Dimite un obispo belga tras admitir abusos a un joven

A la crisis actual de la Iglesia se suma un desafortunado incidente relacionado con la visita del Papa a Inglaterra

De arriba a abajo, J. Favalora y T. G. Wenski, arzobispo emérito y nuevo arzobispo de Miami, respectivamente

(Antonio Pelayo– Roma) La semana ha sido dura, muy dura, pero no nos ha cogido por sorpresa; esta vez estábamos prevenidos, en la medida de lo posible. Los superiores nos han transmitido una línea clara de conducta: transparencia total, ayuda a las víctimas por encima de todo, leal colaboración con la autoridad civil y… mucha paciencia, que esto pasará, aunque no de un día para otro”. Casi textualmente, ésta es la confidencia de un prelado (anónimo, que no están los tiempos para bromas) cuyo trabajo en la Curia romana tiene que ver casi a diario con los escándalos de los abusos a menores por parte de sacerdotes o religiosos.

La semana, sin embargo, había comenzado bien. Benedicto XVI había vuelto muy satisfecho de su viaje a Malta, y pudo celebrar los cinco años de su elección papal (19 de abril) con la conciencia de haber cumplido bien todos sus deberes. Lo hizo invitando a almorzar a los cardenales residentes en Roma (asistieron 43, incluido el cardenal francés Roger Etchegaray, bastante repuesto después de su caída el día de Navidad) y a un puñado de colaboradores.

En nombre de todos ellos, le dirigió un saludo el decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, quien subrayó que “somos una gran familia siempre unida al Sucesor de Pedro”, a lo que el Santo Padre respondió: “En estos momentos, el Papa siente fuertemente que no está solo. Tiene una responsabilidad personal que no es delegable, pero está rodeado por el Colegio Cardenalicio, que, en términos orientales, casi podría ser llamado su Sínodo, su compañía permanente, que le ayuda, le acompaña, está a su lado en el trabajo”.

El día 21, en la Audiencia General de los miércoles, haciendo –como es habitual– balance de su visita a Malta, Joseph Ratzinger afirmaba sin reservas: “He dicho a los jóvenes que hay que abrazarse a la cruz de Cristo, hay que ser vencedores justamente en las pruebas y en las tribulaciones, no hay que tener miedo por las ‘tempestades’ de la vida y mucho menos por los naufragios, porque los designios del amor de Dios son más grandes que las tempestades y los naufragios”.

También recordó que había querido encontrarse con algunas personas víctimas de algunos exponentes del clero. Según el padre Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, este viaje “es un paso decisivo para superar la crisis que atraviesa en estos momentos la Iglesia católica”.

Dimisiones episcopales

Walter Mixa, obispo de Augsburgo

La crisis, sin embargo, se ha hecho bien patente con una serie de dimisiones episcopales ligadas de uno u otro modo a los escándalos. El 20 de abril se hacia pública la renuncia del arzobispo de Miami, John Favalora, envuelto en acusaciones de encubrimiento de sacerdotes prevaricadores (por cierto, su sucesor, Thomas G. Wenski, tampoco escapa de dedos acusadores en este sentido). Dos días después era el turno del obispo de Kildare y Leighlin (en Irlanda), James Moriarty, que ya había presentado al Papa hace algún tiempo su dimisión. En otro orden de cosas, pero siempre ligado a este tema, está la dimisión de Walter Mixa, obispo de Augsburgo (diócesis sufragánea de Munich) y ordinario militar para la República Federal de Alemania, al que, según él mismo ha reconocido, se le fue más de una vez la mano al castigar físicamente a sus alumnos del internado de Schrobenhausen en Baviera.

