Coincidiendo con el reinicio de los contactos entre Israel y Palestina, Benedicto XVI recibió al presidente Simon Peres
(Antonio Pelayo– Roma) Joseph Ratzinger cree en la continuidad del pontificado romano, que, como explicó refiriéndose al Concilio Vaticano II, excluye la ruptura pero no la innovación creativa. Él mismo se ve como un continuador de Juan Pablo II (del que fue, por otra parte, colaborador muy eminente en materias doctrinales, pero no sólo) y de sus antecesores en mayor o menor grado. Así se explican, entre otras cosas, su defensa de Pío XII, las frecuentes citas de Pablo VI o, más recientemente, su evocación de san Pío X; y ya hablando de la actualidad, su visita a Carpineto Romano para conmemorar el segundo centenario del nacimiento de Vincenzo Gioacchino Pecci, que subió a la Cátedra de Pedro en 1878 con el nombre de León XIII y murió en 1903.
Benedicto XVI abandonó, el domingo 5 de septiembre durante unas horas, su retiro de Castel Gandolfo para dirigirse en helicóptero a la no lejana Carpineto, donde nació el autor de la Rerum Novarum. Antes que él, habían visitado esta localidad lacial situada en las faldas de los Montes Lentini Giovanni Battista Montini en 1966, con ocasión del 75º aniversario de la Rerum Novarum, y Karol Wojtyla en 1991, año del centenario de la encíclica que abrió el fecundo historial de la moderna Doctrina Social de la Iglesia.
Eran las nueve de la mañana cuando el Papa aterrizó en Carpineto, donde le esperaban el obispo de la diócesis, monseñor Lorenzo Loppa, y en nombre del Gobierno italiano el subsecretario de la Presidencia del Consejo de Ministros, Gianni Letta, responsable de las Relaciones con la Iglesia del Gobierno de Silvio Berlusconi. La población le acogió con la simpatía característica de las sencillas gentes del Lacio, honradas por la presencia del Pontífice.
Media hora después, Benedicto XVI presidía la Eucaristía, y en su homilía evocó la personalidad de León XIII y su magisterio social. “Un papa muy anciano –dijo– pero sabio y con visión de futuro, pudo introducir en el siglo XX a una Iglesia rejuvenecida con la justa actitud para afrontar los nuevos desafíos. Era un papa todavía política y físicamente ‘prisionero’ en el Vaticano, pero en realidad con su magisterio representaba una Iglesia capaz de afrontar sin complejos las grandes cuestiones de la contemporaneidad” (no es difícil trasponer estas palabras de Ratzinger sobre el papa Pecci a su proprio pontificado).
Audiencia con Peres
El acto “político” más importante de la semana papal ha sido la audiencia concedida por Benedicto XVI al presidente de Israel, Simon Peres, el 2 de septiembre. No es la primera vez que el veterano político israelí se entrevista con un papa, y todos recordamos cómo durante la visita de Ratzinger a Tierra Santa en mayo de 2009 éste no dejó de acompañarle en los momentos principales. Pero esta vez la audiencia coincidía con el inicio de las conversaciones de paz que el presidente norteamericano, Barack Obama, ha lanzado invitando a Washington al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y al presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazzen.
“Sobre el reinicio de los contactos directos entre israelíes y palestinos –se indica en el comunicado de la Santa Sede posterior a la visita– que hoy comienzan en Washington, se desea que ayuden a alcanzar un acuerdo que respete las legítimas aspiraciones de los dos pueblos y capaz de conseguir una paz estable en Tierra Santa y en toda la región. Se ha reafirmado, pues, la condena de toda forma de violencia y la necesidad de garantizar a todas las poblaciones del área mejores condiciones de vida. No ha faltado una referencia al diálogo interreligioso y una mirada de conjunto a la situación internacional”.
Es muy posible que, sobre todo en los posteriores coloquios de Peres con el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, y el secretario para las Relaciones con los Estados, monseñor Dominique Mamberti, se hablase de Irán e incluso se aludiese a la posible lapidación de la ciudadana iraní Sakineh Mohammadi Ashtiani, pero eso no lo recoge el comunicado por razones obvias de cautela diplomática. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, sí afirmó, sin embargo, que la Santa Sede sigue el caso “con atención y participación”. A las preguntas sobre si el Vaticano había o no intervenido ante el Gobierno de Teherán para pedir clemencia, el jesuita añadió: “Cuando a la Santa Sede se le pide de forma apropiada que intervenga en cuestiones humanitarias ante las autoridades de otros países, como ya ha sucedido numerosas veces en el pasado, suele hacerlo de forma no pública, sino a través de los canales diplomáticos”. Por ahora no consta que el nuncio apostólico Jean-Paul Gobel lo haya hecho, pero lo más probable es que sí lo haya hecho.
Otro tema sobre el cual la Santa Sede se ha refugiado en un mutismo total ha sido la invitación del coronel libio Gadafi a Occidente para que se convierta al islam. El excéntrico personaje visitó Roma la semana pasada y convocó a un par de centenares de bellas y jóvenes señoritas a una charla sobre las ventajas y la superioridad de la religión musulmana sobre las restantes, incluido el cristianismo; al final de la misma, todas recibieron una bella edición bilingüe del Corán y una pequeña cantidad de dinero. L’Osservatore Romano informó brevemente y sin polémicas de la visita del líder libio, y sólo el diario Avvenire, de la Conferencia Episcopal Italiana, publicó un comentario crítico. En Radio Vaticano también se adoptó una línea de discreción, evocando la importancia que tiene Libia en la resolución del problema migratorio que afecta a Italia.
Marchetto dimite
Sin salirnos del tema, ha causado sorpresa en los medios curiales la dimisión de monseñor Agostino Marchetto como secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. El prelado ha sido durante estos últimos años referencia casi obligada para definir la posición de la Iglesia ante el fenómeno de las migraciones, y no se ha ahorrado críticas a las actuaciones del Gobierno Berlusconi.
No se ha dado explicación oficial alguna, pero cabe suponer que en ciertas alturas de la Santa Sede se consideraba “excesivamente independiente” a monseñor Marchetto en éste y otros temas.
En el nº 2.720 de Vida Nueva.