Francisco José Ruiz: “Sin el laicado no podríamos realizar el servicio que nos pide la Iglesia”

Provincial de España de la Compañía de Jesús

(José Lorenzo– Fotos: Luis Medina) Desde el día 22 de septiembre, Francisco José Ruiz Pérez (Santa Cruz de la Palma, Canarias, 1961) es el nuevo Provincial de España de la Compañía de Jesús. Sucede a Elías Royón, actual presidente de la CONFER, que ha agotado los seis años de mandato.

El P. Ruiz afronta una etapa apasionante, en la que, quizás, lo más perceptible sea el proceso que culminará con la unificación de las cinco Provincias en una sola, pero donde la pastoral vocacional y la colaboración con los laicos seguirá ocupando muchas de sus energías.

Como nuevo Provincial de España, ¿qué prioridades se va a marcar?

Los jesuitas en España estamos imaginando un futuro organizativo y apostólico que sea común a las cinco Provincias que ahora somos. Algo semejante sucede en otras congregaciones. Mi tarea principal consistirá en promover ese futuro, tal y como creemos que debe ser para que la Compañía de Jesús realice su misión evangelizadora. Pero no se trata sólo de una fría reorganización de recursos. Hay detrás un proyecto apostólico, que ya hemos hecho. Ha sido un ejercicio de discernimiento espiritual y comunitario para determinarnos por algunas opciones apostólicas. La puesta en marcha de ese proyecto también es prioritaria.

¿Hasta qué punto preocupa a la Compañía la reducción de vocaciones?

De corazón le digo que nos preocupa mucho. No dejamos de sentir rebeldía ante el dato de que muy pocos jóvenes en nuestro país se suman al seguimiento de Jesús al modo como Ignacio de Loyola lo experimentó y quiso para otros compañeros. Nos consuela que la Compañía de Jesús tuviera en 2009 casi mil novicios en los dos años de noviciado en todo el mundo. Pero es un consuelo parcial. El hecho que nos cuestiona es que la respuesta vocacional en España es llamativamente escasa en relación al número impresionante de jóvenes con los que a diario tratamos en nuestras obras apostólicas. Pero evitamos vivir la sequía vocacional como una fatalidad de nuestro tiempo. Estamos poniendo muchos medios para ayudar a la juventud a que reconozca honestamente si Dios les formula la Vida Religiosa como vocación personal. Para nuestra alegría, Dios nos concede cada año acoger vocaciones, y vocaciones realmente valiosas, aunque no en la cuantía que desearíamos.

La intercongregacionalidad, ¿es parte de la solución?

Mi experiencia es que, de un tiempo a esta parte, las congregaciones con espiritualidades con un mismo tronco nos atrevemos más a la colaboración apostólica. El resultado es palpable: la complementación de los carismas propios enriquece la misión común y la Vida Religiosa se hace más visible con su variedad de acentuaciones. Esa mayor visibilidad estoy seguro de que ayuda a quienes experimentan inquietud vocacional y buscan una manera de encarnarla.

¿Cómo cree que percibe la sociedad española a la Vida Religiosa?

Me hace una pregunta muy difícil… Posiblemente tendría una respuesta distinta si se consideraran los diferentes contextos de misión donde hoy se implanta la Vida Religiosa en España. Sólo me atrevo a darle un denominador común: creo que la Vida Religiosa sigue siendo apreciada por la sociedad española en general, tanto por lo que es como por lo que hace. Nuestras incongruencias están ahí, cometemos errores, nuestra disminución numérica es ostensible. Pero entiendo que la sociedad española, a pesar de todo, ve en la Vida Religiosa a un grupo de hombres y mujeres en los que existe un deseo excepcional de servicio, sólo explicable por una motivación de particular profundidad espiritual.

Hoy, la institución eclesial genera desconfianza entre los españoles, según las encuestas. ¿A qué cree que se debe?

Necesitamos recuperar terreno en una dirección: como creyentes, hemos de tener mayor contacto con la vida real de la gente y con las encrucijadas personales, familiares, sociales y políticas a las que nos lleva el mundo. Creo que esas encrucijadas son muchas, complejas y cambiantes, de tal forma que es difícil quitarse de encima la sensación de que nuestro tiempo es tiempo de crisis en todos los sentidos. Hay mucho por discernir ante nosotros. El deseo de la Iglesia es ofrecer su palabra y acción justamente en medio de esa crisis. Generaremos más confianza en la medida en que se perciba que esa palabra y acción, aunque no sean siempre políticamente correctas, nacen del conocimiento cercano y comprometido al que nos lleva el Evangelio sobre cuanto se sufre y cuanto se anhela.

Colaboración apostólica

Hace 15 años, los jesuitas aprobaron un documento para ahondar en la colaboración con los laicos. ¿Hay frutos?

Muchos. La mayoría de nuestras obras apostólicas en el mundo abren sus puertas gracias al laicado implicado vocacional y profesionalmente en la misión de la Compañía de Jesús. En España sucede lo mismo: sin la aportación del laicado, los jesuitas no podríamos llevar adelante el servicio que la Iglesia nos pide.

¿Es ésa una opción por convicción o por necesidad?

Tras tanto tiempo de colaboración apostólica con el laicado, me parece que todos afirmaríamos que la ayuda mutua entre el laicado y la Vida Religiosa es un bien para la misión de la Iglesia. Y en ello hay ya más convicción gozosa que concesión forzada ante las necesidades que tienen nuestras obras apostólicas.

¿Le cuesta a la Vida Religiosa encarar la corresponsabilidad?

Me parece que los religiosos cada vez más percibimos que el laicado no es amenaza ni para nuestra identidad ni para el aporte específico de la Vida Religiosa en la misión. Cuando así lo hemos experimentado, los religiosos andamos mejor y más felizmente por la senda de la corresponsabilidad. Otra cuestión es que el laicado también ha de recorrer su propio camino a la hora de asumir esa corresponsabilidad, siempre y cuando acepte la tarea evangelizadora que tiene por delante y el papel protagónico que ha de desempeñar en ella.

¿La evangelización en este siglo pasa por el testimonio de los laicos?

Se lo acabo de indicar de alguna manera. Pero permítame una cita. Hace más de una treintena de años, quien es hoy nuestro papa Benedicto XVI vaticinaba que la Iglesia se convertiría en una “comunidad voluntaria, a la que sólo se llega por una decisión libre”. Añadía todavía algo más: “Como comunidad pequeña, habrá de necesitar de modo mucho más acentuado la iniciativa de sus miembros particulares”. Me parece que todo miembro de la Iglesia está llamado a esa iniciativa. Pero, sin duda, el cristianismo se hará visible en el futuro muy particularmente a través del testimonio y la presencia del laicado inserto en un mundo descreído.

¿Se ocupa y preocupa la Iglesia de la formación de los laicos?

En lo que conozco, le diría que sí. Pero mi impresión es que los esfuerzos por facilitar formación al laicado todavía son pocos. Es necesario tener mucha creatividad para poder acomodar esa formación al ritmo de vida y a las exigencias familiares y profesionales del laicado. No obstante, muchos laicos y laicas están realizando en la actualidad un trabajo ímprobo para actualizarse teológicamente. Les merece la pena. Mi experiencia me indica  que en esa actualización suele producirse un reencuentro con la fe que hace despertar nuevamente la conciencia del compromiso eclesial.

En el nº 2.722 de Vida Nueva.

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