Los cristianos, los más perseguidos en el mundo

Los obispos europeos piden a la UE que vele por el cumplimiento del derecho a la libertad religiosa

(Texto: José Carlos Rodríguez Soto) Hay minorías formadas apenas por unos pocos miles de personas que, en caso de sentirse discriminadas, encuentran un amplio eco en los medios de comunicación. Cien millones de cristianos perseguidos por su fe en el mundo son muchos millones, pero su caso tiene poca publicidad y menos simpatía en nuestro mundo. Ésta es la contundente cifra revelada por un informe sobre la libertad religiosa en el mundo publicado por de la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE). Este comité está formado por delegados de las Conferencias Episcopales de los países miembros de la Unión Europea que tiene una sede permanente en Bruselas y que se ocupa de seguir los asuntos políticos y legislativos del organismo supranacional, además de promocionar la Doctrina Social de la Iglesia.

Los cristianos no son los únicos en sufrir violaciones en su derecho a profesar su fe –el documento reconoce que también hay musulmanes perseguidos en algunos países de Asia Central– pero afirma que “por lo menos el 75% del total de la persecución religiosa en el mundo se dirige contra los cristianos” y recuerda a la Unión Europea su compromiso expresado en muchas ocasiones de “promover y proteger la libertad de creencias” y de “darle prioridad como parte de las políticas de derechos humanos de la Unión”.

Los obispos recuerdan algunos principios sobre esta libertad, que no es un simple derecho a tener las propias opiniones, sino una realidad más básica que hunde sus raíces en la dignidad de la persona, como frecuentemente recordó Juan Pablo II: “Es algo  tan fundamental que sirve de test para la observancia de los otros derechos”. Recordando la existencia de la “ley natural, que sobrepasa el orden político”, se afirma que no se trata de una simple concesión de los gobernantes a sus ciudadanos.

Por si hubiera alguna duda sobre su imparcialidad en este tema, los obispos europeos recuerdan un claro pronunciamiento de la Conferencia Episcopal Alemana en 2008 en la que ésta se declaró a favor de la construcción de mezquitas en suelo alemán, un tema muy controvertido debido a que el principio de reciprocidad no suele ser ejercido por parte de muchas sociedades de mayoría musulmana: “El derecho a construir mezquitas debe ser disociado del tema de la libertad religiosa de los cristianos en países musulmanes. Precisamente porque nosotros, los cristianos, rechazamos y denunciamos las restricciones a esta libertad en países anclados en el islam, estamos comprometidos no sólo con los derechos de los cristianos en estos países, sino también con los derechos de los musulmanes en los nuestros”.

Recopilación de casos

Detrás de este documento hay un enorme trabajo de recopilación de casos bien documentados de atentados contra la libertad religiosa en el mundo. Muchos de ellos han sido proporcionados por la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN). En primer lugar, se señalan tres contextos en los que la violación de este derecho suele tener lugar: hay países sin democracia que violan todos los derechos humanos (libertad religiosa incluida); otros que están dominados por gobiernos con una agenda anti-religiosa o bien con una religión dominante que no tolera la práctica de otras; y también hay naciones cuyas leyes garantizan el derecho a practicar la propia fe, pero donde en la práctica esto no se respeta. Sirva como ejemplo el caso de Etiopía, “cuya legislación reconoce el derecho a la libertad religiosa, pero mientras la Iglesia ortodoxa nacional no tiene problemas para adquirir terrenos y edificar iglesias, este no es el caso con las iglesias protestantes y con los musulmanes”.

La persecución religiosa tiene un sinfín de modalidades, desde las más abiertas hasta otras más sibilinas. La COMECE las ha clasificado muy cuidadosamente, empezando por los casos más extremos: “Hay países en los que se detiene a una persona por razón de su fe, por haberla manifestado en público o incluso en privado (como es el caso en Corea del Norte). En Uzbekistán, la policía practica incursiones en domicilios  donde sospecha que hay personas practicando su fe. En Arabia Saudita se reconoce el derecho de los no musulmanes a rezar en privado, pero la policía religiosa de este país llega incluso a asaltar a los que se reúnen para rezar en un sitio privado. En Afganistán y en Turquía se ha llegado incluso a matar a sacerdotes y líderes religiosos”. En el caso de países como Pakistán, las leyes contra la blasfemia en la práctica sirven de coartada para perseguir y encarcelar a cristianos por cualquier motivo.

No digamos nada de la proclamación directa de una fe distinta a la musulmana, que está castigada con multas, prisión y expulsión del país en lugares como Argelia, Comores y Marruecos. Aunque el documento no lo menciona, hay que recordar que de marzo a mayo de este año cerca de un centenar de cristianos, en su gran mayoría protestantes, fueron expulsados de Marruecos. A todos ellos se les acusó de proselitismo y de quebrantar la fe de los musulmanes, delitos recogidos en el código penal y tachado de “terrorismo religioso” por los “ulemas” (expertos en el islam) del país magrebí. Nunca desde la independencia del país, en 1956, se había desatado una oleada represiva de tal envergadura contra una confesión religiosa.

Las conversiones forzadas y la supresión del derecho a cambiar de religión entran dentro de estas formas más extremas. El informe recuerda que “hay países musulmanes donde la conversión a una religión distinta del islam está prohibida y donde la apostasía [del islam, se entiende] se llega a castigar con la pena de muerte, o al menos con fuertes multas, destierros y cárcel”. Este es el caso de Arabia Saudita, donde “la policía frecuentemente detiene a miembros de minorías religiosas, como los cristianos y los musulmanes chiítas, y sólo se les libera después de firmar un documento atestando que renuncian a su fe”.

