La oposición unida acaba en las recientes elecciones con las arrolladoras mayorías de Hugo Chávez
(Andrés Cañizález– Caracas) Los resultados de las elecciones legislativas celebradas en Venezuela este 26 de septiembre abren un nuevo camino político para el país: a partir de ahora, contará con una Asamblea Nacional plural, multicolor, un modelo más conectado con la democracia que el cuerpo legislativo “rojo, rojito” que hasta ahora le caracterizó (en referencia al color de los seguidores del presidente Chávez). No puede obviarse, sin embargo, que la oposición cometió un tremendo error político en 2005 cuando decidió autoexcluirse de las comicios legislativos de aquel año. Hoy parece que la dirigencia opositora aprendió de tal error, y gracias a ello (y, obviamente, al respaldo popular), hay de nuevo una significativa representación opositora en el Parlamento. La pluralidad de puntos de vista es saludable para la democracia.
La jornada electoral registró una activa participación (en torno al 65%) de los algo más de 17 millones de venezolanos con derecho a voto. Pese a que oficialismo y oposición obtuvieron cifras muy parejas de apoyo, una reforma del sistema electoral le ha permitido al gubernamental Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) hacerse con 98 actas de diputados, y a la opositora Mesa de la Unidad (MUD) con 65. El pequeño Partido Patria para Todos (PPT), que hace pocos meses se deslindó del Gobierno, logró dos diputados.
Como era de esperar, Chávez no ha querido admitir la derrota, reflejada en sus propias palabras, cuando había dicho que demolerían a los opositores y se puso como meta un mínimo de 110 diputados. El resultado quedó lejos de su pronóstico, tanto que la cifra de diputados del PSUV obligará a los partidarios de Chávez a legislar los asuntos neurálgicos con otras agrupaciones. No habrá más rodillo del partido oficial, al menos en asuntos como las leyes de carácter orgánico, la adjudicación de poderes especiales al presidente, así como en la designación de los representantes de otros poderes públicos (Tribunal Supremo de Justicia, Fiscalía General, Defensoría del Pueblo y Contraloría General, entre otros). Venezuela tendrá una Asamblea Nacional que, gracias a su condición diversa, podrá recuperar su papel de poder fiscalizador del Poder Ejecutivo, como sucede en todas las democracias saludables.
Un país polarizado
Esta nueva cita electoral, por otro lado, ha ratificado la polarización del país, aunque con algunos cambios. En primer lugar, se reafirmó –por el número de votos– que el eje opositor es fuerte en estados como Nueva Esparta, Miranda, Distrito Capital, Carabobo, Zulia y Táchira. La sorpresa ha sido sumar a ese eje el Estado de Anzoátegui y, en menor medida, a Sucre, dos entidades del oriente del país que venían apoyando de forma masiva a Chávez.
Éste obtuvo más diputados gracias a que su influencia sigue siendo más clara y su partido la primera fuerza en los estados menos poblados y en los que no hay grandes ciudades. A tenor del número de votos, las siete grandes urbes son principalmente opositoras. Un dato que conviene reiterar, porque con estos comicios ha quedado al desnudo el desequilibrio del sistema electoral. Un mayor número de votos no ha significado siempre un mayor número de diputados. El modelo electoral, por ejemplo, limita el poder del voto en los grandes centros urbanos. Los nueve estados más grandes de Venezuela concentran el 67% de población en edad de votar, pero sólo escogen el 53% del Parlamento. El resto del país, donde habita un 33%, elige al 47% de la unicameral Asamblea Nacional.
La votación para el Parlamento, única con carácter nacional, evidencia un país dividido en dos partes casi iguales, apenas separadas por unos 200.000 votos. El chavismo ha perdido la mayoría aplastante del pasado y, aunque sigue siendo una fuerza política significativa, parece que debe prepararse para dejar de ser el rodillo de otros tiempos. La oposición, por su parte, ha logrado contar con una presencia importante gracias a su unidad, y eso debe ser una lección de futuro, especialmente con los comicios presidenciales de 2012 en el horizonte: la única posibilidad de triunfo de las fuerzas democráticas pasa por presentarse con un único candidato a la presidencia. Mientras, Chávez parece haber entendido el signo de los tiempos. Así, el 27 de septiembre, sólo un día después de las elecciones, ratificó su candidatura presidencial para 2012, pues quiere gobernar durante dos décadas, hasta 2019.
En el nº 2.723 de Vida Nueva.
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