Los obispos mexicanos se unen a las celebraciones del Bicentenario

Publican una carta pastoral en la que apelan a una fe que comprometa con el presente

Los obispos de la CEM reunidos en la Basílica de Guadalupe

(Pablo Romo Cedano– México DF) La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) acaba de dar a conocer una nueva carta pastoral que –bajo el título Conmemorar nuestra historia desde la fe, para comprometernos hoy con nuestra Patria– se inscribe en el marco de los festejos civiles y ahora también religiosos con motivo del Bicentenario de la Independencia del país.

El amplio documento (50 páginas) está estructurado en tres partes, la primera de las cuales ofrece una “mirada a la propia historia desde la fe”. En ella, se aborda el sentido de la misma para un creyente. La revisión es seria y autocrítica. Así, se destaca la influencia de los teólogos del siglo XVI en el pensamiento libertario que alimentó las independencias iberoamericanas, al tiempo que se reconoce también que el episcopado de entonces “reprobó el movimiento libertario como sedición, usando incluso el anatema”, y que “la Inquisición, por su parte, lo declaró como herejía”.

El texto ofrece algunas reflexiones sobre la participación de la Iglesia en el período de la Independencia y en el de la Revolución (1910-1917). Los prelados le dedican varios puntos al “Padre de la Patria”, el cura Miguel Hidalgo, que tomó como emblema a la Virgen de Guadalupe para su movimiento de independencia, y cuya polémica excomunión pesa aún mucho en el ánimo de quienes consideran a la institución eclesial como insensible a dichos ideales de justicia y libertad. En cuanto a los períodos pre y post revolucionario, la carta pastoral los califica de “paradoja nacional”, destacando la tensión entre el Estado mexicano y la representación institucional de la Iglesia. Aunque sin entrar en detalles, constata el rechazo que ésta presentó siempre a las ideas libertarias de la revolución y post-revolución, por más que haya existido un pequeño sector influenciado por el “catolicismo social”.

El segundo apartado de la carta de la CEM llama a servir a la Nación, colaborando en la construcción de un proyecto cultural desde la fe. Los firmantes asumen la responsabilidad de “promover la cultura y, especialmente, la cultura de la vida” como una de las prioridades de su trabajo pastoral. En este mismo sentido, reafirman su compromiso de seguir contribuyendo a la renovación de las instituciones desde la propia Doctrina Social de la Iglesia.

La tercera parte del documento recoge la invitación episcopal a seguir forjando una Nación donde “todos sus habitantes tengan acceso equitativo a los bienes de la tierra. Un México en el que se promueva la superación y crecimiento de todos en la justicia y la solidaridad”. Igualmente, los obispos anhelan “un México que crezca en su cultura y preparación con una mayor conciencia de su dignidad y mejores elementos para su desarrollo, con una educación integral y de calidad para todos”. Y reiteran la necesidad de un país reconciliado, “unificado en el bien común y en el respeto de unos y otros”.

Guatemala y sus desafíos a la esperanza

Reunida recientemente en Asamblea Plenaria Extraordinaria, bajo la presidencia de Pablo Vizcaíno Prado, obispo de Suchitepéquez-Retalhuleu, la Conferencia Episcopal de Guatemala emitió un profético comunicado en el que repasa la situación actual de su país y constata con preocupación seis factores que dibujan un “panorama difícil y desafiante”, aunque llama a sus compatriotas a construir con esperanza una “historia de salvación”. El primer elemento es la fragilidad del país centroamericano y de sus infraestructuras ante catástrofes naturales; el segundo es el incremento de la violencia, con más de dos mil asesinatos en el primer semestre de este año; el tercer elemento es el de una débil aplicación de la justicia; la falta de apego a la verdad, que ejemplifican en la enseñanza sobre la sexualidad humana; el quinto tema candente es un profundo y progresivo daño ecológico y la eliminación de la biodiversidad; y finalmente, el Episcopado se lamenta de contar con una democracia débil con instituciones también débiles.

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