Roger J. Vangheluve, obispo de Brujas

El caso sin duda más llamativo ha sido el del obispo de Brujas, Roger J. Vangheluwe, del que la Santa Sede informó el viernes 23 con dos declaraciones paralelas. Primero, la del propio interesado: “Siendo simple sacerdote y durante un cierto tiempo al comienzo de mi episcopado, he abusado de un joven de un ambiente que me era cercano. La víctima sigue aún marcada por ello. Durante las últimas décadas  he reconocido muchas veces mi culpa respecto a él y su familia y he pedido perdón, pero esto no le ha permitido reencontrar la paz, y a mí tampoco. La tempestad mediática de estas últimas semanas ha hecho aún más fuerte el trauma, y la situación es insoportable. Siento profundamente lo que hice y presento mis excusas más sinceras a la víctima, a su familia, a toda la comunidad católica y a la sociedad en general. He presentado mi dimisión como obispo de Brujas al Papa Benedicto XVI . Ha sido aceptada este viernes. Por eso me retiro”.

André-Joseph Léonard, arzobispo de Malinas-Bruselas

La segunda declaración es de André-Joseph Léonard, arzobispo de Malinas-Bruselas, quien leyó ante los medios: “La Iglesia insiste en que en estos asuntos no se debe tergiversar. Esperamos contribuir de esta manera [aceptando la dimisión] al restablecimiento de la víctima. La decisión del obispo de Brujas, así como la organización de esta conferencia de prensa, corresponden a la voluntad de transparencia que la Iglesia católica belga quiere aplicar a partir de ahora con rigor en esta materia, pasando resueltamente página respecto a la época no muy lejana en la que, tanto en la Iglesia como en otras partes, se prefería la solución del silencio o del camuflaje”.

Un documento “traspapelado”

En este contexto de irresponsables generalizaciones y de pérdida del respeto más elemental a la autoridad moral de la Iglesia católica y del Papa, ha surgido el caso de la triste nota de un joven empleado del Foreign Office británico relativa a la visita de Estado de Benedicto XVI a Inglaterra, prevista del 16 al 19 de septiembre.

El 25 de abril, el Sunday Telegraph de Londres se hacía eco de una nota redactada por un oficial de Whitehall (sede del Ministerio de Asuntos Exteriores) con sugerencias para que la visita papal se desarrollase del mejor modo posible. El diplomático, Steven Mulvain, de 23 años y ex estudiante de Oxford, dio rienda suelta a su particular sentido del humour y, entre otras simplezas, proponía que, durante su estancia en Inglaterra y Escocia, el Santo Padre podría bendecir una unión matrimonial entre personas del mismo sexo, lanzar una marca de preservativos con su propio nombre, visitar una sala de hospital dedicada a provocar abortos y otras lindezas de la misma categoría. Este papel, en vez de haber sido destinado a la papelera y ser sancionado su autor, figuraba en un informe dirigido a los responsables de la visita papal.

Sede del Foreign Office británico, en Londres

El redactor responsable de asuntos religiosos del periódico londinense, Jonatham Wynne-Jones, acompañaba esta información con las reacciones que había suscitado en el Foreign Office y otros ámbitos gubernamentales. “Se trata –afirmó un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores– de un documento alocado que no refleja en modo alguno la política o las opiniones del Gobierno del Reino Unido y del Foreign Office. Algunas de las ideas del documento son claramente insensatas, ingenuas e irrespetuosas. El Foreign Office lamenta muchísimo este incidente y siente profundamente la ofensas que ha causado”. También se informaba de que el autor de dicho texto había sido transferido a otras funciones y que había aceptado “sus graves errores de juicio”.

Excusas oficiales

Por su parte, el embajador de Su Majestad británica ante la Santa Sede, el católico Francis Campbell, pidió ser recibido en audiencia en la Secretaría de Estado para presentar del modo más oficial sus excusas por este incidente, que no hace honor a la secular seriedad de la política exterior británica. “Estoy horrorizado”, dijo el titular de Exteriores, David Miliband.

El obispo católico de Birmingham, Malcolm McMahon, manifestó su extrañeza ante el hecho de que dichas propuestas hubieran sido incluidas en un documento del Gobierno: “Es desconcertante, no se invita a alguien a visitar el propio país y luego se le falta al respeto de esta forma”.

