Universidad católica: ¿un acento propio?

(Vida Nueva) La universidad católica, ¿aporta un plus, una exigencia, un elemento diferenciador con respecto a la universidad civil? Debaten sobre ello el profesor de Comillas Miguel García-Baró y el rector de la UCV, J. Alfredo Peris.

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Buscar y compartir la verdad

(Miguel García-Baró López– Doctor en Filosofía. Universidad Pontificia Comillas) En cierto modo, habría que dividir la universidad en facultades dedicadas a los misterios y facultades dedicadas a los problemas. Un problema, como los lectores recordarán sin duda, es algo que se puede resolver para siempre y de tal modo que no sea preciso, en el futuro, rehacer, revisar y revivir cómo fue resuelto. Los misterios quizá se respondan también, pero tienen la particularidad de que jamás cabe contar con las soluciones que los demás les encontraron: siempre cada nuevo ser humano debe recomenzar el proceso.

Las facultades dedicadas a los misterios son, pues, el corazón de cualquier universidad; desde luego, también de la universidad católica. Allí donde una de estas instituciones se atreve a llamarse católica, la facultad de Teología, junto a la de Filosofía y a la de Humanidades, no puede faltar.

La base de este corazón de la universidad es la filosofía. Porque este trabajo del alma y de toda la existencia consiste en procurar obedecer un mandato moral y existencial que afecta a todos los hombres: que no se debe vivir sin procurar examinar por uno mismo el valor que tienen las verdades sobre las que está montada nuestra acción.

Este pensar libre, potente, amante, apasionado, hacia la libertad de Dios no necesita de la universidad; sólo que ésta está creada para subrayar semejante aventura, para hacerla lo más explícita posible. La universidad católica la fundan personas que, por haber pensado así, filosóficamente, están plenamente convencidos de haber llegado a poder confiar en el Logos de la Cruz, como dice san Pablo.

Sobre esta necesidad de verdad buscada, compartida, gozada, celebrada, expuesta, siempre consciente del modo tan delicado como la verdad de los misterios actúa sobre los seres humanos, una universidad católica edifica también facultades para los problemas.

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Un sentido que dinamiza el ser y la misión

(José Alfredo Peris Cancio– Rector de la Universidad Católica de Valencia) El pasado día 21, en la apertura de curso, realicé una serie de reflexiones que creo que responden a este interrogante. Permítanme volver sobre ellas.

El núcleo de sentido que dinamiza el ser y la misión de la universidad es ponerse al servicio de la incondicional dignidad de todo ser humano, especialmente de los que más lo necesitan, incidiendo en sus capacidades más altas. Para ello no cuenta sólo con el “ala de la razón”. También está en condiciones de ejercitar el “ala de la fe”, garantía y firmeza para la altura y buen rumbo del vuelo.

Las orientaciones básicas, que son firmes y seguras, como universidad católica, no sólo las compartimos por esfuerzo de dilucidación racional, sino que las recibimos como don en la misma persona de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre. El relato del credo original de nuestra fe es la fuente segura para ajustar en qué se basa nuestro humanismo.

Con humildad y determinación, la universidad católica quiere poder testimoniar que el humanismo que tiene que acompañar su labor encuentra en las virtudes de Cristo un suplemento de alma que se pone al servicio de los diversos humanismos que acompañan y alientan la vida de las universidades.

En definitiva, el humanismo propone a la libertad de las personas, de profesores y alumnos, un ejercicio activo de la libertad religiosa, con la plena convicción de que Dios es el amigo de todo ser que viene a este mundo, y que mirar el rostro de Jesucristo reconcilia el corazón humano con su más íntima verdad acerca de nuestros orígenes y nuestra meta.

Más información en el nº 2.723 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, vea los ‘Enfoques’ completos aquí.

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