promover la justicia, la paz, los derechos humanos y los valores de la vida y de la familia. Queremos ofrecer a Oriente y Occidente un modelo de convivencia entre diferentes religiones y de colaboración positiva entre las diversas civilizaciones por el bien de nuestras patrias y de toda la humanidad”.

El patriarca melquita de Damasco

Dirigiéndose a los gobernantes y políticos de sus respectivos países, el texto es muy claro: “Los cristianos son ciudadanos originales y auténticos, leales a sus patrias y que cumplen con todos los deberes nacionales. Es natural que puedan disfrutar de todos los derechos de la ciudadanía, de la libertad de conciencia y de culto, de la libertad en los campos de la educación y de la enseñanza, así como en el uso de los medios de comunicación. Os pedimos que redobléis los esfuerzos que estáis empleando para establecer una paz justa y duradera en toda la región y para frenar la carrera de armamentos, lo cual llevará a la seguridad y a la prosperidad económicas, parará la hemorragia de la emigración que vacía nuestros países de sus fuerzas vivas”.

El neocardenal y relator general, Antonios Naguib

Además del Mensaje, los padres sinodales han trabajado en un elenco de propuestas que someten al Santo Padre. Han seguido la metodología ya consolidada en anteriores asambleas: congregaciones generales que son sintetizadas en la “relación después de la discusión” por el relator general, Su Beatitud Antonios Naguib, patriarca copto de Alejandría. En el curso de la XI Congregación General que tuvo lugar el 18 de octubre después de presentar su síntesis de los debates, el prelado egipcio presentó un cuestionario de 23 preguntas para que los circuli minores preparasen sus respuestas y sugerencias para las “proposiciones”. Después de varias sesiones, éstas se elevaron a más de 700 que, tras ímprobos esfuerzos, el relator general, ayudado por el secretario especial, Joseph Soueif, arzobispo maronita de Chipre, y su equipo de colaboradores redujeron al razonable número de 44. Sometidas al examen de la asamblea, fueron votadas y hechas públicas.

Se abre el elenco con una breve introducción y, sucesivamente, las “proposiciones” se dividen en tres capítulos: la presencia cristiana en Oriente Medio; la comunión eclesial (comunión en el seno de la Iglesia católica ad intra, comunión entre obispos, clero y fieles, comunión con las Iglesias y comunidades eclesiales ad extra); y testimonio cristiano, testigos de la resurrección y del amor. Como no disponemos del espacio necesario, destacaré tres detalles: la recomendación a la Santa Sede de que intensifique el uso de la lengua árabe, “a fin de que los cristianos de cultura árabe tengan acceso a las informaciones provenientes de la Santa Sede en su lengua materna”. Sobre los sacerdotes casados se dice: “El celibato eclesiástico es estimado y apreciado siempre y en todas partes en las Iglesias católicas tanto de Oriente como de Occidente. Sin embargo, y con el fin de asegurar un servicio pastoral a favor de nuestros hermanos, vayan donde vayan, y de respetar las tradiciones orientales, sería deseable estudiar la posibilidad de tener sacerdotes casados fuera del territorio patriarcal”. Sobre la gestión de los bienes eclesiásticos, la proposición 7 dice así: “A fin de asegurar la transparencia, es necesario aplicar un sistema de auditoría en los asuntos financieros de la Iglesia, distinguiendo claramente lo que le pertenece de lo que es propiedad de su personal. Al mismo tiempo, es necesario preservar las propiedades y los bienes de la Iglesia y de sus instituciones”.

121 cardenales electores

Los neopurpurados Amato y Burke

Como ya indicamos en nuestra anterior crónica, Benedicto XVI anunció un Consistorio para la creación de nuevos cardenales los días 20 y 21 de noviembre. Nuestros lectores pueden ver la lista completa de los 24 neopurpurados aquí, entre los que se encuentra –entre otros muchos, como R. Damasceno, arzobispo de Aparecida, y el ecuatoriano arzobispo emérito de Quito, Raúl E. Velael español José Manuel Estepa, arzobispo castrense emérito. El Papa ha querido, sin duda, recompensar, además de otros méritos, su entrega y trabajo en la elaboración del Catecismo de la Iglesia Católica.

