La Iglesia mexicana promueve la solidaridad tras las inundaciones en varios Estados

Cáritas y Cruz Roja canalizan la ayuda en las diferentes diócesis

(Pablo Romo Cedano– México DF) El obispo de Veracruz, Luis Felipe Gallardo Martín del Campo, realizó días atrás un llamamiento urgente a la solidaridad y a “trabajar unidos en este momento de prueba que el Señor nos ha puesto”, para enfrentar las consecuencias del huracán Karl, que ha dejado cientos de miles de damnificados, miles de casas inundadas y daños cercanos a los 100.000 millones de pesos en los Estados de Veracruz y Tabasco.

Karl, que tomó tierra hace ya un mes, provocó el desbordamiento de los ríos cercanos a la costa oriental entre la capital de Veracruz y Tabasco y la apertura de las compuertas de varias presas. “Templos parroquiales y capillas en los distintos municipios se han visto afectados, es una situación que sobrepasa la estructura gubernamental”, advierte el prelado salesiano. En la diócesis hay comunidades y colonias completamente inundadas a pesar del tiempo transcurrido desde el paso del huracán, aunque en este momento lo preocupante son las enfermedades que se empiezan a expandir, particularmente la fiebre y el dengue.

El vocero de Veracruz, el sacerdote Víctor Díaz Mendoza, aseguró que están evaluándose los daños y que pronto podrán contabilizar las pérdidas en los templos y bienes de la Iglesia. Sin embargo, anunció que la prioridad ahora sigue siendo la población desplazada.

Cáritas y Cruz Roja son las instituciones que están canalizando la solidaridad, pero no sólo en esta zona del país. La situación actual se une a otras muchas que, semana tras semana, vienen afectando a otras regiones. Así, unos 200 km. al sur del lugar de estas inundaciones, las intensas lluvias en Santa María Tlahuitoltepec (Oaxaca) provocaron en septiembre el desplome de un cerro, dejando sepultadas a 11 personas y a decenas de familias sin hogar. El obispo de la prelatura Mixe, Héctor Guerrero Córdova, SDB, reconocía  que es preciso “hacer caso a las autoridades para evacuar la zona afectada y acudir a los albergues”, donde la Iglesia presta hoy su ayuda a las familias que siguen allí alojadas.

Mientras, en Tlacotalpan, no sólo se inundó el pueblo, sino que más de un mes después el agua permanece anegada en muchas partes de la ciudad. Y es que –como recordaba en una carta pastoral el obispo de Saltillo, Raúl Vera, OP, el pasado mes de julio, en el contexto de los desastres ocasionados por el huracán Alex– el calentamiento global del planeta nos avisa de que “los huracanes cada vez tendrán mayor capacidad devastadora, tanto por las altas velocidades de los vientos, como por las cantidades exageradas de lluvias que provocan”, lo cual “exige tomar las medidas preventivas convenientes”. De lo contrario, seguirá creciendo la lista de damnificados, a la que hoy se suman los 150.000 desplazados que ha provocado en México los huracanes Karl y Matthew.

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En el nº 2.726 de Vida Nueva.

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