Elías Royón: “Es injusto culpar al Vaticano II de las dificultades que padece la Vida Religiosa”

Presidente de la CONFER

(José Lorenzo– Fotos: Luis Medina) “Fidelidad creativa”. Ésa es la receta que el jesuita Elías Royón (Benamejí, Córdoba, 1937), presidente de la CONFER desde noviembre pasado, señala para la Vida Religiosa (VR) de cara a afrontar los retos que tiene por delante. Se trata, según señala a Vida Nueva, de “revitalizar” su vida y misión, estando dentro del mundo, pero siendo contracultural, y teniendo muy presente que uno de sus mayores peligros puede venir de la tentación del “activismo pastoral”.

Algunos hablan de la necesidad de “refundación” de la VR, de que el modelo tradicional ya no sirve, lastrado por estructuras obsoletas, acuciada por la falta de vocaciones, apenas perceptible su voz en medio de la sociedad… ¿Hacia dónde debe de caminar la VR para seguir siendo evangélica en tiempos de increencia?

Creo que la VR está caminando en la dirección de una “revitalización” de su vida y su misión, desde una “fidelidad creativa”. Se siente la necesidad de revitalizar la VR no sólo personal, sino comunitariamente; no sólo espiritual, sino apostólicamente. De ello son conscientes la mayoría de las congregaciones que andan por la vía trazada por sus Constituciones hacia lo que éstas tienen de más evangélico, carismático y profético.

Y todo ello se debería realizar en una “fidelidad” que ha de ser siempre “creativa”. Fidelidad a los momentos carismáticos de los fundadores y fundadoras que fueron portadores de audacia en su radicalidad al seguimiento de Jesucristo. Fidelidad a las llamadas del Espíritu en nuestro tiempo, libres de ataduras pasadas y de modas presentes, para elaborar propuestas audaces a los retos de la evangelización en nuestra sociedad. Fidelidad a la radicalidad del mensaje evangélico, para ser testigos apasionados por Jesucristo en su amor a los más pobres. Fidelidad a la Iglesia, en cuyo seno la VR adquiere y conserva su sentido y finalidad, enriqueciendo la comunión y colaborando con sus carismas propios en la misión eclesial.

También hay otros que aseguran que la crisis de la VR tiene su origen en ciertos “desvaríos” desarrollados al calor de interpretaciones interesadas de las enseñanzas emanadas del Vaticano II que supusieron una ruptura con la tradición. ¿Qué opina? ¿Es ese Concilio el culpable de los males de la VR?

El Concilio Vaticano II significó para la VR un fuerte aliento de animación en el Espíritu para una renovación interior y de estructuras que no se sostenían más. Llevó a las congregaciones a volver a sus raíces, a sus orígenes más carismáticos y, en definitiva, más evangélicos. En ocasiones fue necesario purificar los carismas fundacionales de interpretaciones que, a lo largo del tiempo, los habían ido oscureciendo. La vida comunitaria y la opción por los pobres contribuyeron de un modo particular a esta renovación, así como su inserción en el mundo sintiéndose más identificados con los hombres y mujeres de hoy. Todo esto no siempre se hizo desde una prudencia espiritual y humana, ni siempre bajo la guía de líderes apropiados. Hubo exageraciones y no faltaron desviaciones. Sin embargo, creo que es una interpretación injusta culpar al Concilio de las dificultades que la VR y la misma Iglesia padecen en la actualidad. O incluso una manera de rechazar el cambio cultural tan profundo y global al que la humanidad está sometida en las últimas décadas, y que necesariamente afectó y continúa afectando a la Iglesia y, en ella, a la VR.

Presente en el mundo

¿De qué hablamos cuando hablamos de “crisis” en la VR? ¿Es únicamente por la sequía vocacional?

Personalmente no hablo de “crisis” en la VR por el carácter negativo que se le suele dar a esta expresión. Prefiero decir que la VR está presente en el mundo actual y forma parte esencial de la Iglesia. Participa, por tanto, de las dificultades que viven ambas realidades. La VR queda afectada por esas dificultades a su manera, lógicamente, pero en modo alguno está inmersa en una “crisis” ajena a la que puede aquejar al mundo contemporáneo y a la Iglesia en su conjunto.

