Santiago Guijarro Oporto: “Hay que enseñar a leer la Biblia”

Director de la Asociación Bíblica Española (ABE)

(José Luis Celada) Ha sido elegido director de la Asociación Bíblica Española (ABE) durante las XXII Jornadas que este organismo celebró recientemente en Valladolid, una responsabilidad desde la que Santiago Guijarro Oporto aspira a “fomentar el estudio serio y crítico de la Biblia”. Es el objetivo para el que se creó la ABE, y al que nunca ha sido ajeno este toledano de Illescas, cuya trayectoria viene marcada por la “compañía constante” de esos antepasados en la fe, sin los que “no podría ni sabría vivir”.

Esa relación se fraguó a muy temprana edad, cuando aquel chaval de familia trabajadora ingresó en el Seminario de Toledo. Fue allí donde tuvo su primer encuentro “verdaderamente profundo” con la Biblia. En un curso que les impartieron, descubrió cautivado que “detrás de esos libros había vida, gente, experiencias…”. Un hallazgo que guiaría luego su “orientación particular en el estudio de la Biblia, siempre preocupado por el contexto, por acceder y dialogar con las experiencias de vida y de fe que hay detrás de los textos”.

Con 17 años llegó a Salamanca, la misma ciudad donde hoy da clases en la Universidad Pontificia como catedrático de NT. Un viaje de ida y vuelta de varias décadas, a lo largo de las cuales este operario diocesano estudió Filosofía, Teología y Filología Trilingüe, se especializó en el Instituto Bíblico de Roma y pasó por La Casa de la Biblia, en la que estuvo más de 12 años con la traducción bíblica y la animación de grupos. Fue entonces cuando supo que “había que entregar la Biblia, pero que también había que enseñar a leerla”. Porque “uno de los grandes problemas, todavía no resuelto, es que los evangelios se han leído fragmentariamente, y así no se percibe como un relato completo, que plantea su trama y tiene su suspense”, explica Guijarro.

En su última obra, Los cuatro evangelios (Sígueme), vuelve a dejar constancia de la “gran genialidad” de esos textos que cuentan, “no un dogma, sino una historia sobre Jesús, que implica al lector porque no sabe cómo va a terminar”. Un atractivo al que se añade, en su caso, “el dato decisivo: una razón religiosa”. “Jesús –confiesa el sacerdote y profesor– es significativo para mí de una manera diferente a como lo es cualquier otra persona. Hay una convicción que hace que los evangelios tengan una densidad y un interés mucho mayores”.

Dos experiencias ilustran sus palabras: en los encuentros con sus hermanos operarios para compartir la vida y la fe, “las reuniones que mejor han cuajado han sido las de la lectio divina”; y el otro referente son sus años de trabajo con grupos bíblicos (en Illescas, en la diócesis de Santander…), donde la gente “entra en contacto con la Biblia de una manera muy fresca y cercana”. Sin olvidar lo que han supuesto los evangelios para el arte, la música o la literatura: “No hay un relato en la historia de la humanidad que haya tenido un influjo tan grande sobre la cultura y la sociedad como el evangelio de Marcos”, sostiene con pasión.

Un lugar en la universidad

Preocupante le resulta a Guijarro, sin embargo, que la Biblia, a la que desde el Vaticano II se le ha dedicado “suficiente espacio” en los estudios teológicos, no  ocupe un lugar destacado también en la universidad pública, porque “la literatura cristiana antigua resulta fundamental para nuestra cultura”. Un caballo de batalla tan desafiante como la actual escasez de sacerdotes, que impide que algunos de ellos puedan dedicarse al estudio de la Biblia, justo en un momento en el que la ABE cuenta con “más gente formada que nunca”. En todo caso, su nuevo director procurará “por todos los medios fomentar las publicaciones y los seminarios internos”, fiel al “sentimiento” y al “proyecto” al que ha entregado gran parte de su vida: impulsar “con dedicación” la investigación y el estudio de la Biblia.

En esencia

Una película: Tierras de penumbra, de Richard Attenborough.

Un libro: Desde el Monte Santo, de William Dalrymple.

Una canción: Bridge over troubled water, de Simon & Garfunkel.

Un deporte: esgrima (es el que practiqué de joven).

Un rincón del mundo:
el parque del Retiro de Madrid.

Un deseo frustrado: tocar un instrumento musical.

Un recuerdo de infancia: aquellas conversaciones con mi madre en la taquilla del cine familiar.

Una aspiración:
transmitir a otros el interés por conocer las raíces de nuestra fe.

La última alegría: el viaje de este verano con toda la familia.

La mayor tristeza: la muerte de mis padres.

Un sueño:
acabar con la pobreza y la ignorancia en el mundo.

Un regalo:
un buen libro.

Un valor: la amistad.

Que me recuerden por… haber sido una agradable compañía.

En el nº 2.724 de Vida Nueva.

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