La belleza salvará al mundo

(+ Ciriaco Benavente Mateos– Obispo de Albacete)


“Tarea primaria del hombre reconciliado es la de generar belleza. Prolongamos y completamos la acción creadora de Dios cuando somos jardineros del mundo y cinceladores de relaciones humanas armoniosas”

La olla de la Inglaterra de Enrique VIII, en la que Tomás Moro era canciller, olía a podrido. No es extraño que el santo, en aquella célebre oración que comienza pidiendo a Dios, con sutil ironía, una buena digestión, suplique también “un alma santa y una mirada limpia para ver la belleza y la pureza, a fin de no espantarse al contemplar el pecado, sino para saber enderezar la situación”.

Es una plegaria oportuna para los tiempos que corren. Porque, cuando uno se asoma a determinados programas de televisión, a algunas tertulias radiofónicas o contempla como normales, cuando no elevados a categoría de derechos, hasta los comportamientos más execrables, puede indigestarse o perder la noción de la belleza.

“Y vio Dios que era bueno”, proclama el texto del Génesis (1, 10) al hacer el relato de la Creación. También podría traducirse: “Y vio Dios que era bello”. Bondad y belleza se confunden, se ordenan la una a la otra.

La belleza favorece la armonía incluso en las relaciones humanas. La fealdad es, por el contrario, fuente de violencia. Lo feo lleva siempre semillas de criminalidad.

En su novela El Idiota, Dostoievski expresa su convicción de que sólo “la belleza salvará al mundo”. Un eslogan que, a diferencia de otros que circulan en el mercado, suena a verdadero.

Tarea primaria del hombre reconciliado es la de generar belleza. Prolongamos y completamos la acción creadora de Dios cuando somos jardineros del mundo y cinceladores de relaciones humanas armoniosas. La violencia, el encono, la resistencia al entendimiento, todo lo que va contra la ecología humana o de la naturaleza son comportamientos regresivos.

¡Buena digestión y mirada limpia para ver la belleza!

En el nº 2.723 de Vida Nueva.

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