¿Es realmente la VR contracultural o el roce con la sociedad, sobre todo en el mundo occidental, donde ya casi se vive de espaldas a Dios, ha “aguado” su testimonio y presencia?

Si la VR dejase de ser contracultural, habría dejado de tener sentido. Ése ha sido siempre un elemento de su identidad. La visibilidad de su presencia y testimonio evangélico en medio de esta sociedad la ha hecho, y la continúa haciendo, contracultural. De todos modos, es cierto que los religiosos y religiosas no estamos libres de ser “contagiados” por actitudes y valores que no son los de Jesucristo. Por eso es indispensable, quizás más hoy, prestar una especial atención a vivir la pasión por Jesucristo, una pasión que en nuestro entorno provoque interrogantes sobre nuestra vida.

¿Y no se les hace difícil mantener su identidad en medio de tanto ruido?

Pienso que la fidelidad a la identidad en la VR exige mantener un corazón muy libre que se deja seducir por el modo de vivir de Jesús, pobre y humilde, apasionado por su Padre y por aquella “muchedumbre” que percibe descarriada y necesitada de pan, tal y como se nos describe en los Evangelios. Esa fidelidad exige también construir una vida fraterna, donde sea real la comunión de vida y de bienes. Todo esto lo dificulta hoy la cultura del consumismo con sus propuestas de realización –búsqueda de prestigio y éxito social, priorización del bienestar económico, absolutización del placer–. Se producen así interferencias que entorpecen la escucha de la llamada de un Señor que es humilde, pobre y entregado, que propone una cultura del servicio, la misericordia y la donación personal.

¿Qué cosas cree usted que están “distrayendo” hoy de su ser más específico a la VR? ¿Consiguen aislarse lo suficiente para vivir con la necesaria frecuencia la experiencia personal y comunitaria de Dios?

A mi entender, el peligro mayor de “distracción” para la VR puede venir hoy del “activismo” pastoral y sus consecuencias. Las urgencias pastorales son cada vez más numerosas, mientras que disminuyen los religiosos y religiosas. Surge entonces el peligro de no discernir bien qué atender prioritariamente y de convertir la misión en mera actividad. Pero para discernir es precisa la experiencia personal y comunitaria de Dios, el deseo de “estar con el Señor” para ser enviados a anunciar el Reino. Paradójicamente, la urgencia pastoral puede entrar en colisión con ese deseo y desenfocar la misión de lo que realmente es: verdadera búsqueda de la gloria y alabanza de Dios.

¿Cómo cree que ve la sociedad actual a la VR?

La sociedad española no se puede considerar uniforme en su percepción de valores, sean religiosos o no. Pero me atrevo a destacarle tres reconocimientos que hace de la VR. Por un lado, es un hecho que no pocos sectores de nuestra sociedad valoran la entrega y el servicio de la VR a los más pobres; así lo recogen los medios de comunicación en momentos de crisis y catástrofes humanas y naturales. Por otro lado, aspectos como la vida en común, la referencia a lo espiritual, la gratuidad y la libertad de entrega a la causa de los más desfavorecidos son apreciados por aquellos sectores sociales que consideran los valores éticos, religiosos y cristianos como conformadores de un mundo más humano y más preocupado por la justicia, la solidaridad y la libertad. A la vez, esperan de la VR una mayor presencia en foros socioculturales donde se reflexiona incluso críticamente sobre diversos modelos de sociedad. Finalmente, bastantes grupos sociales, y no sólo los más pudientes, desean que sus hijos estudien en colegios y universidades dirigidos por religiosos y religiosas. No siempre buscan la formación cristiana, pero, incluso así, quieren para sus hijos una educación en valores humanos y sociales, y una excelencia en lo intelectual.

