Un atrio para el diálogo

(Jesús Sánchez Adalid– Sacerdote y escritor)

“En lo que a nosotros los católicos toca, esta loable iniciativa no debe perder un rumbo: recordar que a la fe cristiana se le pide hoy que pase de ser una fe del conocimiento a una fe de la experiencia”

El reciente artículo de la sección ‘Con acento’ que firma Melchor Sánchez de Toca en Vida Nueva me suscita muchas reflexiones. La flamante iniciativa nacida en el Consejo Pontificio para la Cultura con el título “Atrio de los Gentiles”, como un lugar de reflexión, de encuentro y de diálogo para los que no creen en un Dios personal, sin renunciar del todo a Él, es de una necesidad palmaria. Como tantos, me he dado cuenta a lo largo de muchas conversaciones con no creyentes sencillos y francos, que a nadie, religioso o no, le resulta ajeno hoy el hecho de que el hombre no es él mismo, que está alienado, que no es como debería o podría ser; que no es auténtico. Y esta convicción común debe permitir a nuestra religión y a cuantos se preocupan por el bien de la humanidad dialogar y cooperar entre sí. Y esto no para lograr un sincretismo o una especie de condensación espiritual; sino con vistas a descubrir aportaciones originales, correctivas o integrantes sobre los mayores interrogantes de los hombres: la historia, el sentido de la vida, la muerte, la felicidad, la liberación… En otras palabras, hallar esa “armonía de voces” sobre la pregunta esencial: ¿quién o qué libera al hombre? Y en lo que a nosotros los católicos toca, esta loable iniciativa no debe perder un rumbo: recordar que a la fe cristiana se le pide hoy que pase de ser una fe del conocimiento a una fe de la experiencia; apartarse humildemente de las proposiciones y pasar a la confianza. Sólo así la invitación será comprendida. Se tratará más que de enseñar, de consolar y sanar.

En el nº 2.724 de Vida Nueva.

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