Los padres sinodales instan a los judíos a comprometerse juntos “a favor de la paz” en Oriente Medio

Israel manifiesta sus discrepancias con las conclusiones del Sínodo, que el Papa clausuró el domingo en Roma

(Antonio Pelayo– Roma) ¿Éxito o fracaso? ¿Pastoral o político? ¿Anti-israelí o pro-árabe? Son algunas de las preguntas que se han planteado los informadores al valorar la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos que se ha desarrollado en el Vaticano entre el 10 y el 24 de octubre y que, por otra parte, ha tenido un eco bastante mediocre en la mayoría de los medios de comunicación.

Benedicto XVI clausuró sus trabajos el domingo 24 con una solemne Eucaristía por él presidida en la Basílica de San Pedro y concelebrada por 177 padres sinodales (19 cardenales, nueve patriarcas, 72 arzobispos, 67 obispos y diez sacerdotes), a los que sumaron 69 presbíteros que han colaborado en dicha asamblea.

En su homilía, el Santo Padre glosó el lema del Sínodo, La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma (Hch 4,32). En otro momento de su intervención, el Pontífice afirmó: “Desde hace demasiado tiempo, en Oriente Medio perduran los conflictos, las guerras, la violencia, el terrorismo. La paz, que es un don de Dios, también es el resultado de los esfuerzos de los hombres de buena voluntad (…). Nunca debemos resignarnos a la falta de paz. La paz es posible”.

Objetivo pastoral

Los padres sinodales hicieron público el sábado 23 su Mensaje al pueblo de Dios, un texto de diez páginas que sintetiza en cierto modo las conclusiones de sus dos semanas de debates y profundización y en el que recalcan que “el primer objetivo de este Sínodo es de orden pastoral”.

Esto no es óbice para que, al describir la situación y la seguridad de los países de Oriente Medio, afirmen lo siguiente: “Hemos tomado conciencia del impacto del conflicto israelo-palestino en toda la región, sobre todo en el pueblo palestino que sufre las consecuencias de la ocupación israelí: la falta de libertad de movimientos, el muro de separación y las barreras militares, los prisioneros políticos, la demolición de las casas, la perturbación de la vida económica y social y los miles de refugiados. También hemos reflexionado sobre el sufrimiento y la inseguridad en la que viven los israelíes”.

Páginas más adelante, al dirigir un llamamiento a la comunidad internacional, los padres sinodales piden a las Naciones Unidas “que trabajen sinceramente por una solución de paz justa y definitiva en la región, y esto, a través de la aplicación de las resoluciones del Consejo de Seguridad y la adopción de las medidas jurídicas necesarias para poner fin a la ocupación de diferentes territorios árabes”.

Cristianos y judíos, interpelados por la palabra

Cuando aborda el capítulo de la “cooperación y el diálogo con nuestros conciudadanos judíos”, el Mensaje, después de destacar los lazos religiosos que nos unen a cristianos y judíos, afirma: “Ha llegado el tiempo de que nos comprometamos juntos a favor de una paz sincera, justa y definitiva. Ambos somos interpelados por la palabra de Dios”.

Sobre la “cooperación y el diálogo con nuestros conciudadanos musulmanes”, los padres sinodales parten del convencimiento de que “somos hermanos y Dios nos quiere juntos, unidos por la fe en Dios y el doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo”.

Además del Mensaje, los padres sinodales han trabajado estas dos semanas elaborando un elenco de 44 propuestas que someten al Santo Padre.

Discrepancias de Israel

Leídas las informaciones precedentes, a nadie le extrañará que Israel haya manifestado su discrepancia con las conclusiones del Sínodo y lo haya hecho de forma más bien explosiva: un Sínodo “rehén de una mayoría anti-israelí” y “foro de ataques contra Israel”, ha afirmado en Jerusalén el viceministro de Asuntos Exteriores, Danny Ayalon, en declaraciones al Jerusalem Post.

El portavoz vaticano, padre Federico Lombardi, ha intentado quitarle hierro al asunto asegurando que el Sínodo ha tenido muy en cuenta los intereses de Israel. “La posición de la Santa Sede –recalcó– es conocida: dos estados, reconocimiento del sufrimiento y del derecho a existir de los dos pueblos. El resto son opiniones de algunos padres sinodales y no pueden ser consideradas como opiniones del Sínodo o de la Santa Sede”.

Más información en el nº 2.727 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, vea la crónica vaticana completa aquí.

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