Por parte de la Santa Sede no ha habido manifestación oficial sobre tan desgraciado asunto. “Estamos al tanto de lo ocurrido –declaró Lombardi–, pero no vamos a decir nada al respecto porque no hay necesidad de arruinar las buenas relaciones entre el Gobierno británico y el Vaticano”.

Preocupa, eso sí, que una visita de tan alto significado histórico como la de Benedicto XVI a Inglaterra y Escocia se vea envuelta en tantas polémicas. Es la primera visita de Estado de un Papa al Reino Unido, ya que la que llevó a cabo Juan Pablo II en 1982 fue una visita pastoral para celebrar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el Reino Unido. En el Vaticano, por otra parte, ni se contempla la posibilidad, como han sugerido dos ateos beligerantes como Christopher Hitchens y Richard Dawkins, de que el Papa pudiese ser perseguido por la justicia al aterrizar en territorio inglés, por considerarle reo de crímenes contra la humanidad. Tampoco inquieta en demasía la campaña que se desató contra el Pontífice cuando éste expuso ante los obispos de Inglaterra y Gales sus críticas ante el Equality Bill, que reconoce el derecho de las parejas del mismo sexo.

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MARTINI: “ESTAMOS SUPERANDO UNA ÉPOCA DE SILENCIO”


Una opinión clarificadora sobre el problema de la pederastia clerical ha sido la del cardenal Carlo Mª Martini, arzobispo emérito de Milán y una de las voces más creíbles en el seno de la Iglesia católica. En su colaboración mensual en el Corriere della Sera, el 25 de abril, el purpurado exponía algunas ideas que considero interesante y necesario recoger.

“No me siento inclinado –escribe Martini– a ver en esta polvareda una conjura diseñada contra la Iglesia y el Papa. Es verdad que quien es hostil a la Iglesia católica (no sólo los comunistas o los laicistas) tal vez se alegrará de esta concentración, que humilla a todo el clero y que no tiene en cuenta el hecho de que la mayoría de los casos de pedofilia y de abusos sexuales se llevan a cabo en el ámbito de la familia, es decir, donde se encuentran los primeros educadores del muchacho. El Papa ha sido muy claro y firme sobre este problema, y yo también lo he defendido en una reciente entrevista. Personalmente, me turba que una sociedad que ha derribado cualquier dique sobre la sexualidad (que corrompe también a los pequeños, véanse las alusiones sexuales en la publicidad) se dirija sólo hacia una franja restringida de personas. Sería conveniente una mayor vigilancia sobre la comunicación pública para dar mayor credibilidad a las intervenciones sobre la pedofilia”.

En otra respuesta a una carta sobre las posibles implicaciones entre el celibato de los sacerdotes y la pedofilia, el ex arzobispo milanés afirma: “Nunca he propuesto un cambio del celibato de los sacerdotes en el contexto de la pedofilia. Las afirmaciones contrarias aparecidas en algunos periódicos, oficialmente desmentidas por mí, se deben a una errónea transcripción de un texto mío. En cuanto a la diferencia entre la promesa del celibato y el voto de castidad (que hacen todos los religiosos), ésta consiste en el hecho de que la primera es un propósito bendecido por la Iglesia y confirmado por las leyes canónicas, mientras que el segundo es un voto propio y verdadero cuya violación constituye un sacrilegio… El celibato obligatorio de los sacerdotes no es un dogma. Pero el celibato por el Reino de los cielos es una preciosa perla del Evangelio que debe ser custodiada con mucha oración y una intensa vida espiritual”.

Finalmente, el cardenal Martini asegura: “Estamos superando una época de omertá [silencio] y de bocas cerradas, expresada en el conocido proverbio de que ‘la ropa sucia se lava en casa’”.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.705 de Vida Nueva.

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