La Biblia en la época moderna

(Dr. Adolfo D. Roitman– Conservador de los rollos del Mar Muerto, Museo de Israel, Jerusalén) Desde la antigüedad, la Biblia hebrea y cristiana ha cautivado el interés de los seres humanos, tanto creyentes como agnósticos. Las historias de Abraham o de Jesús, el Decálogo o los Salmos se convirtieron en piezas claves de la cultura judeocristiana, sentando los temas fundacionales del arte, la ética o la piedad de la civilización occidental. Durante generaciones, los lectores han encontrado en sus páginas inspiración, consuelo y una profunda espiritualidad, así como una fuente inagotable de información acerca de la sociedad, la literatura, el pensamiento y la religión del pueblo de Israel en la época antigua.

En el pasado, el estudio de las Sagradas Escrituras se caracterizó por examinar el texto (filología), las ideas y creencias (filosofía y teología) y la realidad fáctica de sus relatos (historia). Sin embargo, el espectacular desarrollo de las ciencias bíblicas en las últimas décadas se vio acompañado por la introducción de nuevos métodos científicos de análisis (arqueología, sociología, antropología y religiones comparadas), transformando el estudio de la Biblia en un campo apasionante, pero muy sofisticado, apropiado sólo para expertos en la materia.

La especialización ha derivado en una creciente brecha entre “expertos” y “legos”, creando una situación insostenible. La hiper-profesionalización de los estudios bíblicos convirtió a la Biblia en una obra casi esotérica, y muchas veces incomprensible, para el lector no especializado. Lamentablemente, este vacío ha sido ocupado en los últimos años por grupos fundamentalistas (ultra-ortodoxos judíos, evangelistas cristianos o chiítas islámicos) que presentan una imagen tergiversada, y hasta retrógrada, de los textos sagrados, al descontextualizarlos y leerlos de manera literal.

Un ejemplo es la polémica acerca de la teoría de la evolución de Darwin, a partir de una lectura tendenciosa de Génesis 1, como refleja el siguiente texto: “La evolución en sentido darwiniano se enseña como un hecho demostrado en las escuelas y en la televisión y raramente es cuestionada o examinada críticamente. Éste es un hecho muy desafortunado. Si se le demostrara al público general que el evolucionismo es erróneo, lo único que podría llenar el vacío sería Dios. Los incrédulos no quieren un Dios soberano que gobierne el universo. Ellos desean un dios (la evolución) que puedan examinar, exhibir y proclamar en el mundo secularizado e irreligioso. El evolucionismo es una doctrina peligrosa y condenatoria para las almas de los hombres. Es una vacuna poderosa de Satán contra el cristianismo”. ¡Cuántos errores se habrían evitado si se hubiera interpretado Gn 1 a la luz de la literatura mitológica del Oriente antiguo (como en la epopeya de la creación mesopotámica, Enuma Elish), colocando la narración bíblica en el contexto propio de su época!

Tal como ya he manifestado en Biblia, exégesis y religion. Una lectura crítico-histórica del judaísmo (Verbo Divino, 2010), el texto bíblico es, por naturaleza, complejo, con no pocas repeticiones y contradicciones, en donde se combinan fuentes literarias de distinta naturaleza. Por ello, una lectura crítica de las Sagradas Escrituras permite reconocer las distintas tradiciones entretejidas en su narrativa, descubriendo por su intermedio la riqueza literaria e ideológica escondida en sus palabras.

Asimismo, la lectura científica de la Biblia permite recontextualizar creencias, prácticas e instituciones. En algunos casos, esta aproximación crítica pone en duda algunas “verdades sacrosantas” de la fe, descalificando las lecturas fundamentalistas como impropias y anacrónicas. La narración bíblica deja de ser una historia “objetiva” para convertirse en un mito polivalente sujeto a lecturas diversas. Pero en otros casos esta misma lectura aparentemente subversiva, herética y antirreligiosa permite entender los textos en sus marcos culturales específicos, recuperando diálogos olvidados y polémicas perdidas en las brumas del tiempo.

Así, la Biblia deja de ser un libro cuya “esencia” es definitiva, absoluta y estática, para convertirse en un fenómeno histórico-cultural complejo. Esta aproximación permite ver las Sagradas Escrituras como un documento polícromo, en donde se reflejan los innumerables matices de la piedad, el pensamiento y la sociedad del pueblo judío en la antigüedad. En última instancia, una lectura crítica de la tradición bíblica se entronca en la larga tradición del Humanismo, promoviendo la tolerancia y respeto del “Otro”.

En el nº 2.721 de Vida Nueva.

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