Valle de los Caídos: la Cruz de la Reconciliación

El abad del templo reivindica para este lugar un espacio neutral y de reconciliación para los españoles

(Anselmo Álvarez, OSB- Abad del Valle de los Caídos) Más allá de afinidades o aversiones, el Valle de los Caídos encierra mensajes que interesan profundamente a nuestra sociedad. Estamos ante carencias que alcanzan a la persona, a la familia y a la colectividad de los españoles en sus estructuras más hondas. Una de ellas es la que afecta a nuestra convivencia, que en el pasado conoció el enfrentamiento abierto y que hoy se expresa en ese antagonismo hacia las afirmaciones religiosas y morales profesadas por tantos cristianos españoles.

La ruptura con el pasado se convierte a veces en censura extrema cuando se trata del Valle de los Caídos. Pero, precisamente, su espíritu y fines se centraron de manera expresa en la voluntad de contribuir a superar el desgarramiento abierto en el corazón de los españoles. Su mensaje no es la evocación de un triunfo, sino el llamamiento para que, a través de la concordia y del perdón mutuo, recuperara la conciencia de su unidad espiritual y social.

Se manifestó ante todo en símbolos que una nación de cultura cristiana reconoce fácilmente en su significado reconciliador: una cruz y un templo, en los que se representan y renuevan los hechos culminantes por los que la humanidad fue reconciliada con Dios y consigo misma, y que son la fuente única de comprensión y unidad sobre los que fundamentar nuestra convivencia.

Es Cristo el que “nos ha reconciliado por medio de la cruz” (cf Ef 2, 16) y “el que ha hecho de los dos pueblos uno solo, porque Él es nuestra paz” (íd. 2, 14). Separar al Valle del significado de esos símbolos o vaciarlos de su sentido, es como borrar de España sus connotaciones cristianas: se hacen irreconocibles.

El Valle ha de ser un lugar neutral, apto para la conciliación más que para la reivindicación apasionada de ideas o figuras que protagonizaron el entorno de la guerra. Esto correspondería a un foro político, lo que no tiene cabida en él, según lo indica la propia Ley de la Memoria Histórica, a. 16).

Entre todos necesitamos todavía sedimentar muchas ideas, apaciguar muchos espíritus, serenar muchas actitudes, abajar las voces o los brazos que se siguen alzando con ánimo beligerante y convertirlos en palabras y abrazos de paz. Este es el mensaje que brota desde aquí y desde el ánimo de la mayor parte de los españoles.

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