Editorial

Una visita para superar enfrentamientos

Compartir

Publicado en el nº 2.721 de Vida Nueva (del 18 al 24 de septiembre de 2010).

Comienza la visita de Benedicto XVI al Reino Unido, invitado por la Reina Isabel II, máxima autoridad civil y religiosa del país. En el arranque mismo del tercer milenio, esta visita supone la superación de un enfrentamiento histórico, ya obsoleto, marcando un nuevo ritmo de relaciones, no sólo entre dos Estados, sino también entre dos confesiones cristianas, divididas en el pasado. El Papa visita un país con un 10 por ciento de católicos y con un progresivo crecimiento debido a la inmigración de países tradicionalmente cristianos, como Irlanda o naciones de Latinoamérica. Tres aspectos fundamentales marcan esta visita, de la que se espera, pese a su dificultad, que alumbre una nueva etapa. Las relaciones Iglesia-Estado, el diálogo ecuménico y la propuesta de la fe en una sociedad con fuertes acentos de increencia serán los núcleos sobre los que pivote una visita en la que el Papa podrá expresar su mensaje con claridad en esta tierra evangelizada por misioneros destacados como Agustín de Canterbury, Beda el Venerable y regada por sangre de mártires como Tomás Moro, John Fischer o Tomás Becket. Pese a su situación minoritaria, la Iglesia en el Reino Unido ha mantenido una vitalidad destacada, que tuvo su momento álgido con el Movimiento de Oxford, cuyo más singular representante, el cardenal Newman, será beatificado el domingo 19 como colofón de unos días en los que se ha destacado su perfil como modelo a seguir. En los últimos tiempos hay que subrayar, igualmente, la figura, cada vez más valorada, del cardenal Basil Hume en los años del postconcilio.

Se abre, pues, una nueva etapa en las relaciones entre el Vaticano y Buckingham. Era ya anacrónica la situación, pese a que, tras la visita pastoral de Juan Pablo II, las cosas habían cambiado. Este paso, más allá de lo simbólico, ayudará a fortalecer las relaciones mutuas de cara al trabajo por el bien común, desde el mismo mensaje evangélico, puesto que la monarquía británica ostenta la primacía del poder de la confesión anglicana. Viejas rémoras históricas, en las que no han faltado enfrentamientos y persecuciones, quedarán superadas, dando así un ejemplo de unidad en momentos en los que se cuestiona la misión de paz que tienen las religiones.

Pero más allá de este gesto, tendrá particular significación el diálogo ecuménico. En el fondo de la visita está la Carta Apostólica Anglicanorum Coetibus, que abrió las puertas a los anglicanos que desearan volver a la comunión de Roma. En el Palacio de Lambeth se respira un aire distinto, de más apertura y las relaciones ecuménicas caminan por vía abierta, pese a los flecos importantes que aún quedan por recortar. Las relaciones ecuménicas tendrán que vivirse no sólo en los documentos oficiales, sino también en la cotidianidad de unas Iglesias que comparten espacio público y que tienen la misma misión evangelizadora.

Ambas Iglesias, y ésa es la tercera característica, tienen el reto ante una misma sociedad con fuertes acentos de increencia. Corrientes adversas a la fe, con grandes medios en sus manos, hacen difícil la evangelización en tierras acogedoras de todas las ideas, pero con un marcado carácter insular propio. Una propuesta de fe conjunta en el mismo Dios de Jesucristo será, sin duda, el gran servicio que la Iglesia, católica o anglicana, junto a otras confesiones y religiones, haga a esta sociedad que, pese a todo, sigue buscando a Dios. El escritor inglés Julian Barnes, en su reciente novela Nada que temer, empieza con la frase: “No creo en Dios, pero me falta”. Es éste un reto que hoy la fe tiene en este país que el Papa visita estos días.

————

LOS HITOS DEL VIAJE

————

CRÓNICAS

————

INFORMACIÓN RELACIONADA