El ‘padre’ de la fecundación in vitro, un Nobel discutido

(Vida Nueva) Robert G. Edwards, ‘padre’ de la fecundación in vitro, es el nuevo Nobel de Medicina 2010. La decisión ha cosechado elogios y críticas. ¿Es un premio realmente merecido? El tema es objeto de debate en los ‘Enfoques’ con las reflexiones de Gonzalo Herranz, del departamento de Humanidades Biomédicas de la Universidad de Navarra y Juan-Ramón Lacadena, profesor emérito de la Universidad Complutense.

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Robert Edwards y la ética médica

(Gonzalo Herranz– Departamento de Humanidades Biomédicas. Universidad de Navarra) La fecundación in vitro se ha convertido en la panacea de la infertilidad: se habla de cuatro millones de criaturas generadas en la placa de Petri.

De ella, además, se han derivado técnicas eficaces o prometedoras, como el diagnóstico genético preimplantatorio, la obtención de células troncales, los estudios sobre la regulación génica del embrión inicial.

Pero, entre tantos elogios, apenas se hace alusión a ciertos aspectos éticos cuestionables de la historia y de la naturaleza del trabajo ahora premiado. Edwards ha escrito dos libros autobiográficos sobre su proeza. Pero no ha revelado en ellos la historia ética de sus ensayos y pruebas con mujeres y embriones, aunque sí, y sólo en parte, la historia científica de las investigaciones de laboratorio que precedieron a su éxito.

Sin embargo, no se le puede atribuir originalidad: las técnicas de fecundación in vito son obra de biólogos y veterinarios que llevaban años tratando de mejorar la reproducción del ganado. Edwards las fue adaptando a las peculiaridades biológicas de la especie humana.

Es cierto que la fecundación in vitro ha dado consuelo a muchas parejas infértiles. Pero, en la cuenta de los hechos, hay que poner también la gran suma de desencanto y de dolor de las parejas, más numerosas, a las que no ha servido de mucho.

Y es un hecho, a mi parecer el más grave, la depreciación extrema que las técnicas de reproducción asistida han traído de la vida humana naciente: el embrión humano ha devenido en mero material de laboratorio.

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¿Una puerta que nunca debió abrirse?

(Juan-Ramón Lacadena– Profesor Emérito de la Universidad Complutense) Al día de hoy se estima que han nacido en el mundo unos 4.000.000 de niños por las técnicas de FIV.

El problema bioético es muy complejo y aunque no me toca aquí abordarlo en profundidad, no puedo eludir algún comentario. En primer lugar, hay que resaltar que la obsesión científica del Dr. Edwards era solucionar el problema de la infertilidad en las parejas humanas, aliviando su sufrimiento vital.

En segundo lugar, es importante reconocer que los primeros experimentos clínicos suelen conducir al fracaso. No debe olvidarse que el 60-70% de vidas humanas concebidas por vía natural abortan espontáneamente en distintas fases de desarrollo embrionario.

Por otro lado, habría que valorar positivamente que gracias a la FIV han nacido en el mundo 4.000.000 de personas que para los creyentes son “imagen y semejanza de Dios” y que, sin la ayuda de la técnica cuestionada, no hubieran existido.

¿El Dr. Edwards abrió una puerta que nunca debió abrirse? En Bioética sabemos que cuando se abre una puerta no se vuelve a cerrar y que, además, existe el problema del “plano resbaladizo”: es muy difícil parar.

En la Iglesia católica, la instrucción Donum vitae (1987) y la instrucción Dignitas personae (2008) condenan tajantemente la FIV. ¿Qué pensar ante esta situación? Sólo Dios conoce el fondo de nuestras conciencias.

Más información en el nº 2.725 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, vea los ‘Enfoques’ íntegros aquí.

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