España tras la huelga (sexteto con postdata…)

(Norberto Alcover Ibáñez, sj- periodista y escritor) 1. La huelga general del 29 de septiembre nos deja una España apenas modificada en su programación sociopolítica, puesto que la Reforma Laboral decidida por José Luis Rodríguez Zapatero está absolutamente condicionada por la presión internacional. La Unión Europea y Norteamérica nos observan con anteojos porque sospechan de nosotros. Ni Cándido Méndez ni Ignacio Fernández Toxo echaron toda la carne al asador por la sencilla razón de que saben muy bien que no existe alternativa fiable en el sistema de mercado.

2. El presidente dice que toma nota del enfado de los españoles, pero añade que permanecerá firme en las decisiones tomadas porque las juzga dignas de un ejecutivo socialista que prioriza, faltaba más, el criterio de realidad antes que los principios. No en vano, dijo ante miles de militantes enfervorizados: “No he modificado mis principios, se han modificado las circunstancias”. Zapatero morirá en la empresa y se llevará lo que sea por delante. Es obcecado, tozudo y mesiánico, pero, sobre todo, hará cuanto esté en su mano para permanecer en el poder.

3. Los españoles estamos acogotados por la supervisión europea y norteamericana. Nada de que pasamos de política. Sucede que no sabemos cómo reaccionar. Anulados psicológicamente, lo que de verdad nos interesa es salir del pozo del desempleo, que la banca retorne a los créditos, que las familias no se hundan bajo el fantasma de los subsidios que se acaban y que el pago de nuestra necesaria deuda externa no nos retrase la recuperación hasta paralizarnos. Esta conciencia paraliza nuestra creatividad y productividad.

4. Ha llegado el momento de trabajar más (a la alemana), de confiar menos en el paraguas estatal (a la norteamericana), de apretarnos el cinturón (a la china) y, sobre todo, de solidarizarnos más entre todos nosotros (a la evangélica) para dejarnos de cuestiones secundarias y apuntalar lo sustancial, que es superar esta crisis, la cual es ante todo de identidad como pueblo que ha despertado de un sueño lleno de falsas esperanzas. Es el momento de mirarnos a la cara como miembros de una misma sociedad, la española, y de dejarnos de batallas nacionalistas y hasta autonomistas.

5. Lo prioritario es comenzar la recuperación, tal vez creando nuevos horizontes laborales, muy especialmente pensando en los más jóvenes. No tenemos derecho a hundir todavía más a una excelente generación de españoles. Es el momento de transitar hasta una nueva sociedad fundada en la justicia distributiva, en la fiscalización de las ganancias más estruendosas y en la capacidad para recuperar nuestra imagen internacional, clave para suscitar credibilidad en los mercados.

6. También me refiero a la victoria de Tomás Gómez sobre Trinidad Jiménez tras enfrentarse por la candidatura socialista al gobierno de la Comunidad de Madrid. Aquí sí vislumbramos una auténtica victoria del pueblo frente al aparato, frente al poder verticalista de los partidos y frente, cómo no, al espíritu de prepotencia del presidente del Gobierno, quien resulta tocado en su mismísima línea de flotación. Puede que Trinidad Jiménez fuera una mejor candidata, pero se ha evidenciado la maduración democrática del pueblo de Madrid, que no ha permitido ser volteado por el señorito de turno. Deseamos que se abran camino las primarias en todos los niveles de todos los grupos políticos, como signo de que el poder reside en el pueblo.

Postdata:
lamento casi todo lo escrito en el sexteto anterior. No en vano significa la victoria del sistema de mercado sobre el sueño utópico de la fraternidad solidaria en unos momentos durísimos. Es urgente sentirnos una comunidad ciudadana para salir adelante. Y en esta tarea, la Iglesia tiene unas palabras que decir. Permanecer en silencio sería un error evangélico imperdonable. Pero no solamente la Iglesia episcopal: cada uno de nosotros estamos llamados a definirnos en lo político y en lo social desde los grandes valores del Evangelio. Nos ha llegado a los creyentes el momento de estar desde, pero estar. Y tal vez, estar en donde debemos de estar nos conduzca hasta el filo de nuestra navaja española, susceptible, entonces, de derramar alguna sangre histórica. Pues seamos valientes y carguemos con las consecuencias de nuestra fe.

En el nº 2.724 de Vida Nueva.

————

INFORMACIÓN RELACIONADA

Compartir