Libros

Ministros ordenados religiosos


Un libro de varios autores (Publicaciones Claretianas, 2010) que es recensionado por Camilo Maccise.

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Ministros ordenados religiosos. Situación-Carisma-Servicio

II Simposio ITVR

AA. VV.

Editorial: Publicaciones Claretianas

Ciudad: Madrid

Páginas: 316

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(Camilo Maccise) Con ocasión del Año Sacerdotal convocado por el papa Benedicto XVI, el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) de Madrid, organizó un Simposio para reflexionar sobre la identidad del religioso presbítero dentro del pluralismo sacerdotal. Conocidos autores abordaron el tema desde diversos ángulos con la intención de poner de relieve la unidad dentro de la diversidad presbiteral en una Iglesia de comunión. Las ponencias han sido publicadas en este libro que, al mismo tiempo que da a conocer el estado en que se encuentra la reflexión teológica sobre el tema, abre perspectivas para una renovación dinámica de la identidad de los ministros ordenados pertenecientes a institutos de Vida Consagrada. Una presentación de las principales orientaciones que este volumen ofrece nos ayuda a valorar su riqueza.

El libro se inicia con una visión histórica sobre la evolución teológica y pastoral que unió presbiterado y Vida Consagrada. La Vida Religiosa en los primeros siglos fue laical. Después algunos monjes fueron ordenados sacerdotes. Aunque la Vida Religiosa tuvo orígenes laicales no se quedó estancada en ellos. Se fue abriendo al sacerdocio por necesidades de la vida monástica y de las Iglesias locales. Entre los siglos V y IX, se dieron diversas formas que influyeron en el proceso de sacerdotalización de la vida monástica: monjes insertos en el clero diocesano y clérigos que se reunían en comunidades monásticas. Aparecieron los canónigos regulares y la clericalización pasó también a las órdenes mendicantes. Más adelante, los institutos apostólicos clericales conllevan el ejercicio del ministerio ordenado, no sin ciertas sombras: apego a una visión del sacerdote como hombre del culto, concepción individualista del ejercicio del ministerio, insistencia en la dignidad sacerdotal. La comunidad y el servicio pasaron a un segundo término.

Con el Vaticano II se inició un movimiento fuerte de desclericalización de la Vida Religiosa. Esto era válido para quienes comenzaron en formas laicales, pero ambiguo para quienes desde el principio integraron Vida Religiosa con sacerdocio. Se habló de la parroquialización de la Vida Religiosa como de algo que hacía que se perdiera la fuerza carismática y la dimensión profética de la misma. Se comenzó a buscar vivir el ministerio como algo sobreañadido al proyecto de vida religiosa y se magnificó la profesionalización en ciertos campos: educación, sanidad, asistencia social, etc. en los que no se veía necesario el ejercicio de las funciones propias del ministerio sacerdotal. La insistencia legítima en la fraternidad en la Vida Religiosa hizo disminuir el aprecio por el ministerio sacerdotal en aquellos institutos que tienen clérigos y laicos.

Iglesia particular

En la Iglesia particular es donde el religioso presbítero vive y ejerce el ministerio sacerdotal. Como los cristianos que la forman, piensa y siente globalmente (como miembro de la Iglesia universal), pero actúa concretamente. La exhortación apostólica Vita Consecrata, de Juan Pablo II, resalta la importancia que reviste la colaboración de las personas consagradas con los obispos para el desarrollo armonioso de la pastoral diocesana (n. 48). El religioso presbítero vive su ministerio desde una comunidad. Pertenecer al presbiterio y pertenecer a la comunidad de un instituto religioso supone esfuerzo y disciplina interior para jerarquizar valores. La doble o triple pertenencia (diócesis, movimiento eclesial, instituto religioso) solamente se resuelve desde la fidelidad creativa, que supone mucha madurez humana, espiritual y apostólica. Los obispos deben favorecer el que el religioso presbítero tenga espacio en los proyectos de la pastoral diocesana (cf. VC, 48) y pueda vivir las exigencias de su carisma religioso, particularmente la vinculación a sus hermanos de comunidad.

La parroquia encomendada a la comunidad religiosa es una de las estructuras más cuestionadas, sea por parte de los institutos de Vida Consagrada, sea por parte del clero secular. Son pocos los institutos religiosos que han nacido incluyendo entre sus actividades la parroquia. La mayor parte de ellos busca un apostolado más amplio, supraparroquial e, incluso, supradiocesano. Aunque hoy en día se acepta objetivamente que es compatible para un religioso presbítero el servicio parroquial, éste no deja de estar en continua revisión por fidelidad creativa al propio carisma. Por el bien de la Iglesia particular, es bueno que la parroquia exprese la riqueza carismática del instituto y abra a la comunidad cristiana a otros horizontes de espiritualidad y apostolado.

Compromiso parroquial

La parroquia de los religiosos debe tener una identidad peculiar irrenunciable. Su ministerio tiene que estar imbuido de espíritu religioso-carismático y el carisma debe estar profundamente afectado por la vocación ministerial al servicio de una comunidad cristiana concreta. La pertenencia a una Iglesia particular exige vivir la comunión, la celebración y la misión. La comunión con otros carismas y ministerios es un elemento básico en la experiencia eclesial, y ésta se produce, sobre todo, en la comunidad parroquial o en las Comunidades Eclesiales de Base.

No dudo en recomendar la lectura de este libro que ahora presentamos, no sólo a los religiosos presbíteros que ejercen su ministerio en las parroquias, sino a todos y, muy en particular, a los formadores de los institutos de Vida Consagrada, para que orienten desde un principio a los formandos que tienen a su cargo y los hagan capaces de armonizar su vida religiosa con la presbiteral.

En el nº 2.724 de Vida Nueva.

Actualizado
08/10/2010 | 08:33
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