A la mano de hierro de los países fundamentalistas se suma la presión del propio entorno social, como es el caso de Malasia, donde las personas que abandonan el islam suelen ser expulsadas de su propia familia. Se recuerda, además, que “en muchos países de mayoría musulmana a las mujeres de esta fe no se les permite casarse con un no-musulmán, y a un futuro marido se le obliga a convertirse al islam antes de casarse con una mujer musulmana”. También se trae a colación el controvertido tema del velo islámico. Cuando éste es objeto de discusiones y polémicas en Europa no se suele recordar que en países como Irán y Arabia es obligatorio que lo lleven todas las mujeres, incluso las no musulmanas, aunque no sean ciudadanas de estos países, hecho que la COMECE califica de “obstáculo a la libertad religiosa”.

No son éstas las únicas maneras de atentar contra este derecho. En países como Moldavia, Cuba y Bielorrusia, las confesiones religiosas necesitan estar inscritas en un registro oficial y contar con la aprobación previa de las autoridades antes de poder realizar sus actividades pastorales. Incluso en países que cuentan con legislación que garantizan la libertad de culto, durante los últimos años los dirigentes han encontrado una manera sutil de controlar las confesiones religiosas: obligándolas a registrarse con el mismo estatus de las ONG, lo cual en muchos casos conlleva supeditar sus actividades a un permiso que hay que renovar cada año.

En otros casos puede ocurrir que la legislación garantice el derecho a la libertad religiosa, pero las políticas educativas del mismo país creen un clima de odio contra el cristianismo. Este es el caso de Turquía, donde un libro de texto de Primaria aprobado por su Ministerio de Educación durante los últimos años califica a los misioneros cristianos de “amenaza a la unidad nacional y a la integridad de nuestro Estado”. Los obispos europeos deploran que esto suceda “al mismo tiempo que Turquía está negociando su posible entrada en la Unión Europea”.

Llamada a la acción

Tras mencionar este catálogo de formas de atentar contra el derecho a la propia fe, se mencionan casos más flagrantes de violaciones a esta libertad: en Arabia Saudita está prohibido construir iglesias; en Myanmar y Egipto teóricamente se puede, pero se ponen obstáculos para hacer reparaciones. En China, Laos, Mauritania y Maldivas se confiscan y destruyen libros religiosos; en Kuwait, la educación islámica es obligatoria y la cristiana está prohibida; en Irán se persigue con particular saña a los bahai; en Turquía el seminario ortodoxo de Halki permanece cerrado por orden de las autoridades; y en el estado indio de Orissa hubo en 2008 varios ataques con muertos por parte de radicales hindúes, algo que no parece que provocara muchas medidas de protección por parte de la policía.

Éstas y otras formas de persecución religiosa explican, por ejemplo,  por qué durante las últimas décadas las minorías religiosas (sobre todo los cristianos) han emigrado de países de mayoría musulmana. Las cifras no dejan lugar a dudas: En Irak han pasado de ser casi millón y medio en 1987 al medio millón de 2008, y su  número sigue en descenso. “La proporción de cristianos entre los refugiados iraquíes en el mundo es del 40%, aunque sólo representan el 4% de la población total”, señala el informe, que recuerda la triste suerte de las comunidades de otros países de Oriente Medio (Egipto, Israel, Siria, Líbano) que constituyen la cuna del cristianismo y donde la presencia cristiana está  a punto de desaparecer, como ocurre con los caldeos asirios de Turquía.

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EL PAPEL DE LA UNIÓN EUROPEA

Manifestación a favor de la libertad religiosa en Calcuta

Al final de su informe, los obispos europeos exhortan a una toma de conciencia de la importancia de la libertad religiosa dentro de la Unión Europea. En este sentido, la COMECE recuerda varias resoluciones tomadas por este organismo durante los últimos años. En 2007, el Parlamento Europeo hizo un llamamiento a “los países árabes que aún no se han comprometido a garantizar el derecho de individuos y comunidades a profesar libremente su fe, para que el testimonio de millones de musulmanes que viven en Europa les ayude a llevar a la práctica el principio de reciprocidad que está en la base de las relaciones internacionales”. Y en enero de este año 2010, el mismo Parlamento reaccionó ante los ataques perpetrados contra las comunidades cristianas en Egipto y Malasia por parte de fundamentalistas islámicos, que aparentemente las autoridades hicieron poco por impedir.

¿Se puede hacer algo para terminar con estos abusos? Los obispos europeos creen que sí, y así lo expresan en las once recomendaciones que exponen al final de su documento. En ellas nos enteramos de que en el mundo aún hay 28 países que no han firmado o ratificado aún la convención de derechos civiles y políticos, que se promulgó en Nueva York en 1966. Algo se puede hacer para presionar a los enemigos de la libertad religiosa para que cambien: a la Unión Europea se le pide que incluya en sus informes anuales sobre derechos humanos un examen sobre la situación de la libertad religiosa, que apoye a las ONG que luchan contra esta discriminación y que favorecen el diálogo inter-religioso, y que las delegaciones del Parlamento Europeo que visitan países donde se persigue a las minorías religiosas utilicen su diplomacia para convencer a las autoridades que cambien de actitud y que muestren ese giro de política con hechos. Si la Unión Europea lo consiguiera aunque sólo fuera en uno de esos 28 estados, cien millones de cristianos en el mundo se lo agradecerían.

jcrsoto@vidanueva.es

En el nº 2.725 de Vida Nueva.

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