“La dignidad del ser humano comienza en la fecundación”

El Episcopado de Costa Rica se opone a una posible aprobación de la técnica in vitro

(J. L. Celada) La Iglesia católica de Costa Rica ha reiterado su oposición a la fecundación in vitro, prohibida desde el año 2000 en el país centroamericano, ante la posibilidad de que el Gobierno de Laura Chinchilla, a instancias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), reinstaure una técnica reproductiva que, “todavía hoy, infringe la barrera que tutela la dignidad humana”.

Así, los miembros de la Conferencia Episcopal, por boca de su presidente y arzobispo de San José, Hugo Barrantes Ureña, dieron a conocer el pasado día 8 un comunicado en el que redoblan su “compromiso cristiano con el respeto incondicional a la vida humana desde su concepción” y advierten sobre los peligros de una técnica que es “presentada a la opinión pública como la ‘ultima oportunidad’ para las mujeres que sufren esterilidad”, mientras se oculta que consiente “que seres humanos, en el estado más débil y más indefenso de su existencia, sean seleccionados, abandonados, asesinados o utilizados como material biológico”.

Bajo el título La dignidad del ser humano comienza en la fecundación, los prelados apelan a la resolución de la Sala Constitucional por la que se prohibió en el año 2000 la fecundación in vitro y piden “que se respeten, tanto el bien supremo de la persona por nacer, como la citada sentencia de la Sala Constitucional”. Asimismo, llaman a “vigilar, celosamente, el acatamiento del artículo 4.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos y el artículo 21 de nuestra propia Constitución Política, que reza: ‘La vida humana es inviolable’”.

La jerarquía católica defiende que “los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos son simples recomendaciones que pueden ser acogidas o no” por el Ejecutivo, que, tras sus consultas a los diferentes poderes del Estado, deberá ofrecer una repuesta unificada a la propia CIDH antes del 23 de octubre.

El documento episcopal sostiene que la CIDH “atenta contra dos principios fundamentales de los derechos humanos”: el ‘Principio del Interés Superior del Menor’, por el que, en caso de conflicto, se deben proteger los derechos de los menores frente a los de los adultos; y el ‘Principio In Dubio Pro Vida, según el cual, “en caso de duda científica razonable, se debe optar por aquella tesitura que más favorezca el bien supremo de la vida y, precisamente, esto es lo que Costa Rica hizo al decidir proteger al embrión”.

Los pastores defienden también que el citado voto de la Sala Constitucional por la vida significa, “además de una resolución jurídica, una verdadera definición de la posición moral del Estado Costarricense, el cual, ni aun por ley, puede dictar normas contrarias a ese bien supremo [la vida]”. En este sentido, recuerdan que la propia Sala Constitucional admitió que la Técnica de Fecundación In Vitro y Transferencia de Embriones “acarrea una elevadísima pérdida de embriones (mucho más que en un proceso natural) y la deliberada manipulación de células”. De ahí que, tras sopesar las diversas posiciones, “concluyó que la vida humana debe ser protegida desde la propia concepción, como puntualmente estatuye la Convención Americana de Derechos Humanos: ‘Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente’”. Argumento por el que “se demuestra –añaden– que la defensa del derecho a la vida desde la concepción no es un tema exclusivamente religioso, aunque se quiera llevar el debate sólo a este terreno”.

Al servicio de la vida

Por eso, saliendo al paso de dicho debate, el Episcopado ratifica la enseñanza de la Iglesia en este campo y subraya que “el verdadero sentido de la ciencia”, a cuyo progreso no se resiste –aclara–, es “el servicio a la vida humana”, porque “el ser humano no puede ni debe ser sacrificado jamás a los éxitos de la ciencia o de la técnica”. Los obispos aseguran conocer “el sufrimiento de los esposos que no alcanzan la anhelada descendencia”, pero les recuerdan que “un hijo es siempre un don y, consecuentemente, no puede constituir un medio para satisfacer una necesidad o un deseo, sino que, su dignidad como persona, exige que se le trate siempre como fin”.

El texto concluye pidiendo al Señor que conceda a los gobernantes del país “discernimiento y fortaleza para seguir respetando la dignidad de la persona que comienza, precisamente, por el reconocimiento y la tutela de su derecho a vivir”.

En el nº 2.725 de Vida Nueva.

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