Sin embargo, también hay que reconocer que sólo para pequeñas minorías tiene significación lo esencial de la VR: su consagración radical al seguimiento del Señor y a los valores del Reino de Dios, y su referencia a la trascendencia.

Estar en la frontera

¿Y cómo ve la VR a una sociedad como la nuestra?

Creo que, en primer lugar, la VR se siente formando parte de nuestra sociedad y participando de sus miedos y sus esperanzas. Pero, en segundo lugar, los religiosos y religiosas nos insertamos en la sociedad de un modo crítico y creativo. Tenemos como misión evangelizarla, dar en ella testimonio de Jesucristo. De ahí que nos preocupen los conflictos en los que se debate nuestra sociedad, sus contradicciones y la pérdida en numerosas franjas sociales de valores humanos y cristianos que han sustentado la convivencia y la cultura, y que son válidos para construir una sociedad más justa, más humana y más abierta a la trascendencia. Todo hay que decirlo: hemos de reconocer también que en algunas situaciones, por diversos motivos, no hemos contribuido suficientemente al enraizamiento de esos valores y han escandalizado algunas de nuestras actuaciones.

¿Y qué pueden hacer la una por la otra?

En las circunstancias actuales, me parece necesario trabajar por crear una atmósfera de respeto, acogida y valoración de la diversidad. Hay más necesidad de colaboración que de afianzar la autonomía de los ámbitos de actuación. La VR no puede “tener las puertas y ventanas cerradas por miedo…”, para defenderse de la sociedad. Ha de abrirse a nuevas formas de estar y evangelizar en las fronteras. VR y sociedad tendrían que crear espacios para dialogar y reflexionar sobre los grandes problemas: la pobreza, la inmigración, la familia, la educación, la bioética, la formación en valores de la juventud… Y se lo digo sinceramente: en todos esos temas, la VR puede aportar sugerencias para su solución.

Sin embargo, hoy día apenas se oye su voz en aquellos foros en donde se crea cultura y pensamiento, y da la sensación de que la VR no tiene nada que decirle al hombre y a la mujer de hoy o no sabe cómo…

La VR tiene algo que decir al hombre y a la mujer de hoy y mi experiencia es que, efectivamente, lo dice. Limitándonos sólo a España, ahí están, por ejemplo, las universidades y centro universitarios dirigidos por religiosos, que gozan de gran prestigio intelectual. En ellos se genera realmente pensamiento. Tampoco hay que olvidar la presencia de religiosos y religiosas en el campo teológico, en el área social y en el foro cultural –a través de revistas especializadas, centros fe-cultura, editoriales…–, desde donde la VR dialoga con el mundo contemporáneo y ofrece su reflexión. Pero es cierto que nos resulta difícil estar en los medios.

Sin embargo, la labor de tantos religiosos y religiosas que han consagrado su vida a los últimos en los lugares del mundo más dejados de la mano del hombre, es la mejor imagen de la Iglesia. Una imagen que, según las encuestas, ha ido perdiendo brillo y llevado a la institución a ser una de las que más desconfianza genera. ¿Cómo se ha llegado a esto?

A las encuestas creo que hay que tomarlas con cierta discreción. Me explico: en ocasiones, las preguntas formuladas son sobre instituciones, cuya realidad abarca muchas facetas; hay que reconocer que los encuestados no tienen conocimiento de todas y cada una de ellas y hacen valoraciones demasiado genéricas. La Iglesia es una de las afectadas. Pero es que, además, las encuestas no son todas coincidentes en la imagen que arrojan sobre las instituciones, también sobre la Iglesia. Hace pocos meses se presentaba en Barcelona un estudio sociológico muy elogioso sobre la actuación de los religiosos y religiosas en el campo social.

Aun así, creo que lo importante es que los religiosos y religiosas continúen ahí, como usted dice, en esos lugares dejados de la mano del hombre, aunque dejen de ser noticia y no se hable más de ellos.

Tenemos la juventud más solidaria; sin embargo, esa entrega a través de la VR parece que ya no les seduce. ¿Por qué?