En su día tendremos ocasión de comentar con más espacio aspectos de estos nombramientos. Destacan dos que no son del todo positivos: la excesiva presencia de italianos (10 sobre 24) y el peso desproporcionado de la Curia sobre el resto de la Iglesia, y eso que han quedado pendientes algunos presidentes de Pontificios Consejos (los italianos Claudio M. Celli, Antonio Vegliò y Francesco Coccopalmerio y el polaco Zygmunt Zimowski). Tampoco han cabido titulares de sedes tan importantes como Westminster, Tokyo, Dublín, Abidjan, Nueva York, Río de Janeiro, Wellington, Kampala, Florencia, Malinas-Bruselas o Praga, por no hablar de las españolas Toledo, Sevilla, Compostela o Valladolid.

El colegio cardenalicio cuenta ahora con 202 miembros, de los cuales son electores (pero sólo hasta enero) 121. Hay 25 italianos (es decir, una quinta parte); EE.UU. cuenta con 13, y España con cinco: Rouco Varela, Martínez Sistach, Carlos Amigo, García-Gasco y Cañizares (Eduardo Martínez Somalo, Francisco Álvarez, Julián Herranz, Ricard Carles y Urbano Navarrete ya han sobrepasado los 80 años). Con los recién nombrados, Benedicto XVI ha hecho entrar en el colegio de electores a 50 purpurados, cifra nada desdeñable.

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ISRAEL, DISCONFORME CON LOS ANÁLISIS


Leídas las las informaciones de lo emanado en la asamblea sinodal, a nadie le extrañará que Israel haya manifestado su discrepancia con las conclusiones del Sínodo y lo haya hecho de forma más bien explosiva: un Sínodo “rehén de una mayoría anti-israelí” y “foro de ataques contra Israel”, ha afirmado en Jerusalén el viceministro de Asuntos Exteriores, Danny Ayalon. “Manifestamos nuestro disgusto –declaró al Jerusalem Post– porque este importante Sínodo se ha transformado en un foro para atacar políticamente a Israel siguiendo la mejor tradición árabe. El Sínodo se ha convertido en un rehén de la mayoría anti-israelí”. El portavoz vaticano, padre Federico Lombardi, ha intentado quitarle hierro al asunto asegurando que la asamblea ha tenido muy en cuenta los intereses de Israel en lo que se refiere a su estabilidad y seguridad a nivel internacional. “La posición de la Santa Sede –recalcó– es conocida: dos estados, reconocimiento del sufrimiento y del derecho a existir de los dos pueblos. El resto son opiniones de algunos padres sinodales y no pueden ser consideradas como opiniones del Sínodo o de la Santa Sede”.

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MUSICALIA, por Antonio Pelayo

Monseñor Domenico Bartolucci recibirá la púrpura cardenalicia a sus venerables 93 años, después de haber sido durante décadas “maestro director perpetuo” de la Capilla Sixtina, cargo en el que sustituyó nada menos que a Lorenzo Perosi. La “perpetuidad” fue sólo relativa, ya que en 1997 le sustituyó, no sin polémicas y presiones varias, monseñor Giuseppe Liberto, pero ya sólo como “maestro director”. Ahora este siciliano de 65 años tiene que hacer las maletas y volver a su Monreal natal porque el 17 de octubre ha sido nombrado director del famoso coro (el más antiguo del mundo, puesto que se remonta al pontificado de Sixto IV en el siglo XV) el salesiano Massimo Palombella, fundador y director del Coro interuniversitario de Roma. Algunos ven en este nombramiento la lunga manus del cardenal Bertone, su hermano de congregación religiosa.

Más que de nombres, creo yo, habría que hablar de capacidades y criterios musicales. El papel de la Sixtina es importante porque su repertorio y su calidad interpretativa llegan a todo el mundo a través de la televisión. Somos muchos los que hemos criticado estos años la “rutina” en que había caído el coro, que interpretaba de la misma manera un réquiem que un aleluya. Tampoco se trata de cantar la música que guste al Papa, por muy musicólogo que éste sea. Lo que pide el Concilio –y el sentido común– es que la música sea un digno componente de la liturgia y que eleve a los fieles que la escuchan… o que en muchos casos la soportan.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.727 de Vida Nueva.

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