Mariola López: “En este contexto los jóvenes nos necesitan, aunque no sepan pedirlo”

Religiosa del Sagrado Corazón

(Luis Alberto Gonzalo-Díez) Mariola López Villanueva es una mujer consagrada. Tiene poco más de 40 años. Es de Alicante, pero tiene un corazón universal. Madrid, Gran Canaria, Chile y, ahora, Granada han ido forjándola para amar la misión. Pertenece a las Religiosas del Sagrado Corazón. Estudió Teología Bíblica y sigue investigando; prepara su tesis sobre la mística Madeleine Delbrêl. Regala lo que sabe a adolescentes que creen no necesitar a Dios y a novicios que están en los primeros pasos de una vida “diferente”. Ha sabido hacer síntesis y tiene tiempo para todo y para todos. Lo que ella llama “el Evangelio pegado a la vida”.

¿Hay sitio en el Primer Mundo para la Vida Religiosa?

Creo que no depende tanto de si tenemos sitio o no, sino de dejar que lo de Dios acontezca a través de nosotros, allí donde estamos. ¿Cómo no vamos a tener sitio en un lugar que “pasa” aparentemente de Dios y lo anhela hondamente sin saberlo? ¿Cómo no tener sitio en un mundo que reclama relaciones hondas y verdaderas, diálogo, vivencia de lo Profundo? Tendremos que buscar los modos de estar presentes, de estar ahí para Dios y de estar ahí para los demás, en estos tiempos nuevos.

Somos, por carisma, universales y multiculturales… ¿Cómo cree que tenemos que abrazar los consagrados el fenómeno de la inmigración?

Soy testigo de ‘Inlayapas’, un proyecto intercongregacional en Granada que quiere acompañar y dar formación a mujeres inmigrantes. Creo que estar en contacto con personas que tienen que dejar su tierra es un don para nosotros, una parábola que nos contaría hoy Jesús. Recibimos y aprendemos mucho de ellos: su valor, su ánimo, su capacidad de resistir en situaciones difíciles, su solidaridad y sus modos de adaptarse a lo que la vida les va trayendo con grandes dosis de gratitud.

Algunos se empeñan en afirmar que la Vida Religiosa se acaba. ¿Qué les diría?

Escuché una vez a un jesuita algo que me impactó. Él decía: “La Vida Religiosa no tiene futuro, sólo Dios tiene futuro”; y es en ese futuro de Dios donde tenemos que poner a fondo perdido nuestras vidas. Pienso que se acaban determinados modelos o modos de concretar nuestra Vida Religiosa, pero que seguirá habiendo hombres y mujeres llamados a vivir juntos en torno a Jesús y al Evangelio en totalidad. De eso estoy segura.

¿Qué aporta la Vida Religiosa a la comunidad eclesial?

En medio de un mundo dividido, violento, herido en sus relaciones, establecedor de sistemas injustos, necesitamos contemplar la realidad desde el otro lado de la vida, el lado de la marginalidad, de los pequeños gestos de amor, de la esperanza en medio de la pobreza… Por un lado, poner los ojos en esa Presencia oculta en la realidad, y por el otro, poner las manos allí donde la vida está más herida y violentada, en todos los impulsos y las tareas por la justicia y la paz.

¿La Vida Religiosa está preparada para dialogar con la juventud y acogerla donde está?

Manifesté a una joven que me gustaría irme a América Latina, y ella me dijo: “Aquí también os necesitamos; aunque no sepamos pedirlo, necesitamos gente que nos hable de Jesús y nos llegue”. Creo que en las congregaciones hay deseos e iniciativas de  poner al alcance de los jóvenes nuestra vida. Me parece que lo más necesario es saber acoger a la juventud allí donde está y acercarnos nosotros a sus ambientes; ayudarles a despertar la sed que tienen sin saberlo… Y en eso necesitamos arriesgar y poner en juego nuestra imaginación.

Nuestra riqueza, que es la vida en comunión, tiene que transparentar mejor…

El gusto por vivir, la sencillez, la capacidad de confiar unos en otros, la risa compartida, la preferencia por los pequeños… Y la certeza de que la historia que nos toca vivir, Dios también la lleva.

MIRADA CON LUPA

Una persona consagrada tiene una fuerza insospechada. Su sola presencia irradia, pregunta, interpela y orienta. Trabajar la propia confianza y las convicciones que nos sostienen es garantía de vida. La cuestión no está en qué contar, o cómo lograr que con nosotros cuenten… La cuestión es ofrecer una vida sencilla, convencida, cercana y trascendente… Y eso lo da Dios cuando quiere, donde quiere y a quien quiere… con hábito y sin él. La Vida Consagrada es imprescindible para la comunión de los creyentes… Ni pendientes de la “palmadita”, ni temerosos del juicio de quienes, con nostalgia, miran al pasado… Los consagrados tienen que estar centrados en la “viña”… Y ésos son la inmensa mayoría.

lagonzalez@vidanueva.es

En el nº 2.723 de Vida Nueva.

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