La vocación a la VR no consiste sólo en ser solidario y altruista. Su núcleo es una vivencia de fe, una llamada del Señor a seguirlo en una consagración para siempre de la vida toda. Desde esa llamada y respuesta al Señor, nace la entrega al prójimo incluso hasta dar la vida por los demás, como Jesús.

¿Sigue sabiendo la VR dar testimonio de la presencia de Jesús en el mundo?

Creo que nunca se termina de saber bien dar testimonio de la presencia de Jesús en el mundo. El camino del seguimiento cristiano siempre está abierto a nuevas llamadas, nunca se imita a Jesús lo suficiente, ni se ama a los hermanos como se merecen. Por lo demás, el testimonio tiene que ser reconocido; esto significa que los cambios culturales influyen en el mayor o menor reconocimiento del testimonio. La VR, aún admitiendo su debilidad, se esfuerza en medio de esta sociedad por dar testimonio de Jesús en tres direcciones fundamentales: referencia a la trascendencia, vida comunitaria y amor a los pobres.

Relaciones con la CEE

En noviembre se cumple el primer aniversario de su elección como presidente de los religiosos y religiosas españoles. Usted ha manifestado en varias ocasiones la intención de la CONFER de profundizar en la comunión con otros estamentos eclesiales, entre ellos, los obispos. ¿Cómo son en la actualidad las relaciones que mantienen con la Conferencia Episcopal Española (CEE)?

Las relaciones siempre se pueden profundizar y ampliar, pero puedo decirle que entre la CONFER y la CEE existe un buen clima de comunicación y de acogida. Y, ciertamente, en las diócesis la colaboración entre los religiosos y sus pastores goza de buena salud. Estas buenas relaciones me han animado, efectivamente, a comentar en varias ocasiones que un objetivo de la CONFER es seguir trabajando por la comunión eclesial. La considero muy importante en este momento de la Iglesia española y una responsabilidad de todos.

La unidad en la Iglesia es el gran deseo de Jesús: “Que todos sean uno…”. Y es, además, un signo de credibilidad: “…para que el mundo crea”. En la estructura de la Iglesia no todos estamos investidos de la misma autoridad, ni realizamos los mismos ministerios. Pero todos, desde su propia responsabilidad eclesial, debemos esforzarnos por hacer realidad este deseo de Jesús: construir una Iglesia de comunión, que aparezca ante el mundo como un signo de que es posible esa aspiración de unidad de toda la humanidad.

La comunión exige a todos una actitud de conversión continua, una especie de ascesis de nuestro tiempo que implica “salir del propio amor, querer e interés”. No basta la intervención de un día para resolver una situación conflictiva coyuntural. Exige el cultivo de una serie de actitudes que se derivan de esa ascesis y el convencimiento de su necesidad “para que el mundo crea”. Sin duda, en algunas situaciones más complejas será necesario, en un ambiente de escucha y acogida a la diversidad, un discernimiento común, orante y espiritual, donde los Pastores tienen una función decisiva en la toma de decisiones.

¿Y cómo son sus relaciones con los nuevos movimientos?

Institucionalmente, las relaciones de la VR con estos movimientos son muy pobres. Para mí es una situación que desearía se pudiese mejorar en bien de la comunión eclesial.

¿Cree que el tema de los abusos sexuales por parte de algunos sacerdotes y religiosos puede afectar a las vocaciones a la Vida Religiosa?

Creo que no, aunque es posible que en algunas familias puedan aparecer dificultades si alguno de sus hijos muestra el deseo de ser religioso o sacerdote. Como ya tuvimos ocasión de manifestar, los abusos deben hacer reflexionar a los superiores de los Seminarios y Noviciados sobre la selección de los candidatos a la Vida Religiosa y al sacerdocio, la evaluación psicológica, espiritual y apostólica de los mismos a lo largo de su formación, y la madurez afectiva exigida a aquéllos que asumen una opción de vida célibe y que, habiéndola asumido, piden ser ordenados presbíteros.

En el nº 2.721 de Vida Nueva.

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