Iceta toma posesión como obispo titular de Bilbao

Apelando a la unidad, pidió la ayuda de todos los diocesanos

(Vicente L. García– Bilbao) Desde su toma de posesión, el pasado 11 de octubre, Mario Iceta ya es el nuevo obispo titular de Bilbao, diócesis a la que llegó como auxiliar de Ricardo Blázquez. A la ceremonia, que tuvo lugar en la Catedral de Santiago Apóstol, asistieron 30 obispos, entre ellos, su predecesor, hoy arzobispo de Valladolid, así como el nuncio, Renzo Fratini. También acudieron autoridades políticas de Vizcaya y de su localidad natal, Gernika.

a esperada homilía de Iceta tuvo un punto central en su llamada concreta a trabajar en comunión: “Hoy reitero mi voluntad de ponerme a vuestro servicio y animaros a que, juntos, nos sintamos enviados a trabajar en la viña del Señor. La expresión canónica ‘toma de posesión’ me gustaría entenderla en el sentido de que es esta Iglesia particular de Bilbao la que toma posesión de mi persona para servirla con total entrega. Ayudadme a ser el servidor bueno y fiel del que habla el Evangelio y que esta Diócesis espera encontrar en su Obispo”. Unas palabras que merecen ser remarcadas, toda vez que su nombramiento ha estado acompañado de posicionamientos encontrados en el seno de la propia comunidad diocesana; por el contrario, en la sociedad vasca existe una sensación generalizada de aceptación expectante, de respeto y de reconocimiento de su acierto inicial en el proceder como pastor de la Iglesia en Bilbao.

Dimensión espiritual

En un plano más espiritual, llamó a potenciar la dimensión espiritual del hombre: “La fuerza para ser don para los demás y afrontar el cansancio de la entrega constante, la encontramos en la Eucaristía. El hombre contemporáneo, tan sumido en la prisa y el estrés, necesita recobrar su capacidad contemplativa, dedicar amplios espacios de su vida a la meditación, la contemplación y la adoración de un Dios que se hace siervo humilde en la Eucaristía. Debemos ser capaces de ofrecer espacios, modos y pedagogía adecuada para fortalecer en el hombre de hoy su irrenunciable dimensión contemplativa y espiritual”.

Sin hacer una mención explícita al terrorismo, manifestó: “Pidamos al Señor que nos haga capaces de derribar cualquier muro de separación, de odio o violencia, para ser con Él edificadores de la paz, constructores de la civilización del amor”.

Concluyó con unas palabras a Ricardo Blázquez: “Gracias por tu testimonio de fidelidad y amor. Cuando vuelves a Vizcaya, vuelves a tu casa”.

vlgarcia@vidanueva.es

En el nº 2.725 de Vida Nueva.

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